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Sanchis Banús, el ilustrado sencillo

El cementerio de Ibi alberga en una discreta sepultura los restos de un destacado neurólogo y político republicano

Reportaje dedicado a Sanchis Banús en la revista «Estampa» en agosto de 1932, tras su fallecimiento. Imágenes de la vida social de Sanchis Banús en la provincia y de su entierro en Ibi en 1932.

Los cementerios son el último lugar a donde van a reposar la inmensa mayoría de las personas, al margen de toda distinción social, económica o de cualquier otro tipo que hayan tenido en vida. Con frecuencia, algunas características del individuo se reflejan también en su tumba, de manera que aquellos que han tenido alguna relevancia especial durante su existencia suelen reposar en sepulturas que por alguna razón resultan llamativas. Ahora que se acerca la festividad de Todos los Santos y que con ello aumentan las visitas a los camposantos es buen momento para comprobarlo; no obstante, también puede ser una ocasión oportuna para comprobar que también hay personas ilustres o de gran trascendencia pública o intelectual cuya última morada es tan sencilla como la vida que llevaron.

En el cementerio de Ibi se da con toda fidelidad un ejemplo de esto último. Aquí, en un discreto nicho situado en tercera altura, reposan los restos de José Sanchis Banús. «Hombre bueno, maestro en el arte de curar» es todo lo que puede leerse en el epitafio de este destacado neuro-psiquiatra del primer tercio del siglo XX, que llevó a cabo importantes investigaciones sobre salud mental y que llegó a presidir el Colegio de Médicos de Madrid. Además, tuvo una relevancia política muy significativa. Afiliado al PSOE, fue diputado en las Cortes al inicio de la Segunda República, defendiendo ideas plenamente progresistas como el divorcio o la emancipación social de la mujer, junto con una constante preocupación por las capas sociales menos favorecidas. Su carrera, sin embargo, se vio truncada con una muerte temprana e inesperada en el verano de 1932, con sólo 39 años.

El repentino óbito acaeció en Ibi, donde el médico y político veraneaba de manera habitual desde hacía una década. Él había nacido en Valencia y no tenía vínculos con la localidad juguetera hasta que conoció a su esposa, Aurora Pérez, natural de Alcoy y cuya familia era entonces dueña de la finca ibense Giravela, que en la actualidad da nombre a un parque público urbano. Sanchis Banús era ya entonces una destacada personalidad en el ámbito médico y comenzaba a tener también una notable relevancia política. Eso sí, en ambas actividades se veía claramente una enorme preocupación por la sociedad que le rodeaba y, en particular, por sectores de la población poco desfavorecidos o estigmatizados por alguna cuestión.

El aspecto social en la carrera médica de Sanchis Banús venía en cierta medida heredado de su padre, José Sanchis Bergón, que llegó a ser alcalde de Valencia y que en 1906 fundó la Asociación Valenciana de Caridad, una institución dedicada a la asistencia social y sanitaria de personas sin recursos económicos y que sigue existiendo en la actualidad. El hijo centró su atención también en las capas desfavorecidas de la sociedad, pero más específicamente en la salud mental. Su tesis doctoral, publicada en 1916, llevaba por título «Estudio médico-social del niño golfo» y abordaba los trastornos de conducta en menores, especialmente en aquellos que procedían de entornos sociales desestructurados o de pocos recursos.

La preocupación por el contexto social y su relación con la salud mental fue constante en la obra posterior de Sanchis Banús, tal y como señala en su tesis doctoral la psicóloga madrileña Concepción Pérez Salmón, dedicada al médico vinculado a Ibi. Entre los hitos que la autora destaca sobresale el descubrimiento, en 1924, de una patología que se conoce desde entonces como «Síndrome de Sanchis Banús», consistente en la aparición de alucinaciones en personas con ceguera sobrevenida (no ciegas de nacimiento). Pérez Salmón también hace hincapié en la definición del «trastorno mental transitorio», todavía vigente en el Código Penal, además de considerarlo «pionero de la piscología clínica en España», por ser uno de los primeros profesionales que abordó esta cuestión en nuestro país. Tampoco obvia su preocupación por cuestiones más puramente sociales, a través de su actividad política, siempre ligadas a su formación y experiencia profesional.

Pérez Salmón hace alusión en las conclusiones de su tesis al olvido de la obra de Sanchis Banús, pese a «la importancia de sus aportaciones médicas», y en cómo «su muerte prematura y las circunstancias históricas que se precipitaron después» influyeron de manera decisiva en ello. En este sentido, conviene recordar cómo después de la Guerra Civil su filiación al PSOE le trajo consecuencias, pese a haber fallecido en 1932. Tal y como señala el estudio «Exilio y depuración política en la Facultad de Medicina de San Carlos», del recientemente fallecido médico y profesor Fernando Pérez Peña, el Tribunal de Responsabilidades Políticas abrió expediente contra José Sanchis Banús en diciembre de 1939, ignorando que había muerto siete años antes. Para entonces, su mujer y sus tres hijos ya se habían exiliado a Francia, de donde nunca volvieron. Aurora Pérez se había unido sentimentalmente tras enviudar a Miguel Villalta, destacado dirigente socialista alicantino durante la República y la Guerra Civil. Ella y sus hijos embarcaron desde Alicante en el «Stanbrook», mientras que él se escondió en Monóvar, su localidad natal, hasta que en 1941 fue delatado por una sirvienta y encarcelado, y fusilado en diciembre del año siguiente.

Huella en Ibi frente al olvido

El temprano fallecimiento de Sanchis Banús y el exilio de su familia, unido a su filiación de izquierdas en vida, contribuyeron a que su figura cayera en el olvido durante gran parte del franquismo a pesar de su relevancia científica, salvo en entornos muy concretos. Una de esas excepciones, aunque muy significativa, es el homenaje que la profesión médica de Valencia le rindió en mayo de 1964, cuando iban a cumplirse 50 años de su graduación, con presencia incluso de las autoridades de la ciudad. Con ocasión de la efeméride se convocaron también unos premios de Neuropsiquiatría.

Por lo demás, puede decirse que la figura de Sanchis Banús sufrió un vacío casi total, algo que contrasta con el enorme impacto que tuvo su repentina muerte en 1932, y que se refleja en multitud de documentos de la época, como fotografías y recortes de prensa. Muchos medios de comunicación del momento se hicieron eco del fallecimiento del psiquiatra valenciano y de su entierro, destacando tanto su obra científica como que se trataba de una figura política emergente. Y al mismo tiempo, llama la atención también el recuerdo que este personaje dejó en Ibi, localidad a la que había quedado vinculado por puro azar pero para la que, por las circunstancias, se convertiría en un personaje muy popular hasta la actualidad.

José Sanchis Banús se encontraba de descanso en Ibi cuando en julio de 1932 sufrió una afección hepática que le produjo la muerte en menos de una semana. Se desconoce exactamente por qué el cuerpo no se trasladó a Valencia o a Madrid, donde residía la familia, pero se cree que pudo ser porque donaba gran parte de sus ingresos al PSOE y a entidades de carácter benéfico. En cualquier caso, no cabe duda de que Sanchis Banús se encontraba cómodo en Ibi, donde era bastante más que un veraneante de alta posición. No sólo hacía vida social con algunas de las familias que componían la élite local de entonces -empresarios jugueteros principalmente-, sino que además era un personaje conocido en la población: fue el pregonero de las Fiestas de Moros y Cristianos de 1931 -que aquel año tuvieron un carácter laico-, y se le considera impulsor de la primera agrupación del PSOE ibense, constituida formalmente en febrero de 1932.

El concejal socialista de Ibi Sergio Carrasco, autor de una investigación sobre la constitución del partido en la localidad, señala al respecto que, aunque «no hay pruebas fehacientes» de la intervención de Sanchis Banús en la creación de la agrupación, resulta «lógico» que así fuera. «En sus estancias en Ibi tuvo que entrar en contacto con alguna célula socialista local», dado que «era una figura muy relevante en el pueblo», señala. El edil destaca también que el psiquiatra y diputado «llamaba la atención por su cultura, sus ideas y su propensión al diálogo».

El entierro de Sanchis Banús, celebrado el 23 de julio de 1932 y de carácter laico, fue multitudinario, un acontecimiento probablemente nunca visto antes en Ibi. Carrasco atribuye la conmoción generada a que «tenía una relevancia muy fuerte en el partido» y por eso «se le hace un homenaje en consonancia». El edil ibense no duda de que el psiquiatra «hubiera podido tener un cargo orgánico de no haber fallecido tan pronto». La agrupación socialista de Ibi reivindicó la figura de Sanchis Banús con un homenaje en julio de 1979. Poco después, el Ayuntamiento dio el nombre de Sanchis Banús a un colegio de Educación Especial, así como a una plaza de la población.

El Archivo Municipal de Ibi guarda un importante fondo documental sobre Sanchis Banús, cedido sobre todo por sus herederos. Algunos de ellos visitaron la localidad hace algunos años con motivo de la realización del documental «Aurora», del francés Christian Caroz, que repasa la historia de la familia a partir de los recuerdos de una de las hijas del psiquiatra y diputado, fallecida en 1999. La directora del Archivo ibense, María José Martínez, destaca esta visita como «uno de los momentos más emocionantes» de su vida profesional, puesto que «para el yerno [ya fallecido también] y el nieto de Sanchis Banús fue una satisfacción ver cómo se le recordaba aquí».

Martínez cree que «se trata de uno de los personajes más interesantes de la historia contemporánea local, tanto por su trascendencia profesional como política». A su juicio, «que un pueblo como era Ibi en 1930 tuviera el lujo de recibir a alguien así marcó a sus habitantes». La archivera valora el reconocimiento institucional que se le ha realizado en el municipio, aunque considera que «se podría dignificar más el lugar donde está enterrado, hacerlo más visible y que fuera un lugar de encuentro», aunque es cierto que «en su tumba siempre hay flores puestas».

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