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Siempre entendió a sus clientes

Siendo niño trabajó la tierra. Vendió botijos y cántaros en mercadillos. Ideó productos para la limpieza. Con su mujer, Mercedes, modista, creó La Nueva Ola, que persiste en Alicante desde hace 54 años.

Siempre entendió a sus clientes

Su madre lo alumbró encima de una tartana hace 91 años. El matrimonio no tuvo tiempo de llegar a su casa de Agost en el veloz parto de su último vástago. Es el menor en edad y estatura de cinco hermanos. Hijo de agricultor y alfarera, Francisco Jover Román (Paco) pronto abandonó los estudios. Algunas clases nocturnas le permitieron aprender a leer, a escribir, a sumar, restar y poco más. Desde niño al tajo. Ayudaba a su padre en las tareas del campo; la madre trabajaba en una alfarería sin energía eléctrica cuyos tornos movían pies y manos, propiedad de su abuelo Pepe «El Rojito», un hombre que vendía gran parte de sus cántaros y botijos en Orán.

Paco recuerda momentos de la Guerra Civil. Desde un peñasco de Agost observaba junto a otros chiquillos los reflejos y las detonaciones de los bombardeos fascistas que asolaron Alicante: oteó el horror a poca distancia.

Con menos de 10 años trabajó la tierra en la finca Chacón (ahora propiedad del Ejército) y comenzó su actividad en la alfarería, pero «sólo llegué a ser un cantarero de segunda», dice.

A los doce años se inició como vendedor de productos alfareros montado en un carro tirado por una mula en mercadillos de la provincia alicantina, de Murcia y de Albacete. El viaje más largo fue a Socuéllamos, cuya ida duró diez días y la vuelta otros tantos. El chaval, siempre acompañado por otra persona, descansaba sobre las jarras y botijos debidamente ordenados junto a posadas que atendían al animal de carga.

Ahí laboró Paco hasta que le tocó cumplir el servicio militar en cuarteles de Albacete y Valencia. Pero el muchacho se apuntó a los regulares y fue a parar a Melilla con el objetivo de acortar su tiempo al servicio de la patria.

Paco volvió sano y salvo a Agost. Ya sabía incluso resolver raíces cuadradas y se aficionó a la lectura. Se reencontró con Mercedes, la mujer de su vida y modista de profesión, con quien ha tenido dos hijas, ambas médicas.

El abuelo decidió vender la fábrica por 17.000 pesetas. Estamos en 1950. Paco cambió de oficio: se dedicó a la trata de animales, en su mayoría ovejas. Siempre inquieto, creó una pequeña empresa dedicada a la fabricación y venta de productos de limpieza para muebles, pieles, suelos, metales y lejía, muchísima lejía. "Productos Jover" abrió mercado. Sus vecinos se extrañaban de los conocimientos de Paco, que, de forma intuitiva y tenaz, había aprendido en un tratado química de droguería que apareció entre sus manos. Él decía que las fórmulas las aprendió de un farmacéutico en tiempo de mili. Convenció a la parroquia. Amplió mercado. Tuvo representantes en Canarias, Madrid, Barcelona, Valencia y muchas ciudades más, que captó a través de un anuncio que insertó en el diario ABC, de tirada nacional. Listo. Mercedes seguía cosiendo.

Repleto de ambición, quiso instalar su negocio en Alicante, en la calle Poeta Quintana, pero los normas municipales impedían esa actividad en un comercio dedicado hasta entonces a la venta de productos de confección. Estamos en 1964. Su abogado, Rafael Beltrán, le dijo que debía cambiar el modelo de negocio. Así fue. Nació La Nueva Ola. El matrimonio alzó la persiana para vender ropa y retales, aunque muy pronto se dedicó a la confección de uniformes escolares, su gran éxito. Lentamente a su tienda llegaron partícipes de las fiestas de Hogueras, de Moros y Cristianos y demás festines para encargar vestimentas y demás ornamentos de jolgorio y los destinados a rituales religiosos. Paco se fue apartando de su laboratorio de lejías y jabones.

La Nueva Ola se trasladó a la calle Calderón de la Barca, donde aún resiste los envites del tiempo después de casi 54 años. Paco incrementó el surtido de su negocio: «Aquí podemos hacerlo todo», fue siempre la frase que encontraba cualquier cliente en su tienda. Incorporó la venta de paraguas, marroquinería, disfraces y casi todo aquello que se pudiera cambiar por dinero: desde una boina a un traje de sevillana; narizotas y máscaras para empezar la fiesta.

Siempre al tanto de su negocio en un mundo de escasa comunicación, Paco durante 25 años visitó ferias de su sector. Ya era empresario de éxito, pero currante. Para atender a la clientela, ajustar precios y mejorarlos, constantemente viajó a Ceuta y Melilla para conseguir productos a buen coste. Noches de tránsito entre Alicante y Algeciras y muchos embarques para adquirir mercancías baratas y fáciles de Paco Jover ha sido luchador, un buen comerciante. Ha soportado la crisis: «El secreto está en saber comprar y tener a disposición del cliente todo lo que necesita, una gran variedad de productos». Sigue en La Nueva Ola junto al mostrador, pero sólo en las mañanas. Su nieto Ginés ya se encarga de atender el negocio.

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