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Con el vino con alma a cuestas

Se quedó en el paro y arruinado. Se hizo sumiller. Comunica y promociona vinos con alma. Cree que entre los críticos del negocio hay mucho fantasma.

Republicano y agnóstico. Lleva casi una década dedicado a la representación y comunicación de vinos con alma; es decir, a vender grandes vinos paridos en vides de campos de poco renombre y a contar sus virtudes. Gran tipo.

Agustín Piqueres Sellés se plantó en la vida hace 52 añitos. Estudió en los Salesianos hasta tercero de BUP. Compartió aula con Jorge Olcina, catedra?tico de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante. Criado en una familia de clase media, el chaval se enamoró del balonmano, mejor: del Calpisa. Vivió su adolescencia pendiente de las paradas de Perramón, de los recortes de Goyo y de los tiros a puerta de Albizu, de Cascallana y de tantos otros.

No tuvo un sueño americano, pero estudió COU en los Estados Unidos, concretamente en un instituto de Akron, en el departamento de Ohio. ¿Por qué cruzó el charco siendo buen estudiante? Su abuelo materno se fue a hacer las américas con poca suerte y vivió unos años en Nueva York. También su padrino, Guillermo, residió en el país de las oportunidades.

1983. Agustín regresó a Alicante y tuvo que estudiar casi dos meses en los Maristas para convalidar el curso. Lo consiguió, superó la prueba de selectividad y, tras muchas dudas, se decidió por el Derecho. Entretanto, un día apareció en su casa su primo americano Juanito, que, además, fue uno de los 61 supervivientes del accidente de aviación registrado en el aeropuerto de Los Rodeos (Tenerife) el 27 de marzo de 1977 en el que fallecieron 583 personas. Se fueron de copas.

Cinco años tardó para aprobar unas cuantas asignaturas y decidió enviar la facultad y los libros al carajo. «Si hubieses sido abogado estoy convencido de que sólo defendería a lo peor de la sociedad», afirma. El muchacho se tomó un año sabático y viajó sin rumbo por Europa.

Empezó a trabajar a los 25 años. Su primer empleo fue el de vendedor de seguros. Luego lo ficharon en otra compañía como inspector comercial. Se casó. Y a los cinco años fue despedido.

Tenía proyectos en la cabeza. Al final, tras un viaje a Escocia, se decidió por montar con otros socios el pub «The Auld Dublín», que durante una década tuvo sus puertas abiertas en la Rambla.

Arruinado, separado y sin un real en los bolsillos decidió escribir sobre vinos y se apoyó en sus primos Juan José y José Antonio Sellés. Poco después se formó como sumiller en la Escuela de Catas de Alicante. Y ahí anda, en el lío. Se dedica a comunicar las bondades del vino con alma, a asistir a ferias y a la venta online. Sus caldos proceden de la Ribeira Sacra, de Almansa, del Penadés, de Ronda o de Segovia, entre otras.

Llegó al de niño: «A mi padre le encantaban y crecí con riojas clásicos como Viña Ardanza o Marqués de Riscal». Sus ideas sobre esta bebida han cambiado y se considera proamericano. Dice que América es el presente y el futuro del vino. Opina que las mejores críticas las hacen los americanos, al menos las más libres. «Los sumilleres de allí actúan con la premisa de que la gente beba vino, sin parafernalias. No tienen prejuicios, son de mentalidad abierta. En España todo es mucho más cerrado. A la gente le hablas de una cosa que no sea Rioja o Ribera, y te mira raro».

Agustín, que ejerce de comunity manager en su ordenador y visita cada días a sus clientes del centro de Alicante, considera que «hay que rescatar al vino del secuestro al que lo han sometido los sumilleres y gente de este negocio. Hay mucho fantasma en el sector que con su postureo provocan que la gente Se apoya en un puñado de persona: en la sensibilidad de su primo José Antonio, y la pasión por el vino de Joaquín Gálvez, Almudena Alberca, Pedro Ballesteros, Joan Gómez Pallarés y Meritxell Falgueras. Agustín sigue con el vino con alma a sus espaldas.

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