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La historia de un vecino solidario

Aprendió a guardar y repartir comida en la empresa de su familia. Ahora lo hace desde el Banco de Alimentos

La historia de un vecino solidario

Nada fue fácil. Por casualidad nació en Inglaterra. A su padre, Vicente Peral, el alzamiento nacional, la Guerra Civil, le pilló metido en negocios de exportación de almendras en la ciudad de Sutton-Surrey. Su madre, Consolación, esperaba a su marido en Alicante hasta que pudo reunirse con él un año más tarde tras un difícil viaje. El negocio familiar, un almacén situado en la calle Capitán Segarra, fue incautado por las autoridades con mando en plaza a principios de 1937.

El matrimonio tuvo a sus dos hijos en un exilio obligado y complejo. Juan Vicente y su hermano, José Antonio, ya fallecido, pudieron regresar con su padres a Alicante en 1940, tras una larga travesía entre Gran Bretaña, Francia y el puerto de Valencia, donde desembarcaron rumbo a Alicante. Dos bebés: Juan Vicente con poco más de un año y medio y su hermano, con seis meses de vida.

Volver a empezar. Los Peral se asentaron y volvieron a comerciar con alimentos, en especial con aceites, en la próspera mercantil Gaspar Peral y Cía.

Se granjeó de una infancia feliz y desde los 9 años hasta que se hizo bachiller estudió como interno en el Colegio Santo Domingo, en Orihuela, con los Jesuitas. Se diplomó como profesor mercantil en la Escuela de Comercio. Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad San Bernardo de Madrid, se integró en la empresa familiar para custodiar las cuentas y la dirección comercial hasta 1979. La política se clavó en su corazón. Se alistó en las filas de Unión de Centro Democrático (UCD) y también presidió la Junta del Puerto. «Fue una época de ilusión en terreno virgen y fértil, donde todas nuestras ilusiones crecían durante la espectacular transición entre la dictadura y la democracia». Secretario general del partido parido por Adolfo Suárez, en Alicante liderado por el recientemente fallecido Luis Gámir, Juan Vicente no pudo superar la guerra fratricida entre los dos sectores que derrocaron la estabilidad de la formación centrista, con la que aniquilaron muchas peleas entre democratacristianos, acaudillados por Joaquín Galant, y su propio sector, el liberal con quien compartía sensibilidades con el propio Gámir, con Luis Díaz Alperi, con Juan Rodríguez Marín, Eduardo Zaplana y tantos otros. Para más, el segmento político encabezado por Luis Berenguer huyó de la hoguera y se integró en el Partido de Acción Democrática (PAD), que se sacó de la chistera Francisco Fernández Ordóñez antes de aterrizar en el PSOE.

Demasiadas luchas intestinas para un buen hombre. Peral dejó su plaza de mandamás en la UCD y se marchó a casa. Le sustituyó en el cargo Arnaldo Martínez.

A otra cosa. Le encargaron la gerencia de la empresa de servicios TAP S.A., filial de la desparecida Caja de Ahorros Provincial de la Alicante (CAPA), dedicada al mantenimiento de sus instalaciones. Compaginó esta actividad con las de secretario de la Escuela de Turismo y la de administrador del Colegio Mayor Universitario, ambas regentadas por la entidad de ahorros.

Pero la absorción de la CAPA por la Caja de Ahorros del Mediterráneo dejó a Peral sin empleo. «Con 59 años y en la puta calle», asegura. Estamos en 1997. Seis meses en el paro. En la Federación Valenciana de Municipios y Provincias encontró empleo: primero como secretario general; después de vicesecretario hasta 2007, cuando casi con 70 años procedió a su mérita jubilación.

Pero su espíritu solidario y tenaz le había llevado años antes a colaborar con el Banco de Alimentos, desde 1993 presidido por Jaime Gómez. Actualmente dirige la institución que distribuye más de 5 millones de alimentos entre 200 entidades de ámbito social de la provincia que cada mañana necesitan 35.000 almas. Satisfecho con su trabajo, lamenta que la falta de trabajo obligue a miles de personas a rodear manzanas de edificios en busca de algo que echarse a la boca. «La gran criAsí es el vecino Peral.

Atestigua que el egoísmo, la vanidad y el interés personal penetran en todos los estratos de la sociedad, incluso en las instituciones dedicadas a la solidaridad.

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