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El sacristán de San Nicolás

Vivió su infancia en un seminario. Fue monaguillo, colegial interno y cortador de piel para el calzado

Hijo de un camionero zaragozano, José Luis Gracia Martínez de forma temprana descubrió que eso de estudiar no iba con él. Pronto entró como interno en el Seminario Menor de Zaragoza, a pocos metros del domicilio familiar. Con cinco años de ingreso dispuso de tiempo para obtener el graduado escolar y salir velozmente a la calle en busca de trabajo. En el seminario de niños estuvo entre los nueve y los catorce años. También ayudo en misas como monaguillo.

Estamos en 1976, en plena transición política española. José Luis encontró trabajo en una fábrica dedicada a la fabricación de zapatos a orillas del Ebro: Calzados Mediano. Realizó labores de cortador de pieles con una cuchilla y una placa de cinc como base. Ahí trabajo hasta los 40 años. La crisis envió la vieja factoría al garete y José Luis fue a parar a las listas del desempleo, al paro.Meses de asueto. Con la prestación del INEM a punto de caducar, decidió tomarse unas vacaciones. Primero se estableció en l'Alfàs del Pi, luego en Benidorm, más tarde en Busot y acabó en Alicante en busca de faena. La paciencia fue su mejor aliada en aquellos días de 2007.

Aquí, en Alicante, conoció a un sacerdote que se encargaba de la parroquia del Buen Pastor, en la barriada del Pla. Le brindó trabajo en la iglesia. Aceptó el ofrecimiento y se puso a trabajar como sacristán tan sólo armado de la experiencia religiosa que de niño aprendió en el seminario. Sólo estuvo un mes en su primer trabajo como sacristán. Ramón Egido buscaba un ayudante para la Concatedral de San Nicolás de Bari, que iba a abrir sus puertas después de la profunda remodelación del templo programada en el proyecto La Luz de las Imágenes. Ahí permanece José Luis desde hace 10 años para atender a los sacerdotes en el servicio del altar, cuidar de los ornamentos y la limpieza y aseo de la iglesia y la sacristía. También se encarga de preparar todo lo necesario para la celebración de la liturgia, de los libros, de los vasos sagrados y de las hostias o formas; de abrir al público y cerrar la concatedral a cal y canto cada día; de disponer de todo lo necesario para bodas, funerales y otros ritos.

José Luis vive en un piso pegado al templo, propiedad de la Iglesia, por el que paga un módico alquiler. Y está al tanto de las necesidades de los curas: Ramón Egío Marcos, Eduardo Barragán Campello, Cristobal Moreno García, Pedro Luis Vives Pérez y Miguel Ángel Cremades Romero.

Temprano, a eso de las 7.30 de la mañana, abre las cancelas hasta la hora de comer. Y las cierra a las nueve de la noche. José Luis permanece atento en todo momento a la colegiata y a su fresco y bello claustro. Descansa los martes, salvo aviso. El día más duro es el domingo, con la celebración de hasta ocho eucaristías.

Creyente practicante, este sacristán maño recuerda la muerte del que fuera obispo de la Diócesis Orihuela-Alicante Pablo Barrachina. Fue el 13 de octubre de 2008. Se requirió la presencia del «chupacirios» un martes mientras descansaba. Se ocupó de la capilla ardiente mientras que el templo se vaciaba de religiosos y seglares. El sacristán de San Nicolás es un amigo más de los vecinos del Casco Antiguo, que cada día recorre.

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