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Así son nuestras vacaciones

La realidad del veraneo de los alicantinos: más playa, poco avión y quedarse en casa

Así son nuestras vacaciones

Las vacaciones, ese derecho consagrado de los trabajadores desde no hace tanto, paralizan durante dos meses toda la actividad de un país que durante gran parte del año también tiene en mente los días de descanso. La publicidad, los programas de televisión, las redes sociales y las conversaciones se llenan de imágenes y de informaciones sobre el descanso estival y da la impresión de que todo el mundo está en una playa lejana o descubriendo lugares exóticoslugares exóticos.

Nada más lejos de la realidad. A juzgar por los datos de los -escasos- estudios sobre turismo nacional, para una enorme minoría de habitantes de la provincia «vacaciones» no significa «viaje», sino sólo «tiempo libre» y la escueta mayoría de ciudadanos que sí viajan en vacaciones no tiene que hacer demasiadas maletas. Quedarse en casa o moverse unos días por la costa de la Comunidad es lo que realmente significa «estar de vacaciones» para la inmensa mayoría de alicantinos, según los datos que maneja el Instituto de Turismo de España, Turespaña.

«Me voy al pueblo, que son fiestas», «vamos a pasar una semana en Pirineos», «hemos pensado en ir a un hotel cerca de Port Aventura, para que disfruten los críos» o «al sur, a Cabo de gata y Mojácar» son casi plantillas que se pueden usar para contestar muchas de las conversaciones sobre veraneo que han tenido lugar estos días entre barracas, puertas de colegio o pasillos de oficinas. Menos usual es oír «unos días en Ámsterdam» o «de crucero«, pero desde luego nada raro, de la misma manera que a pocos sorprende la respuesta «nada, me quedo por aquí» cuando se le pregunta qué hace en vacaciones. Y si la reacción es «qué suerte», quizá sea porque el veraneante haya anunciado que «nos vamos a Nueva York» o «de mochileo por Vietnam». Los grandes viajes son, hoy más que antes, verdaderos lujos que disfrutan unos pocos.

Las vacaciones de los españoles en general y los alicantinos en particular siguen un modelo que se repite casi desde que el sol y playa se popularizó en el franquismo. Y, a juzgar, por los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y Familitur, han cambiado muy poco desde entonces.

Con aquella paga extra de verano que la dictadura se inventó para aliviar la posguerra -al principio el salario de una semana para conmemorar la sublevación- salieron los primeros utilitarios desde el interior hacia los pueblos y las costas. Con el desarrollismo posterior surgirá el modelo de segundas residencias de playa y hoteles familiares que dieron forma a los formatos Torrevieja, Benidorm, Benalmádena, Roquetas de Mar, Gandía o Salou, un producto turístico que, según las estadísticas, sigue gozando de una salud de hierro. El turismo de interior y rural se descubrió más tarde y sigue al líder a una distancia importante.

Pero casi todo queda en casa. Porque en este país, la mayor parte de quienes se van de vacaciones elige playa y una minoría se divide entre ciudades de interior y montaña, pero entre todos suman un gran bloque de veraneantes españoles que opta por buscar todos estos estímulos sin cruzar las fronteras. Según el Eurobarómetro «Preferencias de los europeos en el turismo» de febrero de 2014, mientras que en la Unión Europa sólo el 40% de los ciudadanos se queda en su país de origen para pasar de sus días de descanso, en España esta cifra asciende hasta el 73% de quienes disfrutan de sus días libres.

Por falta de costumbre o de competencia externa -España es el país más visitado del continente y acoge cada año al 20% del total de veraneantes de la UE-, el español es un turista eminentemente casero que elige su país con más independencia de la situación económica de la que cupiese esperar.

Porque ya en 2005, con la cartera más alegre que nunca en la historia reciente del país, el español medio seguía siendo fiel a la costa: un 59% de la población aseguraba pasar sus vacaciones en «un lugar cercano al mar o en una ciudad con litoral», mientras que el 80,6% situaba sus días de descanso «en uno o varios lugares de España», según el barómetro del CIS de junio de ese año.

Parece que la fortaleza de la economía no afectó a la fidelidad al producto nacional: en aquellos años, el campo y playa patrio acaparó más del 96% de los viajes vacacionales que se realizaron desde el territorio valenciano, según el estudio de Turespaña que analiza el movimiento turístico de los españoles, Familitur.

«Benidorm. Por calidad-precio no tiene rival». La agente de la oficina de Halcón Viajes de la avenida de La Alameda de Alcoy no hace ningún esfuerzo para recordar cuál es el producto que mejor está funcionando este año en la ciudad. Por lo que cuenta, los hoteles benidormíes que ofrecen playa y diversión para todos también son para los alicantinos. Tiene la misma percepción Chema Mira, agente de viajes de Mundomanía, en Elda. «Estamos vendiendo mucho Benidorm y también Roquetas de Mar, en Almería».

Los dos municipios son modelos de la imbatible combinación de comodidad para los adultos y diversión para los niños con precios que se ajustan a la paga extra de verano de la nómina media de los alicantinos. «Por 1.000 o 1.500 euros tienes pensión completa para cuatro personas y cinco noches en hoteles de tres y hasta cuatro estrellas», resume el agente eldense.

El sol y playa que venden en Elche los gestores de la agencia Ser Ferry es un poco distinto. No han trabajado todavía tanto como sus compañeros, pero ya tienen un esquema de cómo son las vacaciones tipo en la ciudad zapatera. «Hasta que las fábricas de calzado no fijen las vacaciones no vendrá el grueso de las reservas, pero de momento está funcionado la costa nacional. Baleares y Canarias, Almería, Málaga y Salou, por tener Port Aventura cerca», señala una vendedora. Cuenta que en las reservas que ha gestionado, este viaje por la costa mediterránea más alejada suele ascender a unos 1.800 euros. Cree que su cliente considera que la playa de Murcia y el resto de la Comunidad está demasiado cerca.

Las estadísticas a escala autonómica, sin embargo, contradicen esta última opinión. El porcentaje de viajes vacacionales que se realizaron desde la Comunidad en 2014 se dirigió, en un apabullante 69%, a la propia Comunidad Valenciana.

Entonces, ¿vamos de vacaciones prácticamente al mismo lugar donde pasamos todo el año? Sí, por otra herencia del pensamiento tradicional español: la cultura de comprar segundas residencias como inversión. Para el sociólogo e investigador del Instituto de Investigaciones Turísticas de la UA Antonio Aledo en España «el 70% de los veraneantes se alojan en casas propias o de amigos y familiares», lo que a su juicio genera un «turismo cautivo» que vincula de manera permanente a un turista con un determinado lugar de vacaciones.

Los datos de Familitur le dan la razón y confirman además que esta realidad no ha variado mucho con los años. En 2005, el 47% de los valencianos que cogieron unos días fuera de su municipio se alojó en viviendas que tenía en propiedad, mientras que otro 18,4% se quedó con amigos y familiares. Estos porcentajes son prácticamente idénticos una década más tarde. «El veraneo conforma casi un segundo círculo social que se mantiene todo el años. Somos muy de volver con "la gente de la urba"», añade el investigador.

Además, como excepción al hecho de que la inmensa mayoría de los desplazamientos se hacen en coche, las islas Baleares y en menor medida Canarias se mantiene como una de las principales demandas de los alicantinos a la hora de coger un avión. Según una información elaborada por el comparador de vuelos Skyscanner.com, Menorca, Palma de Mallorca e Ibiza son los tres aeropuertos españoles que más reservas de vuelos con origen y regreso en Alicante han registrado este año, situación que se repitió en 2015.

«Aunque los destinos clásicos siguen funcionando estupendamente y el 70% de los turistas españoles son perfiles conservadores de sol y playa» como explica Aledo, hay un número notable de alicantinos que, quizá por vivir en la costa, deciden dedicar sus vacaciones bien a descubrir lugares de interior o bien a volver a su región de origen. La importancia de la emigración manchega al Levante explica que un 7,2% de los desplazamientos vacacionales desde la Comunidad Valenciana se queden en Castilla- La Mancha. Asimismo, es llamativa la fidelidad de veraneantes de la Comunidad a Aragón, que se mantiene estable como una de las regiones más visitadas.

En una sucursal situada en la capital de B The Travel Brand -antigua Barceló Viajes- apuntan que un número reseñable de su demanda este verano es de «clientes que quieren verde» y piden circuitos -recorridos por varias ciudades- por Castilla León, por el País Vasco y otras zonas del norte. Que en la provincia se pide bosque es una idea que apuntala el director comercial de la agencia benidormí Ideal Tours, José Riera, quien ubica entre las principales demandas de sus clientes las rondas de varios días por la meseta y las cordilleras del norte.

Ni siquiera en los tiempos en que se escuchaban con frecuencia cosas como «pulserita en Punta Cana» o «crucero por el Danubio» en las conversaciones de septiembre los registros de Familitur pudieron recoger un despegue de las ganas de conocer mundo de los residentes en esta autonomía. Las estadísticas de este organismo, cuya medida es el «viaje» y está definido como un desplazamiento fuera del municipio de residencia con al menos una pernoctación, dejan muy a las claras que todos los países del extranjero se visitan desde esta región con la misma intensidad con la que se veranea en Andalucía.

Una indiferencia hacia el exterior que, a juzgar por los datos, no es consecuencia de la crisis económica. En 2004 y 2005, Familitur calculó que los valencianos realizaron nueve millones de viajes por vacaciones, de los que apenas el 6% de ellos fueron desplazamientos al extranjero. Aunque el número de viajes aumentaron en 2008 y 2009 y volvieron a bajar entre 2013 y 2014, el porcentaje de salidas a Europa y otros continentes se mantuvo estable en la discreción.

El alicantino, al igual que el resto de sus compatriotas, concentra «el 80% de los viajes al extranjero en Europa», mientras que el resto viaja a América, especialmente EE UU, México y República Dominicana, y el otro 10% se reparte entre el resto del mundo». Las vacaciones extracontinentales representan el 1% del total de viajes de ocio. El «qué suerte» está justificado.

Las causas a la escasa motivación para veranear fuera de España que encuentran los profesionales del sector son conocidas. Influye la enorme inestabilidad geopolítica en el Mediterráneo, pero aún más peso tiene la escasa recuperación económica en un contexto de incertidumbre institucional en el país. El dinero es conservador y se mueve poco en tiempos de turbulencia. «Parece que la gente se anima, pero muy poco a poco. Este año se llevan los cruceros en el Mediterráneo, Italia y ciudades europeas ¿África? Hace años que no vendo un Egipto», resume una agente de viajes de una cadena situada en Alicante

Esta pequeña fotografía del viaje al exterior es compensada por las valoraciones de las agencias de viaje. El vendedor de Mundomanía estima que entre sus ventas «el 30% es extranjero» , mientras que Riera sitúa un 12% de su venta en «grandes viajes». En una región donde el gasto medio por día de los turistas es de 36 euros, pocos pueden cubrir los 8.000 euros que cuesta el paquete Tailandia o los 6.000 del viaje a Nueva York o Japón. «Suelen ser viajes de novios», admite el agente.

En definitiva, el veraneo de los alicantinos busca casi siempre repetir la experiencia de costa y se aventura poco fuera de la provincia. Y eso, quienes pueden permitirse salir unos de ella para desconectar.

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