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Encerrado en un zoo

Proteger a los animales no es sólo un derecho, es un deber

Encerrado en un zoo

Hace unos meses me comprometí a contarles su historia. Hoy, por fin, puedo hacerlo convencido de que ésta representa, en parte, la evolución que ha sufrido la sociedad y, sobre todo, la protección que hoy en día se le reconoce ya a todos los seres vivos del planeta.

Verán, a principios del siglo XX la teoría de la evolución de las especies de Darwin tenía defensores a ultranza -muchos de ellos exploradores/científicos radicalizados en sus pensamientos, capaces de hacer cualquier cosa para demostrar sus creencias-. Uno de ellos, sin duda, fue Samuel Verner, que no dudó en capturar en el Congo a Ota, un pigmeo que había perdido a su mujer y sus dos hijos, al haber sido asesinados éstos por la Policía militarizada de la zona.

El caso es que su captura, por sorprendente que hoy pueda parecernos, tenía por aquel entonces un objetivo supuestamente científico. Verner quería llevarlo a la exposición Universal de Saint Louis de 1904 y mostrarlo allí como el eslabón perdido entre el humano y los primates más avanzados.

Y, dicho y hecho, Ota fue trasladado y expuesto en la misma, junto a indios, filipinos y otros muchos seres humanos esclavizados también igual que él, que fueron exhibidos como distintos estadios en la evolución de las especies ¿Es posible más racismo?

¿Y cómo creen que respondió el público? Pues con la máxima expectación posible, 20 millones de personas pasaron por delante de él y se dejaron en taquilla, nada más y nada menos, que 25 millones de dólares de la época.

El caso es que, finalizada dicha exposición, llegó la hora de ver qué se hacía, entre otros, con Ota... Y, ya ven, no se les ocurrió otra cosa que trasladarlo al zoo de Bronx, en Nueva York, y encerrarlo en una jaula y, por si todo lo anterior fuera poco, meterle además en la misma, como compañero, a un orangután adiestrado de nombre Dohong. Ni que decir tiene que su recinto lo situaron junto al de los chimpancés y a la un gorila llamado Dinah. Y, así, durante años, fue expuesto como un animal más del zoo.

Los periódicos de la época -entre otros el New York Times- continuamente se hicieron eco de su existencia y de la expectación que la misma causaba. Por dar un solo dato, se calcula que, sólo para verlo, más de cuarenta millones de personas se desplazaron hasta allí y pasaron por delante de su recinto. En fin.

Afortunadamente, no todo el mundo veía con buenos ojos aquello. Varias organizaciones religiosas y humanitarias comenzaron a moverse y a gritar que aquel trato recibido por aquel hombre, expuesto y esclavizado, era totalmente vejatorio.

Finalmente, por fin, Ota fue liberado en septiembre del 1906. El asilo religioso de Howard Colored se hizo cargo de él, de ofrecerle por primera vez un lugar digno donde vivir.

Se arreglaron sus dientes afilados, se le proporcionó ropa, educación e, incluso, se le buscó un trabajo en una fábrica de tabaco.

En realidad, si lo pensamos un poco, está claro que, por un lado, se le ofrecieron cosas que para nuestra civilización supongo que están bien pero que me imagino que, para la de él, no? Al fin y al cabo, es fácil imaginar que, en realidad, él lo que más echaría de menos sería su selva, su pueblo, sus costumbres y su gente.

Y, por otro, a esas alturas, a sus 32 años, a Ota ya le habían destrozado mentalmente y le habían dejado rota el alma para siempre.

El caso es que, fuera por una cosa o por otra, el 20 de marzo de 1916, Ota realizó un ritual ancestral de despedida. Prendió fuego a una hoguera, arrancó las coronas que le habían implantado en los dientes para arreglárselos, bailó una danza tradicional de su tribu y, tras ello, se pegó un tiro directamente en su corazón.

Hoy en día, su caso está totalmente olvidado pero, si como hoy se dice, el siglo XIX fue el del fin de la esclavitud, el siglo XX el de la liberación de la mujer y el siglo XXI el del reconocimiento de los derechos de los animales, creo que su caso debe estar siempre presente porque, en el fondo, representa perfectamente el cambio de los tiempos y de la mentalidad de las personas.

Su historia refleja claramente cómo existen muchos aspectos en la vida que ayer fueron normales, y, sin embargo, hoy son, simple y absolutamente, aberrantes...

En el caso de los animales, esto es cada vez más evidente porque -pese a que aún exista un abismo, terrible e importante, entre aquellos que los protegemos y aquellos otros que siguen anclados en costumbre, tradiciones y tratos o, mejor dicho, maltratos del pasado-, cada vez son más los que no pueden pasar de largo sin hacer algo por ayudarles, cuando se encuentran a un perro, a un gato o a cualquier otro animal abandonado, maltratado, que necesita urgentemente ayuda.

¿Que nos queda mucho camino por recorrer en la defensa de los animales? Sin duda, pero lo que nadie puede negar es que, desde hace mucho tiempo, no paramos de caminar hacia esa meta que es el reconocimiento de los derechos de éstos y, lo que es aún más importante, que ya no hay quien nos detenga.

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda.

Más información en:

www.fundacionraulmerida.es

www.animalesarcadenoe.com

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