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Vivir: ¿Una maravillosa odisea?

Viaje a las profundidades de la humanidad

No, no se confunda, no hablo de las profundidades de la tierra, de grutas interminables o cuevas oscuras; sin duda esos son viajes bonitos e interesantes; en eso yo he tenido fortuna en la vida y eso me ha permitido conocer algunas que tenemos cercanas como las de Canelobre.

Las cuevas de Canelobre están aquí al lado, en Busot, con muchas estalactitas y estalagmitas o las de San José en Castellón, o las del Drach en Mallorca, en las que podía navegar por un río subterráneo, las de la Pileta, cerca de Ronda, que como las de Altamira en Santander me permitían contemplar bellas pinturas prehistóricas, o algunas inmensas como las de Zugarramurdi, en Navarra, y aún más lejos pude conocer las minas de sal de Cracovia, en las que el ser humano se permitió esculpir grandes estatuas, o picar y elaborar grandes bóvedas de iglesias góticas. Eso a muchas decenas de metros bajo tierra.

La realidad es que habitualmente viajamos por la superficie del planeta, así podemos disfrutar de bellos paisajes, ver cumbres de montañas nevadas o secos desiertos y también la obra del hombre: torres, grandes y altos rascacielos, largas murallas y puentes que unen lugares lejanos y se elevan aéreos a muchos metros del suelo.

Pero el viaje que hoy le propongo es a las profundidades de la humanidad; entiendo que usted me diga: y ¿quién puede hacerlo? o ¿cómo hacerlo?; supongo que hace días vio por televisión un reportaje en el que los dueños de un barco se habían propuesto salvar la vida de algunos de los miles de inmigrantes que trataban de alcanzar Europa por el Mediterráneo y que al fracasar han convertido este mar en su tumba; esas personas viajan a lo profundo del ser humano: salvan vidas, reconocen el miedo, el temor, el hambre en los cuerpos de todos aquellos a los que rescatan. También viajan así los cientos de voluntarios que, como Médicos del Mundo, por ayudar incluso mueren cuando los hospitales en los que trabajan caen por las bombas que les arrojan; y eso ha sucedido muchas veces, últimamente más en Siria.

Es curioso porque cuando viajamos en superficie vemos blancos y negros, rubios o morenos, altos o bajos; allí los rasgos son más uniformes en sus cuerpos, en casi todos hay miedo, dolor, tristeza y mucha inquietud. De los humanos de los que les hablo son aquellos que son capaces, en ese viaje, de ofrecer muchas terapias; pero todas ellas tienen una base común: el amor. Con ella devuelven esperanzas, consuelan, quitan dolores y ofrecen futuro.

La realidad es que al viaje que invito se puede hacer y habitualmente no exige tanto como los ejemplos que le he puesto; en la vida de todos penetramos, profundizamos en la de otros, hay quien está más preparado y lo puede hacer más adentro e intenso que los demás, son especialmente los psicólogos o los coachs; en tiempos lo hacían los sacerdotes. Me dirá que Ud. no tiene esas capacidades, y posiblemente no las tenga como profesión, no se ha formado en ellas, pero de forma más o menos intuitiva y en el fondo, todos tenemos la receta clave, que es dar amor; es el billete que nos permite viajar al interior de la naturaleza humana y todos podemos tenerlo; de hecho todos somos hijos, muchos somos padres, esposos, hermanos, o simplemente amigos; todos amamos, lo que sí podemos hacer es amar más; si lo piensa es algo magnífico porque tiene efecto en quien lo da y en quien lo recibe, y ayuda a ambos a ser felices; lo que no acabo de saber que es por qué no viajamos más con ese billete. Si lo piensa es barato y nos acerca a la felicidad. En el fondo de todos los humanos tenemos necesidades, que no digo que sólo el amor cure, pero sí que ayuda a sobrellevarlas.

Le decía que en la sociedad hay profesiones que nos acercan a ello, pueden serlo todas las sanitarias, pero también los infinitos voluntarios que dedican su tiempo a ayudar a otros, y podría extenderme incluyendo a bomberos, policía etc. Pero le digo aún más: en la mayoría de los trabajos, si se realizan entendiendo que favorecemos a otros estamos viajando a ese mismo destino; incluso si los aplicamos podemos viajar más y gozar mucho con ese viaje. Supone intentar comprender, empatizar y abandonar las críticas, y los juicios o prejuicios negativos.

En nuestra lengua hay muchos verbos, que si los utilizamos estamos viajando en ese sentido, y no solo es amar, lo es empatizar, que supone meterse en la piel del otro, visualizar mejor sus problemas o dificultades, también lo es compadecer, que expresa querer aliviar el dolor ajeno, y para ello se desea compartirlo, e incluso seguramente lo son donar o dar, que expresa que estamos dispuestos a ofrecer algo nuestro a los demás. Todo ello supone que lo profundo de los demás nos ha interesado.

Resulta curioso saber que ese viaje a las profundidades del ser humano puede resultar uno de los más bellos que podemos realizar, y le digo más: no queda cerrado que no podamos hacerlo repetidas veces.

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