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La década en la que cambió todo

INFORMACIÓN presenta el próximo día 25 con el Instituto de Economía Internacional de la UA el informe más completo sobre la crisis y la recuperación en la provincia de Alicante

La década en la que cambió todo

Una década perdida para la mayoría, diez años de aprendizaje para los más optimistas, un periodo que ha determinado muchas vidas desde que a finales de verano de 2007 las primeras noticias de un colapso financiero en EE UU llegaran a un país que no podía ni imaginar los problemas que habría de afrontar como consecuencia de aquella tormenta lejana. Se cumplen diez años del inicio de la Gran Recesión y es hora de hacer balance desde uno de los lugares del mundo que más recordará lo que ocurrió entre 2007 y 2017: la provincia de AlicanteAlicante.

INFORMACIÓN presenta el próximo lunes 25 en la Estación Marítima de Dénia el dossier «Crisis y Recuperación de la Economía Alicantina» elaborado por el Insituto de Economía Internacional de la UA en el que sus investigadores diseccionan sector a sector este sistema socioeconómico que es Alicante para determinar qué ocurrió durante la Gran Recesión y cómo esta ha marcado la forma en que se recupera. Estas son algunas de las claves.

Contagio

La explicación habitual de nuestra crisis sitúa el inicio en el cénit de la crisis de las hipotecas subprime estadounidenses.

En la introducción del informe,los catedráticos de Economía Paloma Taltavull y Antonio Escudero, director del Instituto, explican cómo EE UU vivió un aumento de la demanda y de los precios de la vivienda similar a la que experimentó España. El gran número de hipotecas basura que habían acumulado sus bancos fue el combustible que hizo que una chispa, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, incendiara todo el sistema. Fue en 2007, momento en que empezaron a «encarecerse los préstamos hipotecarios y a disminuir bruscamente tanto la demanda de vivienda como sus precios», lo que actuó de manera conjunta con la «paralización de la construcción y el aumento del desempleo», cuentan Taltavull y Escudero.

Millones de personas dejaban de pagar sus hipotecas, por lo que los seguros por impago de los préstamos hipotecarios empezaron a funcionar. «La quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2007 desató una reacción en cadena en EE UU y en todo el sistema financiero mundial, poniendo de manifiesto que no se trataba de una crisis de liquidez, sino de insolvencia», añaden. Los bonos con garantía hipotecaria, un activo por el que apostaron muchos bancos extranjeros -pocos españoles porque el Banco de España desaconsejó a las entidades comprarlos-, llevó el incendio a una escala global: quienes habían apostado contra la vivienda reclamaban cobrar más dinero del que quienes habían asegurado este sector, las entidades financieras más expuestas a los bonos, podían pagar. Así, la interdependencia financiera global funcionó como el papel de arroz que lleva la pólvora en una traca para poner a prueba todos los sistemas nacionales. En España, donde ya se presumía de ser la octava economía mundial, estalló con crueldad.

Construcción

La burbuja subprime estadounidense se pinchó cuando la actividad inmobiliaria en España estaba en lo más alto del «ciclo extremo» de construcción que supone, para Taltavull, el periodo 1995-2015. La catedrática de Economía Aplicada analiza en otro capítulo del dossier cómo el ladrillo se convirtió en una poderosa actividad económica y cómo dejó de serlo en menos de una década.

La suculenta línea de costa alicantina y la demanda de vivienda nueva para jóvenes e inmigrantes que decidían comprar ante la buena marcha de la economía concentró mucha más actividad que otras zonas del país: la construcción multiplicó casi por dos su aportación al PIB provincial entre 2003 y 2007.

Taltavull expone con cifras qué representaba el ladrillo en Alicante en 2005: 120.000 ocupados -alrededor del 16% de todos los trabajadores de la provincia- que levantaban 4.000 viviendas al mes, diez veces más que en 1994. Hacer primeras residencias y casas para veraneantes incrementó progresivamente el precio medio del suelo en la provincia hasta el punto de que la referencia de 2007 era ya un 250% superior a la de 1997.

Fue posible porque había una «lluvia de dinero», según Pablo Serna, director general del grupo inmobiliario TM, con sede en Torrevieja. Todos los actores encontraban respaldo económico para sus intenciones dado que la inversión en vivienda se consideraba -al igual que en EE UU-, una apuesta segura: se asumía que siempre aumentaba su valor.

Así, las entidades financieras concedían préstamos a constructores para que compraran suelo y edificaran más a la vez que firmaban hipotecas con las pujantes cohortes jóvenes: en la pirámide de población alicantina de 2001 las personas de entre 20 y 40 años doblaban en número al resto de edades. El informe de la economista, en una metrología que sigue todo el dossier, pone en común datos significativos y variables más de segundo plano para hacen comprensible los fenómenos que marcaron la crisis de la siguiente década. En este caso, por qué se llegaban a conceder entre 16.000 y 23.000 hipotecas semestrales en la provincia. «La gente iba al banco y le financiaban el 90% del precio de la casa y además le prestaban para los muebles», recuerda Serna. La grúa y la llave eran los símbolos del progreso de un país que parecía la tierra prometida.

Fue 2008 cuando la burbuja estalló y el país se encontró con la realidad que había tras su crecimiento. La confluencia de tres crisis fue la causa, según los dos catedráticos: «la bancaria, la inmobiliaria y la internacional». De forma similar a lo que pasó en EE UU, el descenso de la demanda, los precios y la construcción hizo que las entidades financieras «empezaran a tener problemas de morosidad y desvaloración de sus activos». En ese momento, se hizo sentir la crisis internacional: para financiar los préstamos hipotecarios durante la bonaza, bancos y cajas habían recurrido a «préstamos a corto plazo de los mercados mayoristas». Los financieros no encontraban quien les financiase debido al contagio de los bonos hipotecarios en el mercado internacional. El grifo se cerró para la construcción y empezó el efecto dominó: «alimentó la crisis bancaria a través de la morosidad y la depreciación de activos, repercutió negativamente en las industrias y servicios relacionados con la construcción y elevó el desempleo», resumen en su capítulo conjunto Escudero y Taltavull. La crisis se contagió al resto de la economía reduciendo el consumo y la inversión.

En los años posteriores el sector pasaba a dar trabajo a menos de 40.000 personas que diversificaban su trabajo en otras ramas: en 2014 las viviendas nuevas al mes no superaban las 500.

Serna es uno de los pocos empresarios alicantinos que inicia obras en la actualidad. «Si antes había diez, ahora quedamos dos. Hay una recuperación por zonas y por subsectores, el que mejor funciona es el de la vivienda turística» apunta. Pasada la tormenta, algo florece en el erial: las mejores zonas que quedan sin ocupar desde el boom, como solares céntricos o puntos de litoral. Pero se están financiando con mucha cautela, con capital propio -«los promotores están haciendo las cosas con bastante seguridad», explica Serna-. El ladrillo es hoy un sector limitado a actores solventes.

Desde la distancia que dan los años, el constructor cree que la «mala fama» que ha cosechado su gremio es «merecida»: «Muchos en la clase empresarial española han querido hacer en cinco años lo que a las empresas extranjeras les costaba hacer 30. Se ha querido ganar lo máximo en el menor tiempo posible y eso no se puede hacer, y menos sin tener ni un duro. Ha sido una crisis muy dura que ha llevado a la ruina a mucha gente».

Turismo

A rey muerto rey puesto. Las profesoras del Instituto Ana Belén Ramón y Adelaida Lillo analizan en otro de los capítulos del dossier el papel que ha tenido el turismo durante los años de la Gran Recesión. El dato principal es que hoy es sinónimo de «economía alicantina» al constituir el 18% del PIB provincial.

El trabajo de las investigadoras sostiene que el sol y playa tembló apenas durante los dos años siguientes al pinchazo de la burbuja, pero afirma que desde 2010 hasta 2016 sólo se puede hablar de recuperación y con el adjetivo de «fuerte» a partir de 2012. Cerca de 11 millones de turistas, la mayoría de ellos internacionales, que son atendidos por 60.000 empresas -que a su vez representan el 55% del tejido empresarial de Alicante- y unos 100.500 trabajadores afiliados a la Seguridad Social en 2016 (141.684 ocupados según la EPA) lo confirman como «sector crucial en la reactivación económica de la provincia y la Comunidad».

El turismo tiene un emblema lleno de rascacielos: Benidorm, una ciudad que concentra casi la mitad de todo el negocio que genera el turismo a nivel autonómico.

Javier García, vicepresidente del grupo hotelero Magic Costa Blanca y de la patronal del sector, Hosbec, confirma las estadísticas con sus declaraciones: «Ha tenido una crisis más suave, consecuencia también de la crisis financiera global y de las restricciones de consumo de las familias europeas, pero se ha recuperado hace unos años».

En 2011 el estallido de revueltas populares en los países del norte de África y la inestabilidad que se instala en otros competidores del Mediterráneo, como Turquía, se convierte en el mejor aliado de los empresarios hoteleros, quienes resistían la caída del turismo nacional con su clientes tradicionales del centro y norte de Europa, donde la crisis fue mucho más breve. Según García, sólo los empresarios que habían apostado por productos distintos al sol y playa -«hoteles de interior y resorts alejados del producto estrella sobre todo»- se han visto abocados a «expedientes concursales de los que después han podido salir». Nada que ver con el drama del ladrillo.

Nadie en el turismo alicantino ignora que si la provincia tiene el quinto aeropuerto del país y gestiona más de 12 millones de pasajeros es en buena medida porque «sus mayores competidores, Turquía y Túnez en verano y Egipto en invierno», han perdido millones de visitantes desde que las primaveras árabes desestabilizaran el norte de África y salpicaran a destinos estables como el país euroasiático. Por ello, las investigadoras señalan en su análisis la necesidad de «constante relanzamiento» para mantener el atractivo para los turistas: todos temen la recuperación del sol y playa de los rivales mediterráneos y su efecto combinado con la estacionalidad.

Para García, el producto segmentado o de nicho es uno de los mejores remedios. Y en esta línea, Rodríguez y Lillo dan un dato: el número de visitantes por turismo deportivo y de congresos atrajo en 2014 a 19.000 visitantes, cifra que en 2016 se rebasó antes de superar el primer semestre.

Banca e industria

La banca y la industria tradicional se vieron afectadas por la oleada de desconfianza pero vivieron dos historias de supervivencia diferentes. La primera tuvo que reducir su tamaño y convertirse en una suerte de cártel donde pocos controlaban mucho sin exponerse demasiado a la inestabilidad exterior, mientras que la segunda huyó y buscó a esos mismos clientes que atraía el turismo pero en sus lugares de origen: el calzado, la industria agroalimentaria y el plástico, principales exportadores durante estos años, fiaron su subsistencia a su presencia en tiendas y supermercados mayoritariamente europeos.

Gloria Pardo, profesora titular del departamento de Análisis Económico Aplicado de la UA y exdirectora del Instituto que ha elaborado el dossier, publica un amplio informe sobre el ecosistema bancario de la provincia durante la crisis. En 2008, 1.740 oficinas de 56 bancos y cajas de ahorros se repartían, como camareros de una barra libre, la demanda de crédito de este territorio en imparable auge económico y social.

Quizá el dato más elocuente del capítulo revela que a finales de 2015 el Banco Sabadell, el duodécimo competidor durante la burbuja, era la entidad líder pero con un 20% menos de las oficinas que tenía la CAM. En el sector han desaparecido más de 20 marcas bancarias y sólo ocho de ellas superan las 50 sucursales: las cinco entidades principales se reparten el 64,3% del negocio bancario alicantino, lo que supone un 15% más de concentración que a comienzos del crack, según los datos recabados por la investigadora y docente.

En estos años de intereses bajos y mínima rentabilidad, la banca se ha concentrado y encogido para ofrecer la menor superficie a los impactos que iba a recibir. Atraviesa los primeros brotes verdes de la recuperación sin que ningún valenciano pueda buscar apoyo en sus bancos de siempre: la avaricia y la estrechez de miras que produjo la bonanza hundió la alicantina Caja de Ahorros del Mediterráneo -cuya transformación en fundación tras la venta de sus activos al Sabadell es explicada con detalle por Pardo- y las entidades con sede social en Valencia Bancaja y Banco de Valencia.

Comandada por el calzado, la alimentación y el caucho y el plástico, el contagio de los problemas derivados de la crisis ha hecho que la industria de la provincia se haya dejado un 16% de su cifra de negocio durante la recesión: de los más de 11.500 millones de euros que movió en 2008 pasó a facturar sólo 9.500. En esas pérdidas se encuentran las grandes heridas que recibieron los subsectores de la madera, con reducciones del 56% y los productos minerales, segmento que perdió un 61% de sus ventas al final del periodo. Son magnitudes que recogen las investigadoras Carmen Martínez y Begoña Fuster en su capítulo dedicado a trazar la ruta de los sectores productivos durante los peores años para la economía de la historia reciente española.

Quien pudo buscó la solvencia exterior para refugiarse. En una clara línea ascendente, la importancia de las exportaciones alicantinas ha ido aumentando desde que en 2009 representaban un 7% del PIB provincial hasta superar el 11% en 2013, según la información recogida por las autoras. El calzado y el cuero tiraba en 2015 de la venta exterior con un indiscutible 32% del total del valor de la mercancía enviada al extranjero.

«Lo que nos llevó a salir fuera fue lo mismo que en otras épocas de crisis; ver el nivel de necesidad y la certeza de que el mercado nacional estaba todavía en peores condiciones que otros mercados. En nuestro caso, más del 90% de nuestras ventas las realizamos en los mercados internacionales», cuenta Francisco Sanchís, director comercial del fabricante de calzado eldense Chia Mihara. Al igual que muchas compañías de la provincia, les hubiera costado mucho sobrevivir sin el calor de los mercados italiano, francés, alemán y estadounidense.

El informe Crisis y Recuperación de la Economía Alicantina reúne en un total de 13 capítulos aspectos claves de la actividad productiva provincial, pero su vocación explicativa y de concienciación es de más largo recorrido. Incluye además numerosos análisis en profundidad de las consecuencias que ha tenido la recesión en entornos tan vitales como la educación -en un capítulo donde el catedrático Luis Mora expone los peligrosos desequilibrios formativos que ha vivido la población estudiantil y sus posibles efectos-, el mercado de trabajo, la distribución de la riqueza o la imprescindible innovación empresarial. A fin de cuentas, de ellos depende que Alicante no vuelva a pasar diez años preguntándose cómo ha podido ocurrirle algo así.

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