La cocina internacional de hace 30 o 40 años -la del cóctel de marisco, el solomillo a la pimienta y el suflé Alaska- tiene vida propia y ha seguido su evolución entre nosotros con el beneplácito, sobre todo, de la colonia centroeuropea y de otros adeptos ajenos a las modas que vienen y van. Tosca, que lleva más de diez años en una encantadora ubicación frente al Parador de Jávea y con una agradable terracita sobre el Arenal, la pone al día -lo italiano le planta cara a lo francés y se incorporan algunos toques exóticos- sin defraudar las expectativas de una clientela que no busca tendencias, a la que no le importa pagar precios de alta cocina y que sigue comiendo a base de primero, principal -carne o pescado con una abrumadora profusión de guarniciones vegetales- y postre. De muestra, el ceviche de barracuda con cremoso de wasabi, el risotto de bacalao, el lenguado meuniere, la presa de ibérico marinada en sangría o la crema quemada que pasaron por nuestra mesa la otra noche. Al frente está Marta Iglesias, joven veterana de la restauración comarcal: Le Dauphin de Moraira, por ejemplo. La sumillería está a cargo de Ferran Ayora, que sabe lo que dice y no se empeña en demostrarlo.
