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Paco: primera legislatura

-Hace cuatro años que nombramos a Paco Papa. -Lo recuerdo, sí, Pa. -¿Y? -¿Y? qué?

Paco: primera legislatura

-Que si no tienes nada que decirme. De hecho recuerdo muy bien tus palabras: «Este es el que necesitamos, Pa. Un tipo abierto, moderno, progre, que da bien en los medios? no como el alemán, que es más antiguo que la torre de Babel».

-Bueno, no sé si eso es exactamente lo que te dije.

-Sabes que mi memoria es fotográfica, de alta resolución, JC. Como recuerdo que yo te dije: «Cuidado, no nos vayamos a pasar de modernos y luego vengan las madresmías».

-Sí, bueno? eso sí lo recuerdo.

-Pues no es mal momento para hacer un repasito, ¿no crees?

-Bueno?

-En resumen, el principal mérito de Paco es que parece haberlo cambiado todo sin haber cambiado nada.

-No sé, Pa? quizá eres un poco duro con él.

-Quizá. ¿Pero sabes por qué? No, no lo sabes, sé que no lo sabes, así que te lo voy a decir: porque hasta a mí me ilusionaba un cambio allá abajo, después de tantos milenios de inmovilismo. Y creía que este santo varón era la respuesta. Pero?

-Vaya, cómo me alegra oírte hablar así. Pues reconocerás entonces que el bueno de Bergoglio está haciendo lo que puede. Que no es poco ni fácil.

-Eso es discutible, JC. Como diría Jack el Destripador, vayamos por partes.

-Cuéntame.

-A Paco la gente le percibe como un revolucionario, aun sin haber modificado un milímetro la doctrina de la Iglesia en asuntos relevantes: no ha avanzado en la integración de la mujer en la Iglesia, ni en los derechos de los homosexuales, ni en la tolerancia con el aborto o los anticonceptivos, ni en el asunto de los adúlteros.

-Bueno, Pa. Tú precisamente deberías saber que las leyes de la Iglesia las escribimos en piedra. Y que no tiene demasiado sentido someterlas a debates contemporáneos. El problema es que a Francisco se le atribuye la gesta de haber emprendido una gran reforma, cuando ni siquiera ha comenzado, el pobre hombre.

-Quizá sea así. Pero en estos tiempos de redes sociales, de medios de comunicación y demás zarandajas, el hombre se ha hecho el amo ahí abajo, aunque haya hecho menos que Poncio Pilato por librarte de ya sabes qué.

-Seguramente. Pero eso se debe a su talante. El tal Paco es un telepredicador. Da bien en las teles y ha logrado una popularidad que escandaliza a los católicos «ortodoxos» y que mola a los ateos.

-¡Pues sí que estamos bien!

-¿Sabes lo que dicen ahí abajo, Pa?

-No. Pero seguro que tú me vas a iluminar.

-Ahí va: dicen que Paco es un Papa cercano a Cristo y alejado de Dios. Y que ha renunciado al poder ritual para sentirse cerca del prójimo.

-¿Por eso va en 4 Latas en vez de bajo el palio?

-Lo has pillado, Pa.

-Ya. Y por eso tiene fama de Papa colega.

-Efectivamente.

-Pero eso deteriora su carácter excepcional. Mira, JC, no nos engañemos. Un Papa no es un coleguilla, ni el vecino del rellano que te presta un salero.

-Yo lo comprendo, Pa. No sé si él tanto.

-Es que si trivializamos el cargo de Pontífice corremos el riesgo de que nos tomen por el criterio de Trump y debilitemos el poder sagrado del asunto. Tú ya me entiendes.

-Quieres decir que a Paco se le puede tutear, y eso no es necesariamente bueno.

-Me captas, hijo mío. El Papa no es un sacerdote de barrio, una monjita que cuida ancianos en un asilo? es el Papa, ¡carape!

-Es que allá abajo, desde hace algunos siglos, solo hay un concepto prevalente: democracia.

-Comprendo. Puede que la democracia sea el régimen político ideal „tengo mis dudas„ pero no se puede aplicar según dónde. Imagínate un ejército donde los soldados voten los objetivos a tomar, o una escuela donde sean los alumnos los que eligen los temarios? Pues la Iglesia se parece bastante a esos ámbitos. Y me temo que la democracia no es el ideal de organización. Además, en nuestro caso el boato redunda en nuestro prestigio. Guste o no.

-Te diría que gusta poco, Pa.

-Lo comprendo, pero colabora a darle a la figura papal un aura sobrenatural.

-Pero es que Paco no es así. Él es más del pueblo, un tipo cercano, normal, que predica la paz y el amor, una especie de libertador del capitalismo.

-Me doy cuenta. Pues quizá nos hayamos equivocado.

-¿Equivocado, Pa?

-Así es. Quizá necesitábamos a alguien diferente, más sólido, más amante de la historia y un pelín más conservador, alguien a quien le cueste más dar pasos hacia delante.

-No, Pa, no estarás pensando en€

-Sí, JC. Me temo que sí.

-No, Pa, por favor, eso no€ por ti€ ¡él no!

-No hay alternativa, JC. Nuestro hombre es€ Rajoy€ ¡Mariano Rajoy!

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