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Reo, pero menos

Andrés Castaño comparte su particular visión de la semana en términos informativos

20 lunes

«¿Usted cree que un ministro de Turismo sería tan tonto como para aceptar que un empresario le pagara unas vacaciones en el Caribe?». Este fue el argumento crucial del ministro Soria cuando desmintió la acusación de que había sido invitado a disfrutar la suite de un «resort» dominicano cuya tarifa es de 1.300 euros diarios. El razonamiento me pareció apabullante, siquiera porque una semana en un «resort» me parecía más inocua que una semana en un «complejo hotelero», que eso es lo que significa «resort». Bien, hoy un juez ha declarado que al menos un ministro de Turismo es lo suficientemente tonto como para no pagar sus vacaciones y ese ministro es casualmente Soria, quien había demandado a la publicación que difundió la noticia aportando como prueba unas facturas que han resultado ser las del «spa» del «resort». Aunque un «spa» no es más que una bañera climatizada con surtidores, resulta mucho más indecorosamente descriptivo hablar de un ministro autoproclamado tonto que paga el «spa» pero no la «suite» de un «resort» e intenta tomar por «gagá» a un juez que veranea en Torrevieja.

21 martes

Los primeros indicios hacen tentador asimilar la distinción clásica entre partidos de cuadros y partidos de masas al proceso de primarias en el PSOE: Pedro Sánchez agrupa a militantes, Susana Díaz a dirigentes y Patxi López a nadie. Las primarias son antes un método de aproximación al poder que una aspiración ética y no conviene fantasear demasiado con ellas, como bien sabe Borrell. Tampoco resisten la prueba de la politología comparada: el partido conservador británico mantiene una apariencia de democracia interna aunque en realidad siempre ha sido fiel al escepticismo de Balfour: «Tengo el mayor respeto por las bases del partido, pero no confío en su criterio más que en el de mi ayuda de cámara». Y, en Estados Unidos, las primarias republicanas han engendrado a Trump mientras que los demócratas manipularon las suyas para que la nominada fuera Hillary Clinton y no Sanders. La única conclusión que puede extraerse de ese salto al vacío que implican unas primarias es que habitualmente las preferencias de los militantes no coinciden con las de los electores. El resultado es un partido político ejemplar y derrotado.

22 miércoles

Ayer fue cancelada una entrevista entre el líder sunita del Líbano y Marine Le Pen al negarse ésta a cubrirse con el velo. «Considero el velo como un símbolo de sumisión de la mujer», declaró esta más que probable xenófoba erigida sorprendentemente en abanderada de la igualdad donde muchas feministas del progresismo europeo no han tenido inconveniente en someterse a esas normas de atuendo. La imposición frustrada del líder sunita no es esencialmente distinta de la que persigue Le Pen en Francia, la prohibición de prendas que simbolizan el sometimiento de la mujer. Ambas expresan códigos culturales incompatibles y asumen implícitamente la superioridad ética del propio. A mí no me cabe duda de que los valores que por una vez personaliza Le Pen son incomparablemente más elevados, pero ignoro si esta certeza me legitima para imponérselos a quien ha optado por otros. Es seguro que existe al menos una musulmana cuya voluntad de cubrirse con el velo es ajena a la coacción o gregarismo tribal. Este es un asunto peligroso que merodea por la frontera entre la intolerancia frente a la intolerancia y la libertad de conciencia que puede amparar monstruos.

23 jueves

Si los trámites procesales del «caso Urdangarin» siguen evolucionando como hasta ahora, lo más probable es que el reo termine siendo condecorado con la gran cruz del mérito empresarial. A Romanones no le importaba que otros redactaran las leyes si él se encargaba de los reglamentos y entre reglamentos andamos por más que vociferen los cortesanos de la prensa madrileña a cuenta de una excesiva ejemplaridad. Lo cierto es que a las conclusiones del juez instructor le sucedieron las peticiones más modestas del fiscal, rebajadas a su vez por la sentencia del viernes cuyas penas además han sido diluidas al decretarse la libertad sin fianza del condenado con autorización para que mantenga su residencia en el extranjero. No es precisamente la condena a galeras de Ben-Hur ni la de Edmundo Dantés en un islote amurallado. Me pregunto cuántos condenados a seis años residen provisionalmente en prisión. Sospecho que son centenares, aunque por otra parte ninguno es cuñado del rey, ni medallista olímpico, ni duque consorte, ni un buen mozo con el aura de yerno ideal.

Siempre nos quedará Rato. El estadillo de condenados por las tarjetas «black» es un corte transversal adecuado del segundo escalón de las élites profesionales españolas: muchos políticos pero sólo dos exministros, muchos empresarios pero poco Ibex. A tales señores, tales honores, y queda para la antología de la mezquindad más ridícula que personas pudientes se apropiaran de fondos ajenos para atiborrarse de langostinos o recorrer cajeros automáticos como cualquier descuidero del metro. Era robar por robar o, en inmortal alarde del tirano, «lo hago porque puedo». Por lo demás, el monto del quebranto, quince millones, apenas rebasa el de un fleco de las pre

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