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Iglesias, maniobrero e inquisidor

Iglesias, maniobrero e inquisidor

Lunes

TERRITORIO COMANCHE

«Tumultuario» siempre fue un concepto jurídico indeciso, un subterfugio que pretendía castigar las agresiones en cuadrilla en las que se identificaba a los participantes pero no a los autores materiales. Quizás esto explica que la jueza haya puesto en libertad con cargos a dos de los bípedos abertzales que el sábado intentaron linchar a una pareja de guardias civiles en Alsasua. Alsasua es uno de los epicentros del filoterrorismo desde al menos Las Navas de Tolosa y en sus fiestas patronales se suele parodiar a la Guardia Civil con simpáticas referencias al nazismo. Todo esto ha venido siendo tolerado con amplitud de miras por las instituciones y dos guardias civiles apaleados no suponen una línea roja: el ministro endurece su mentón mientras balbucea algo sobre el «imperio de la ley», la presidenta navarra pone en duda la versión de la Guardia Civil, la mujer se debe a su público, y el experto en ETA de un diario comprensivo llega a la portentosa conclusión de que en Alsasua hace falta «pedagogía», tal vez una Dian Fossey enseñando a contar bananas a los gorilas en la niebla de Alsasua.

Martes

TROVADORES

Una de las ventajas del Nobel a Bob Dylan es que por fin podremos escuchar literatura de postín y no música ambiental en la sala de espera del dentista, algo inalcanzable para un novelista tan gigantesco como Philip Roth que ha sido atrapado en la era de las digestiones intelectuales ligeras. Siendo Dylan un poeta meritorio aunque desde luego no inolvidable, es lástima que Serrat haya nacido en Barcelona y no en Minnesota por aquello de que la distancia que separa «Fiesta» de la estereotipada y algo ñoña «Blowin' in the wind» es la misma que media entre Beethoven y la música militar. El colofón de la astracanada, una operación comercial disfrazada de galardón novedoso, sólo podía ser que nadie pudiera localizar al premiado y eso es lo que ha ocurrido. Como Dylan es célebre por rehuir la ducha, no debe ser difícil hallar su rastro aunque cabe sospechar que tanto suspense no sea más que el primer truco para optimizar ventas. Como escribe el flamante Nobel, «el dinero no habla, dice palabrotas». Pero eso fue antes de poner música a una marca de yogures.

Miércoles

RABASSA OR NOT RABASSA

Si finalmente los pacientes suecos arrojan la toalla y optan por instalarse en Elche, el vodevil de Ikea merecerá ser incluido en una antología de sagas escandinavas patrocinada por la Diputación y la Generalitat que describa el bucólico paisaje de Rabassa y la fugacidad de las obras humanas, en concreto de los planes urbanísticos. Según se percibe extramuros, el problema no son los impactos medioambiental y económico del proyecto, sino dos tempestades subterráneas limítrofes: Ortiz y las rencillas en la izquierda local. Como parece imposible que Ortiz no resulte beneficiado de una forma u otra y nadie quiere aparecer como responsable del enésimo pelotazo, el Ayuntamiento está ensayando piruetas financieras que son aprovechadas por compañeros y asociados progresistas para fustigar al alcalde, un político tan indiscutiblemente excéntrico que ha exigido la expulsión del partido de quienes se abstengan en la investidura cuando todos los indicios apuntan a que los expulsados sólo pueden ser quienes voten en contra. Es completamente lógico que los suecos no sepan dónde poner sus tresillos.

Jueves

LA CRIATURA

Pablo Iglesias es un comunista ortodoxo cuyo atrezzo coquetamente descuidado no logra disipar el tufo a maniobrero oportunista y máximo inquisidor de la causa. Hay que reconocer que aquí muestra una loable ausencia de sectarismo al no diferenciar entre compañeros disidentes y reaccionarios exterminables. Esta asepsia táctica le permite tanto zanjar una ridícula polémica interna que él mismo había creado sobre el puño alzado y la uve de la victoria como símbolos del postmodernismo revolucionario (una triquiñuela de bombero pirómano que usó ferozmente Stalin durante las purgas), como llamar a la insurrección callejera encaramándose sobre un motín de inmigrantes, perpetrar una trifulca en el Congreso sobreactuando a capela o boicotear a Felipe González mediante testaferros enmascarados. Es rotundo el éxito de los estrategas del PP que presionaron a las televisiones para que promocionaran este engendro que desmenuzaría tarde o temprano al PSOE y compensaría la aparición de Ciudadanos. El problema es que han convertido en jefe de la oposición a un tipo que lamenta la caída del Muro de Berlín.

Viernes

VELANDO ARMAS

Desmiente nuestro sambenito de improvisadores crónicos que el PP esté insinuando una disolución anticipada de las cámaras cuando todavía no se ha votado la investidura. Según los plazos constitucionales, puede ocurrir en cualquier momento a partir del 3 de mayo si la oposición se dedica a oponerse, qué escándalo, y esto nos llevaría a elecciones alrededor del 7 de julio, San Fermín, lo que viene a ser una variación jocosa de las que afortunadamente no van a celebrarse el día de Navidad. Tanta previsión debe de haber contagiado al PSOE, que antes de decidir si se abstiene, vota en contra o se inmola a lo bonzo en sus escaños ha comenzado a sugerir candidatos a la secretaría general en el congreso extraordinario que nadie sabe cuándo va a celebrarse. Uno de los nombres propuestos es José Borrell, que obviamente no sería el candidato de la gestora sino un apaciguador espontáneo con pedigrí histórico. Sin embargo, la trayectoria de Borrell es extrañamente parecida a la de Lord Curzon, el político más brillante de una generación irrepetible, que durante toda su vida padeció la maldición de hallarse en el lugar menos adecuado en el momento más inoportuno.

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