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Veinte años de la riada que cambió Alicante

El 30 de septiembre de 1997 la ciudad sufrió la mayor inundación desde que se tienen registros; cinco personas perdieron la vida y supuso la puesta en marcha del Plan Antirriadas.

Veinte años de la riada que cambió Alicante

Voraz, inexorable, devastadora. Así avanzó el agua en apenas dos horas en Alicante el fatídico 30 de septiembre de 1997. Aquella riada, la mayor desde que se tienen registros, dejó 270 litros por metros cuadrados, provocó cinco muertos y conmocionó a una ciudad nada preparada para resistir tales envites de la naturaleza. Desde entonces, Alicante experimentó un cambio de imagen a nivel de infraestructuras para que la llamada gota fría no volviera a asolar una ciudad que ya había sufrido otro estrago casi del mismo calibre quince años atrás, en 1982.

El día anterior, el 29 de septiembre, una tromba de agua ya había anegado la Marina Alta, donde se recogieron 163 litros por metro cuadrado. Los bomberos tuvieron que hacer frente a varios derrumbes e inundaciones en los municipios de Pego, Dénia y Xàbia por el desbordamiento de los ríos Gallinera y Bullent. La misma previsión de alarma se esperaba para el fatídico día 30 en la provincia, en situación de emergencia como València y Castellón. Más grave fue lo vivido en Marruecos el mismo día 29, cuando otra crecida de un río -en este caso del Mufran- se llevó por delante la vida de cincuenta personas. Los antecedentes eran fatales.

El día 30 de septiembre en Alicante no amaneció, sobre las ocho de la mañana comenzó un aguacero que sumiría a la ciudad en un profundo caos y que destrozaría para siempre la vida de varias familias. En apenas hora y media el cielo descargó con violencia 156 litros por metro cuadrado que provocaron, como muchos recuerdan, las mayores escenas de pánico en la ciudad desde el sanguinario bombardeo fascista al Mercado de 1938.

Cinco vidas

Una segunda réplica , en torno a las 13 horas, terminó por desencadenar la catástrofe. La riada anegó Alicante durante días y cinco personas perdieron la vida; entre ellas, una madre y un hijo arrastrados por el agua tras caer en una alcantarilla por el Barrio Obrero, una joven que apareció ahogada frente al colegio Nazaret y otra persona en San Juan.

Los colectores y las redes de saneamiento se colapsaron y todas las carencias quedaron al aire; las principales vías de acceso a la ciudad quedaron cortadas por los torrentes y buena parte de ella se quedó sin electricidad. Los colegios, institutos y la Universidad suspendieron las clases, pero multitud de alumnos ya se encontraban en los centros; lo que provocó durante horas la incertidumbre de familiares sobre el paradero de sus hijos al no funcionar la línea telefónica. Muchos de ellos acudieron a la desesperada a recogerlos, haciendo caso omiso a las advertencias de los servicios de emergencia. En la UA mil estudiantes permanecieron atrapados hasta el mediodía y su campus fue una de las zonas más afectadas; se perdieron cientos de fondos documentales porque el agua entró en los bajos de varias bibliotecas.

El pánico se apoderó de los alicantinos y los cuerpos de seguridad rescataron durante días a decenas de personas atrapadas en sus casas y vehículos. En total, casi 300 heridos y una ciudad arrasada en varias zonas. En la calle Bazán un socavón engulló a varios coches, el incipiente párking de Alfonso el Sabio se inundó y la avenida Doctor Rico se convirtió en un torrente letal. Policías, bomberos y multitud de voluntarios salvaron vidas en las zonas más afectadas de la capital, que fueron muchas: avenida Salamanca, Plaza de España, Calderón, Rambla, barrio de San Gabriel, Albufereta, Vistahermosa...

Renfe tuvo que suspender sus servicios y medio millar de personas quedaron en su interior. El Aeropuerto se vio obligado a desviar vuelos a Manises, Ibiza y San Javier. El Ayuntamiento declaró un día de luto oficial y Zaplana, Presidente de la Comunitat Valenciana, suspendió un viaje a México para visitar Alicante una vez llegada la calma. Los Reyes de España también se desplazaron a la ciudad para conocer de primera mano los destrozos y a partir de ahí se puso en marcha una nueva red de evacuación de aguas, el llamado Plan de Emergencia Antirriadas, para evitar situaciones similares. El día siguiente de la riada, el 1 de octubre (que por cierto, amaneció con un sol radiante), un grupo de técnicos, políticos e ingenieros liderados por José Ramón García Antón comenzaron a trazar un plan costoso y de obras poco visibles a corto plazo, pero tremendamente efectivo como se pudo comprobar el pasado mes de marzo. Las nuevas infraestructuras evitaron una catástrofe de idénticas características, ya que la del 16 de marzo de 2017 fue la tercera riada tras la de 1997 y 1982.

Las obras

Tras la riada, se emplearon millones de euros (el consejero de Obras Públicas del momento, Luis Fernando Cartagena, estimó que 17 mil millones de pesetas) en consolidar los principales puntos de drenaje de la ciudad, en levantar varias calles para restituir y dotar de mayor capacidad a los colectores o en encauzar barrancos del área metropolitana para hacer de Alicante una ciudad más segura ante el agua. La ciudad estuvo «patas arriba» durante años, pero valió la pena. Así lo aseguró el alcalde Gabriel Echávarri tras el temporal del pasado mes de marzo: «Estuvo bien empleado cada euro que invirtió el Consell en las infraestructuras antirriadas de la ciudad tras las inundaciones de 1997».

El 13 de marzo de 2017 el depósito anticontaminación de San Gabriel, inaugurado en 2011, recogió 60.000 metros cúbicos de agua, el máximo de su capacidad, evitando que el citado barrio se inundara. Y el parque inundable La Marjal, abierto en 2015 y con una capacidad de 45.000, recogió quince mil.

«Desde la entrada en funcionamiento del Plan, la capacidad de drenaje de la ciudad de Alicante se ha visto incrementada en, aproximadamente, un 500% según los datos manejados en AMAEM, tras la construcción de una serie de colectores e interceptores de gran capacidad de evacuación de las aguas pluviales», asegura Hidraqua, que especifica que hoy Alicante cuenta con 100 km de red de drenaje con dimensiones superiores a 1 metro lo que favorece el tránsito de los caudales de aguas pluviales generados en los eventos de precipitación intensa.

Los políticos, en primera persona

A Echávarri, por entonces estudiante universitario y que regentaba un centro de estudios, la riada le sorprendió yendo a pagar la cuota de autónomos en la avenida de la Estación. «Era el último día para hacerlo y recuerdo que luego se amplió el plazo una semana más porque mucha gente, con la riada, no pudo hacerlo», explica. Sobre la situación actual de Alicante afirma que «hoy está mucho más preparada»: «Dos décadas más tarde, el pasado mes de marzo sólo tuve que dar parte de pequeños daños materiales y eso no es casualidad». Además, Echávarri ensalza esa «preparación invisible»: «Aunque sólo funcionara una vez cada veinte años fue una buena inversión».

Por su parte, la exalcaldesa Sonia Castedo -por entonces en el Gabinete de Prensa del Ayuntamiento- recuerda los días posteriores a la riada «de manera angustiosa por los fallecimientos». «Yo estaba volando desde Galicia y mi avión fue de los primeros que dejaron aterrizar en Alicante ya por la tarde», rememora. «Al día siguiente era todo un caos absoluto, pero toda la sociedad se volcó: muchos empresarios pusieron a disposición su material de obra para ayudar y los miembros de los cuerpos de seguridad trabajaron a muerte aunque no les tocara», asegura. «Y, sobre todo, me acuerdo de un Alperi sobrepasado, diciendo que en pleno siglo XX no se podía permitir que muriera gente en Alicante por no estar preparada la ciudad. A partir de ahí se puso en marcha todo lo que hoy disponemos, gracias a la Administración Local y Autonómica», puntualiza.

La UA reclama más mejoras

El Plan Antirriadas ha contenido, conducido y canalizado las aguas de las tormentas desde 1997, pero recientemente la UA salió al paso para pedir que se ampliaran las infraestructuras porque hay zonas todavía con dificultades para soportar las amenazas del cielo.

El director del Laboratorio de Climatología de la UA, Jorge Olcina, avisa de que tras el éxito del Plan Antirriadas urge ahora actuar en otras partes de la ciudad, como la avenida Miriam Blasco, la playa de San Juan o la avenida de Elche. «A partir de ahora las tormentas serán más cortas pero de mucha más intensidad, como sucedió el pasado 15 de septiembre, por lo que hay que actuar en los imbornales del casco urbano y en varios puntos más», señaló. Olcina alerta de que el casco urbano alicantino necesita mantener el ritmo urbano de inversiones de los últimos años para mejorar su sistema de evacuación de agua cuando la lluvia cae de forma torrencial. El Plan Antirradas evita desde la riada de 1997 que el agua llegue a la ciudad, pero aún queda trabajo por hacer para evitar el impacto que provocan las tormentas puntuales que caen sobre el casco urbano en pocos minutos.

Sobre este asunto, Hidraqua asegura que «existen todavía puntos de la ciudad en los que se siguen detectando problemas puntuales en momentos de precipitaciones de elevada intensidad, que puede requerir mejoras de las infraestructuras existentes». «Este proceso de mejora continua es de especial relevancia si consideramos el medio urbano como un medio vivo y en constante crecimiento. El crecimiento de la ciudad ha de ir siempre de la mano del crecimiento de sus sistemas de drenaje y ser consecuente con la ocupación del suelo de tal forma que este crecimiento no contribuya a un incremento en la peligrosidad de los fenómenos».

Que así sea.

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