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Ataques de tiburones

Los tiburones son peligrosos a veces; los humanos, siempre - Sus agresiones no son habituales, a no ser que se sientan atacados

Ataques de tiburones

En los últimos años se han dado en Alicante varios ataques de grandes peces a personas en los que, en la mayoría de casos, no pudo ser identificada la especie del animal; sin embargo, las heridas que provocaron fueron de consideración y bastantes graves. ¿Se trató de ataques de tiburones?

En el Mediterráneo existen más de 45 especies diferentes de tiburones que pueden medir desde apenas 10 centímetros hasta más de 12 metros de longitud y eso sin contar con que, cada vez más, se están produciendo movimientos de animales de su entorno más habitual a otros mucho más extraños para ellos. Ni que decir tiene que, por supuesto, tanto en el Atlántico como en el Cantábrico también viven tiburones.

Así, la especie más común de todas en nuestro entorno más cercano es la tintorera, un precioso animal de color azul intenso que, nada más y nada menos, puede llegar a alcanzar más de tres metros de longitud -por cierto, que una tintorera fue el tiburón que mordió a una bañista en la playa de los Arenales este verano pasado-. Pero ¿realmente es habitual que un tiburón ataque a una persona?

Pues no, no lo es o, al menos, no lo era. De hecho, se conoce poco y, probablemente, supone una auténtica ruptura de la leyenda, per, está más que probado que el sabor de la sangre y de la carne humana es sumamente desagradable para estos animales. Simplemente, no la soportan.

Fíjense hasta qué punto llega que se han realizado estudios en los que se ha podido determinar cómo la reacción de un tiburón tras protagonizar una mordedura a un humano es siempre de absoluto asco. Por eso, al sentir el sabor humano, rápidamente se aleja llegando incluso a tener arcadas.

Claro que, para entonces, el mal ya está hecho. La mordedura del animal es de tal magnitud que, a menudo, produce grandes secuelas físicas, pérdida abundante de tejido e, incluso, puede llegar a causar la muerte. Baste pensar que un tiburón, según especies, puede llegar a tener distribuidas en varias filas más de tres mil dientes -por ejemplo, el blanco-. De esos, más de mil los renovará cada año.

Y no crean, esto último es muy importante porque le permite hacer dos cosas: una, morder y dejar varios dientes clavados en su presa y, otra, poseer, en algunos casos, esos más de siete centímetros de longitud que mide cada uno de ellos. ¿Se imaginan lo que es eso? Por darles sólo un dato más, además de contar con esos magníficos dientes, la mandíbula del tiburón ballena, por ejemplo, mide más de dos metros de anchura ¿Se dan cuenta? En fin.

Pero, bueno, volviendo al tema? Si no les gustamos, entonces ¿por qué nos atacan? La razón era sencilla hasta hace poco. Siempre se había pensado que lo hacían al confundir nuestro cuerpo con el de algunas de sus presas habituales -atunes, tortugas u otros grandes animales marinos-. De hecho, se cree que la mayoría de veces nos identifican como leones marinos o focas y por eso se lanzan sobre nosotros. Sin embargo, últimamente todo está cambiando y, como siempre, a peor? Existen nuevas teorías e hipótesis al respecto. Por un lado, el calentamiento del planeta y los cambios climatológicos están provocando que muchos animales estén desplazándose y modificando costumbres y hábitats. Por otro, la falta de comida hace que muchos de ellos se estén acercando hasta nosotros hambrientos y desesperados.

Piénsenlo, hace unos años en todo el planeta apenas se producía una docena de estos ataques, sin embargo, sólo el año pasado fueron varios centenares. Y, sí, los sitios más habituales donde más se producen son las costas de Australia, Estados Unidos y Brasil, pero ya han visto lo que ha pasado este año. A veces, donde menos te lo imaginas, aparece uno.

Supongo que en el fondo reclaman también su derecho a la vida y lo hacen allá donde más daño se les hace. ¿Que por qué digo esto? Verán, les recuerdo, por si no lo sabían, que España es el tercer país del mundo en número de capturas de tiburones. ¡Atención! Pescamos, nosotros solitos, más de la mitad de los que se recogen en toda la Unión Europea. Y, por supuesto, a eso hay que sumar las capturas indiscriminadas, lo que se conoce como «cercenamiento» de sus aletas ¿Han oído hablar de ello? Consiste en que, una vez capturado el animal, le cortan las aletas y lo devuelven al mar donde morirá por asfixia al no poder nadar. El motivo de todo ello es la alta demanda de aletas de tiburón en el mercado asiático. Ni que decir tiene que llamar «criminal» a esta práctica es, sin duda, quedarse corto.

Afortunadamente, hace unos años la UE -por la presión de grupos ecologistas- decidió prohibirlo. pero está claro que, allá en alta mar, resulta muy difícil controlar lo que se realiza y lo que no.

Así las cosas, comprenderán que, para estos animales de pura leyenda, fundadores del planeta Tierra, que viven en el mismo desde hace más de 450 años -antes incluso que los dinosaurios-, no es fácil sentirte atrapados por el hambre, la contaminación y la destrucción de su hábitat natural... Y, supongo que, por eso, no se rinden y de vez en cuando -cada vez con más frecuencia- aparecen en los sitios más insospechados para recordarnos que, sí, que el mar es de todos pero... ¡Cuidado! También de ellos.

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda.

Más información en:

www.fundacionraulmerida.eswww.animalesarcadenoe.com

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