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Mover ficha en Cataluña

9 lunes

EL HOMBRE QUE NUNCA ESTUVO ALLÍ

No me entusiasmaba que el militante de un partido fuera uno de los oradores de la manifestación constitucionalista, pero es difícil encontrar en el páramo de la política española un discurso vibrante, contundente y apartidista como el que ayer pronunció Borrell. El efecto estimulante era tan irresistible que García Albiol aplaudía con mucha más energía que el representante del PSC, un señor de aspecto burocrático y perfectamente desconocido a quien Iceta había comisionado para salvar las apariencias. La manifestación genuina del PSC fue la fiesta de sábanas blancas que el sábado reunió a apóstoles de la tercera vía tan recomendables como Bildu o Podemos. Una manifestación fantasmal y con nula capacidad constructiva: se exige «diálogo», cargando naturalmente la suerte sobre el Gobierno, pero nadie explica cuál es la oferta que éste debe remitir a la Generalitat. Como Iceta acudió a la manifestación del sábado pero no a la del domingo, un periodista impertinente le ha preguntado esta mañana por su pintoresca agenda. «No soy partidario del frentismo», ha contestado esta luminaria y de repente todo ha sido oscuridad.

10 martes

LA SUSPENDENCIA

«A enemigo que huye, puente de plata», aunque pienso que el Gran Capitán hubiese ordenado bombardear el puente en este caso. Cinco minutos después de que Puigdemont hubiese declarado la independencia de Cataluña para suspenderla inmediatamente, ha comenzado a desperdigarse la benévola reflexión de que había capitulado y que el tortuoso método elegido venía forzado por la necesidad de aparentar firmeza ante los suyos. Por lo tanto, correspondía al Gobierno suministrar una coartada a la Generalitat para desactivar el «procés». Ahora bien, esta interpretación permite que los culpables del soponcio se desentiendan sin perder el control del calendario: el guirigay se reanudaría si el Gobierno desoye la propuesta o contesta en términos inaceptables. O podría involucrarse en la farsa dados sus antecedentes de mística contemplativa, aunque es dudoso que Rajoy pueda permanecer en estado vegetativo mucho más tiempo: el presidente del Gobierno parece Rivera y no él. Como dicen en los «westerns» antes del tiroteo final, las cosas han llegado demasiado lejos y ya importa poco si el separatismo desencadena su propia guerra civil o se reagrupa tras el inexcusable restablecimiento de la ley.

11 miércoles

VÍA LÁCTEA

Estaba dormitando por culpa de un informativo de TV3 cuando creí oír que un experto en catalanismo paranormal citaba a Eslovaquia como modelo que inspira la maniobra de Puigdemont. Me desperezó esta comparación entre el siniestro catalán y el «divorcio de terciopelo» que puso fin al matrimonio checoslovaco, una pacífica y jovial disolución que pareció liberar a ambos cónyuges. Ocurre que yo había confundido «Eslovaquia» con «Eslovenia» y esto ya tenía cierto sentido psiquiátrico: la independencia de Eslovenia fue apadrinada por Alemania, provocó un sombrío parte de víctimas y se considera un proceso irrepetible por los teóricos de la autodeterminación. Entre Eslovenia y Cataluña media la misma distancia que entre un purgatorio inevitable con coordenadas étnicas e históricas y una romería alucinógena sin ocho apellidos catalanes como pretexto genealógico. Pero conmueven estos esfuerzos de la Generalitat por hallar un precedente que racionalice su éxodo a la demencia: es adicta a la ilegalidad, carece de respaldo social mayoritario, las empresas huyen de ella como polizones del Titanic, las instituciones internacionales la ignoran con gesto hastiado e incluso comienza a ser portada de las revistas satíricas. Ahora también pretende avergonzar a los eslovenos.

12 jueves

SIETE VIDAS Y UN FUNERAL

La Generalitat catalana ha trasladado la paradoja del gato de Schrödinger a la ciencia política. Schrödinger imaginó un gato encerrado en una caja con una ampolla de material radiactivo que el gato puede romper o no. Hasta que no abramos la caja, el gato está vivo y muerto a la vez. Bien, Puigdemont declaró la independencia, la suspendió ocho segundos después y por último rubricó casi clandestinamente la proclamación de la república catalana. Como el gato de Schrödinger, Cataluña vive dos realidades superpuestas: es independiente y no lo es. Lógicamente, Rajoy tiene dificultades con estas pesadas cuestiones y ha requerido a Puigdemont para que le aclare si el gato está vivo o muerto o, en argot constitucional, con todos ustedes el artículo 155. Es improbable que Puigdemont admita que declaró la independencia, lo que situaría a Rajoy frente a otra paradoja más familiar, la del asno de Buridan, un noble cuadrúpedo que es colocado entre dos montones de heno y muere de hambre al ser incapaz de decidirse por uno de ellos. Naturalmente, existe una tercera opción: detener a Schrödinger por maltrato animal.

13 viernes

LA VIE EN ROSE

La momentánea euforia del Gobierno quedó acreditada por los guantes de la vicepresidenta Soraya, quien confundió un baile en el Palacio de Invierno con la parada del Día de la Hispanidad, un aniversario exótico que sobrevive con respiración asistida en Hispania e Hispanoamérica. Es seguro que las conversaciones también adoptaron una textura autoindulgente y se manejó sin inhibiciones la expresión «mover ficha». Según esta hipótesis, el encargado de «mover ficha» es un acorralado Puigdemont tras la intrépida jugada de Rajoy activando el artículo 155. No es una estrategia necesariamente agresiva. De hecho, Rajoy ha insinuado que una declaración conciliadora de la Generalitat devolvería el artículo 155 al trastero y un resucitado Artur Mas puntualiza que jamás aceptarán una «derrota humillante», con lo que implícitamente admite una derrota sin adjetivos. Todo esto suena a retórica pastelera que tal vez haya sido sobrepasada por impulsos más voraces: Ciudadanos se dispara en las encuestas y el independentismo abandonará a Puigdemont si flaquea. Los incondicionales del BOE aseguran que aquellos inmensos guantes ocultan una mano de hierro. Debe de ser gigantesca.

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