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Conchi, la nieta de Rufino Arenas

Puede ser la tienda anciana de Alicante. Arenas ha cumplido 90 años vendiendo prendas íntimas a mujeres y hombres

La tienda poco ha cambiado desde que Rufino Arenas Galán abrió sus puertas el 7 de mayo de 1927 en el número 8 de la calle Tomás López Torregrosa, una vía que desemboca en La Rambla alicantina, de camino hacia el mar. Noventa años no son nada. El comercio aún se mantiene vivo con Concepción Arenas Maculet al frente. Tres generaciones que se han dedicado en cuerpo y alma a la venta de las escondidas ropas de señoras y caballeros: calcetines, bragas, calzoncillos, sujetadores, pañuelos, camisetas, y enaguas. También ofrecen una amplia gama de pijamas y albornoces.

Rufino dejó sus tierras abulenses de San Juan de la Encinilla en busca de mejor vida. Era un chaval inquieto. Tras un breve paso por Madrid, se hizo mercader de tejidos en los aledaños del Mercado Central. Dejó el tenderete ambulante para abrir una comercio, en aquel tiempo moderno: Arenas, sin más. Se casó con la alicantina Remedios Sales Villó. El negocio floreció y el matrimonio tuvo cinco criaturas. Sólo cerró sus puertas en insoportables y sanguinarias jornadas de la Guerra Civil.

Sólo uno de los vástagos, Jaime, siguió la tradición. Casado con Conchita Maculet Haro, hija de un militar que fue destinado a Alicante, mantuvo a salvo el negocio con voluntad y en tiempos difíciles. Jaime y Conchita tuvieron dos hijos, un chica y un chaval.

Conchi Arenas Maculet ahí sigue, al frente de la vieja tienda con dos escaparates simétricos que muestran al pasajeros ropas íntimas enjutas en centenarias maderas de cerezo y protegidas por limpios cristales. La historia de la tienda está debajo de un viejo rótulo «Arenas» que el tiempo y sus desdichas han dejado a salvo. Conchi es la tercera generación de una mercería cargada de historia. Todo se mantiene intacto: el mostrador, las vitrinas, el suelo, el techo, pero, sobre todo, el alma de un negocio que ha tenido que soportar los retos de los tiempos modernos: primero los grandes almacenes, como Galerías Castaños o Simago, por ejemplo, en los años setenta y ochenta, entre otros; y, más tarde, las grandes superficies y la voracidad de las grandes marcas de prendas interiores para machos y hembras.

Conchi está ahí, en su sitio. En un decorado que el tiempo no ha cambiado, aunque sí las innovaciones de la moda. Una de las cosas que ha introducido en la mercadería que su abuelo Rufino parió hace noventa años ha sido de datáfono para cobrar a clientes que presentan el mostrador tarjetas en lugar de monedas.

Charlamos a eso del mediodía del jueves. En el interior del comercio Arenas sólo estaba nuestra protagonista y su madre, Conchita. Nadie más. En tono amable, Conchi, muestra seguridad; su madre participa en la conversación, pero prefiere no aparecer en la foto.

El negocio se mantiene por la clientela de toda la vida, por personas que allí encuentran lo que las grandes superficies rechazan en sus ofertas e incluso clientes extranjeros que repiten compras en Arenas cada vez que paran por Alicante. Conchi cree que los cruceristas poco arriban a su tienda.

Está centrada en la venta de productos de calidad, cien por cien de algodón y, sobre todo, fabricados en España.

A los Arenas, la crisis económica les afectó como a todos: mucho. Pero ahí sigue Conchi, con días mejores y peores al frente de uno de los negocios tradicionales que aún sobreviven en Alicante.

Una fortuna: un vieja tienda con buen género para el cliente.

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