El alicantino del Neolítico que pintó la alegoría humanoide que ha hecho famoso el asentamiento del Pla de Petracos, en Castell de Castells, era sin duda el talento artístico de su tribu. Quizá este ancestro fuese una de las almas noctámbulas y creativas que pudieron aparecer con el dominio del fuego y la división de las tareas en grupos de individuos. Quizá fuese lo que en cronobiología se llama una persona de cronotipo vespertino extremo, quienes se sienten más despiertas y capaces cuando muchos de sus congéneres duermen.

El cronotipo es, para la autora de Los relojes de tu vida, «cómo eres tú en función de los horarios de tu cuerpo», de manera que quienes se levantan llenos de energía al amanecer pero pierden vigor conforme avanza el día hasta caer rendidos al anochecer -seguramente cazadores, exploradores o perfiles de «acción», según varias teorías- son muy diferentes al caso del pintor, quizá un individuo que prefería experimentar con pigmentos y piedra a la luz de una hoguera en la franja prohibida del día y levantarse cuando todo estaba ya en funcionamiento.

«Un 20% de la población es matutina entre extrema y leve, otro 20% es vespertina en el mismo grado y el 60% de la población está en un flexible punto intermedio», apunta Garaulet.

El cronotipo empieza a ser considerado de tanta importancia en nuestro rendimiento que algunas voces piden que empresas e instituciones faciliten la adaptación del horario laboral al biorritmo de cada persona. «Algunos estudios sugieren que la reacción ante sucesos imprevistos de algunas personas varía hasta en un 50% dependiendo de si se producen por la mañana o por la tarde», apunta Garaulet. Para Albares, «estamos en el medievo» en cuanto a conocimiento del potencial que podemos desarrollar si aplicamos los intervalos de energía de nuestro cronotipo a nuestro día a día.