Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La historia de un vendedor de cupones

Ve muy poco. Casi nada. Fue alumno del colegio Espíritu Santo de la ONCE hasta que lo cerraron. Se integró en el colegio San José de Carolinas

La historia de un vendedor de cupones PEPE SOTO

Demasiadas dioptrías se acoplaron en los ojos de Álvaro Álvarez Vigil desde que su madre, María Ángeles, lo parió en un hospital de Gijón. Su visión está afectada por miopía magna, un defecto de refracción en el que los objetos lejanos se enfocan delante de la retina y no sobre ella, por lo que la visión lejana es borrosa. Normalmente se produce por un incremento de la longitud del ojo. Tiene un 80% de minusvalía visual y se gana la vida vendiendo cupones sentado en un sillita de fácil transporte adaptada, detrás de una mesa playera en la que expone supuestos números de la suerte a viandantes y turistas que pasean por los aledaños de la Casa Consistorial de Alicante.

Álvaro y su madre abandonaron Asturias a mediados de 1991. El chaval tenía 18 meses y ya tenía el fatal diagnóstico. Del padre jamás se supo. Se establecieron en Benidorm y el chiquillo, pocos años más tarde, ingresó en el Colegio Espíritu Santo, en Alicante, regentado por la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE), fundada en 1938, y cuyo fin era alcanzar la plena autonomía e integración social de personas con ceguera y deficiencia visual, solidariamente comprometidas con colectivos de personas con otros tipos de discapacidades físicas, psíquicas o sensoriales, por medio de la formación, el empleo y acciones de accesibilidad.

Álvaro es plácido. A su lado, siempre, una madre coraje, que acompaña a su hijo desde antes de las nueve de la mañana y con quien desparece del escenario pasadas las 14 horas para evaluar ventas y beneficios.

Pero el colegio de la ONCE, situado en la Avenida de Dénia, cerró sus puertas en junio de 2006, después de 143 años de trabajo educativo con invidentes, cuando Álvaro se formaba como bachiller. De ahí el chaval y su bastoncillo blanco se trasladaron al colegio San José de Carolinas, donde el muchacho tiró la toalla de los estudios a los 17 años, a pesar de la ayuda del método táctil «braille». La madre coraje siempre ha permanecido a su lado y buscándose cada día las habichuelas en una sociedad hostil.

La ONCE reclutó a Álvaro entre sus vendedores de cupones y del «cuponazo». Ahí trabajó durante cuatro años y medio en contratos de junior y senior, entre la temporalidad y la interinidad que las empresas han adoptado para reducir costes sin tener en cuenta las sensaciones de un colectivo con problemas sociales, económicos y de su necesaria integración social. Sobran barreras.

El muchacho acabó su contrato con la ONCE el pasado enero. No le han vuelto a llamar. Él y su madre ocupan una vivienda social de la calle Virgen de Belén y sobreviven con una mísera pensión que apenas les alcanza para pagar el alquiler. Así las cosas, Álvaro se alistó a un semialiado de la ONCE en el veredicto del número premiado, pero rival que examinan los tribunales: Asociación de Niños, Niñas y Jóvenes con discapacidad (ANDA).

Así se ganan la vida Álvaro y María Ángeles. Aparecen vecinos generosos que cada mañana les compran un cupón o dos y con el apoyo de una mujer menuda, María, que invita a los transeúntes a que prueben suerte.

Álvaro canta todos los números que porta en baja voz. Permanece sentado casi seis horas en su silla plegable, que sólo abandona para desplazarse al Centro de Salud de la plaza de la Santísima Faz en busca de clientes mientras que su madre controla el expositor.

Espera que a su teléfono llegue la llamada de la ONCE para regresar a la primera división del sortero de los cupones, pero agradece a ANDA su apoyo.

Ahí está de mañana. Por las tardes intenta disfrutar de los videojuegos que almacena en su ordenador mientras que su vista aguante. «No veo tres en un burro, pero mientras pueda seguiré sin descanso en el trabajo y en mis historias».

Charlamos el jueves. Se le ve tranquilo y exquisito bajo un gorro de lana roja que elaboró su madre coraje.

Suerte, Álvaro.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats