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Incomodidad, la investidura y el espionaje

Semana y media

Incomodidad, la investidura y el espionaje

Lunes

EN MANADA

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no se sienten «cómodos» viendo a De Gea en la selección española. El muchacho ha sido mencionado un tanto confusamente por una testigo protegida como cliente ocasional de una red de prostitución con pinceladas de trata de blancas y su privilegiada imagen de deportista célebre ha comenzado a chamuscarse en la pira de los platós con público gregario que aplaude o abuchea mansurronamente. Es una circunstancia demoledora que De Gea no haya sido imputado, tampoco investigado (el legislador creó la figura de «investigado» para evitar la carga denigratoria de la imputación y, naturalmente, sólo ha conseguido asimilar a los investigados con los imputados de antaño), ni tan siquiera citado como testigo. Es decir, De Gea sólo aparece tangencialmente en un sumario y esto acarrea «incomodidad» a dos de los candidatos a la presidencia del Gobierno. Hemos transitado de la derogación populachera de la presunción de inocencia a la defunción de la dignidad en las alcantarillas del periodismo de bragueta, la turba con analfabetismo funcional y los políticos que se encaraman a una farola para halagarla.

Martes

JAQUE AL REY

«A la investidura se va para ser investido». Esta original reflexión de Rajoy (es evidente que nadie va a una investidura para «no» ser investido) requiere traducción simultánea: fiel a la máxima «resistir es vencer», Rajoy no cede. Lo cual desemboca en un gobierno presidido por Iglesias o Sánchez, si Podemos y PSOE suman, o en nuevas elecciones, ya que Rajoy no es aceptable para completar la mayoría y queda descartado que el PP apoye a un candidato ajeno. Ocurre que el constituyente concibió la investidura como un trámite al presumir que siempre habría un candidato incontestable que el Rey propone al Congreso tras una charla de salón en la Zarzuela. Era una previsión adecuada para el bipartidismo imperfecto que se volatilizó el 20-D, forzando al Rey a inmiscuirse por imperativo legal pero también sin margen de maniobra. Ahora bien, no hay Constitución, por muy exhaustiva que sea, que pueda prever una epidemia de tozudez.

Miércoles

¿QUIÉN SOY YO?

El espionaje al ministro Fernández y al director de la oficina antifraude de la Generalitat sugiere tres derivadas y algunas excentricidades como cierto columnista histérico que esta mañana ha hablado de «conspiración franquista», a un trecho del genocidio se ha detenido el buen hombre. Lo menos importante es el contenido de la conversación, un salteado de pequeñeces irrelevantes que los nacionalistas en cualquier caso intentarán rentabilizar envolviéndose en la «senyera», como si los Pujol se hubiesen convertido en ciudadanos honorarios de Andorra huyendo de Millán Astray y sus legionarios. Existe además una perspectiva subterránea del guirigay, es decir, quién y por qué ha filtrado el documento; el móvil electoral es secundario, ya que la conversación se produjo hace dos años y hasta en tres ocasiones (referéndum ilegal, elecciones catalanas y generales del 20-D) pudo ser desvelada. Lo cual nos lleva a una tercera aproximación, la genuina tratándose de un país en que se condecora a las Vírgenes y nadie vigila al vigilante. Superando sin duda al reverendo Mackintosh, quien puso como ejemplo de reinserción a un preso que robó el cepillo de la parroquia en cuanto salió de la cárcel, Jorge Fernández ha demostrado que ni siquiera el ministro de Interior está seguro en su casa.

Jueves

TELÓN

Dicen que las diferencias se estrechan, que el PSOE remonta, que el PP ganará votos pero perderá diputados y que la noche del escrutinio será la más larga desde que una locutora confundió las campanadas de nochevieja. Un escenario en el que un manojo de votos puede decidir varios escaños tiende a embrutecer las últimas consignas elevadas al estruendo por unos medios sencillamente incapaces de alejarse de las trincheras. Se ha escarnecido a Rajoy por su declaración de amor a las alcachofas, a Sánchez por limpiarse tras estrechar la mano de un negrito, a Rivera por vetar no sólo a Rajoy sino también a sus imaginarios delfines y a Iglesias por transitar cínicamente del comunismo a la socialdemocracia. Bobadas de la cacharrería periodística: las alcachofas son cruciales para una legión de disputados señores Cayo, es intachable asearse tras estrechar demasiadas manos, nadie está obligado a aceptar candidatos impuestos y, ante todo, es una maravillosa novedad que Iglesias ocasionalmente incurra en la sensatez.

Viernes

PIERDE LA BANCA

El economista Vaughan-Williams recomendó que si las encuestas y el juego dicen cosas distintas, debemos confiar en el segundo. Se refería a las discrepancias entre los apostantes que pronosticaban la derrota del «Brexit» y las encuestas que vaticinaban su victoria. Vaughan-Williams citaba los precedentes certeros de las apuestas sobre el referéndum escocés y las elecciones generales de 2015, que se saldaron respectivamente con una victoria del «no» más clara que la señalada por los sondeos y una mayoría rotunda para los conservadores que sorprendió al propio Cameron. No es difícil adivinar porqué el jugador parece más fiable que el votante: al primero le mueve la codicia mientras que el segundo puede mentir o modificar su decisión sin sufrir perjuicio alguno. Bien, el «Brexit» ha ganado, comprometiendo la solvencia de las casas de apuestas, confirmando que la sociología debe lidiar con demasiadas incógnitas como para desterrar la incertidumbre y sumiendo inapelablemente a Europa en las tinieblas del «efecto dominó». Hablando de cataclismos, también puede apostarse en nuestras elecciones del domingo. La victoria del PP se paga tan miserablemente como el «sorpasso», aunque ninguna casa las admite sobre quién formará gobierno.

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