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Justicia animal

Ser justos o injustos separa a los animales de la vida o la muerte

Justicia animal

Verán. Desde que tenemos uso de razón, comenzamos a percibir que las cosas son justas o, simplemente, no lo son. No hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos al respecto, basta con acercarse a cualquier parque o zona infantil... Si se fijan en algún grupo de niños de corta edad, de los que allí encontrarán jugando, oirán a menudo como alguno de ellos, al ver que se le da algo a otro niño, pregunta una y otra vez: ¿y yo qué? ¿Y a mí qué?

En ese momento, sin saberlo, ya está apelando a un concepto o idea de justicia. Probablemente, esa será una de las primeras veces que lo haga pero, desde luego, no la última?

¿Han oído hablar alguna vez del juego del ultimátum? Consiste en lo siguiente... Se elige a varias personas al azar y se les da a cada una de ellas cincuenta euros para que los repartan con otra persona como mejor consideren. Pero, eso sí, se les plantea un condicionante: si la otra persona no acepta la cantidad que se le ofrece, ambos se quedarán sin nada.

Como se pueden imaginar, es a partir de ese momento cuando comienzan de verdad las negociaciones para dividir el dinero. Necesitan dar lo suficiente para que la otra persona acepte pero, a su vez, lo menos posible.

¿Y saben qué ocurre? Pues que el 80 % de los individuos rechaza cualquier oferta inferior al 30%, es decir, prefieren no tener nada, antes que tener algo que consideren desequilibrado. Es una muestra clara del sentido de la justicia entre los humanos. Afortunadamente, somos así, si algo no nos parece bien, preferimos quedarnos sin nada antes que vivir una injusticia.

Durante muchos años se creyó que todo lo anterior era sólo y exclusivamente inherente al ser humano pero, hoy en día, se sabe ya que el sentido de justicia existe también en el resto de animales desde la más tierna infancia.

Fíjense, por ejemplo, en los perros, lobos, gatos, tigres o leones, por citar sólo algunas especies? Los cachorros se afanan en mamar de sus madres el alimento desde que nacen; sin embargo, no todos consiguen llenar sus barrigas de igual manera.

Se produce entonces una primera selección natural por la que los más espabilados, listos, rápidos y fuertes consiguen comer más y mejor o, lo que es lo mismo, prepararse con un mayor número de defensas ante futuras enfermedades y peligros. Claro que lo anterior es sólo una parte porque, en esos momentos, se produce algo más? Por primera vez se enfrentan a la primera injusticia de sus vidas. Unos tienen mayor acceso a lo que quieren mientras otros no lo consiguen. Unos maman a pata suelta mientras otros intentan desesperadamente hacerse un sitio entre sus hermanos. ¿Y qué ocurre cuando no lo consiguen? Pues que protestan, lloran y se enfadan reclamando su igualdad de oportunidades.

Este sentimiento de justicia que se da por primera vez en los cachorros de los animales poco después de nacer aumentará considerablemente según crezcan los mismos. Pero, la pregunta es: ¿cómo aprendemos y perfeccionamos todos los animales, incluidos los humanos, ese concepto de justicia e injusticia? ¿Estudiando, quizás? No, lo aprendemos, simple y llanamente, jugando.

Desarrollamos multitud de juegos durante nuestra infancia con los que nos formamos. Unos nos los enseñan nuestros amigos y, otros, incluso, nos los inventamos pero, todos, absolutamente todos, tienen reglas que hay que cumplir. ¿Se dan cuenta? Por ejemplo, los cachorros de león retozan a los dos o tres meses alrededor de la madre. Corretean en torno a ella. Se lanzan unos sobre otros. Se muerden. Se golpean? Y cualquiera que los viera podría pensar que no existe límite alguno para sus travesuras, pero no es así. La madre vigila sus movimientos y, en cuanto alguno traspasa los límites que garantizan que no se harán daño, les gruñe, marca y corrige. En definitiva, lo que hace es comenzar a establecer reglas para ese juego al que sus crías se entregan. Quien no las cumpla será castigado.

Y ¿por qué? Porque su actitud, además de suponer un peligro, resulta injusta para el resto del grupo. No juegan en igualdad de condiciones porque uno está sobrepasando las barreras que los demás cumplen, en definitiva, uno se salta las normas en beneficio propio.

En el caso de los chimpancés u otros primates, si en mitad de algunos de sus juegos se descubre que alguna cría ha recibido un trato de favor, algún premio o, simplemente, ha sido protegida por algún adulto, el juego se deshace, se rompe y todos los cachorros protestan porque se han saltado las reglas del mismo o, lo que es igual, porque se ha producido una injusticia.

El concepto de justicia en el mundo de los primates es básico para sobrevivir. La comida se reparte, no por igual, sino según el esfuerzo que haya realizado cada uno para conseguirla. Se intenta premiar a quien más energía gastó en conseguirla. Puede parecer una tontería pero no lo es, ya que se aseguran así que ese chimpa volverá a esforzarse por el grupo.

Evidentemente, también entre los primates existe la competitividad y, por supuesto, el egoísmo de unos individuos sobre otros, pero el problema es que el egoísmo es la antesala de la injusticia y, por eso, es necesario que se mantenga en unos niveles aceptables, es decir, que permita evolucionar al grupo pero que jamás lo rompa porque, al fin y al cabo, eso significaría directamente la muerte de todos ellos

Así que, como ven, efectivamente, la justicia en el mundo de los humanos es algo universal que a todos nos compete y atañe pero, evidentemente, a los animales también y, tanto, que hasta les va la vida en ello.

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda. Más información en: www.fundacionraulmerida.es o www.animalesarcadenoe.com

En el albergue de animales de la Protectora de Alicante acogemos y protegemos a aquellos animales de compañía abandonados que buscan un nueva familia.

Más información en: www.protectoraanimalesalicante.org

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