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La cartera que siempre encuentra destino

Su padre, Emilio, recibió la Medalla de Oro al Mérito Postal. Su abuelo, Tomás, recibió el mismo premio

La cartera que siempre encuentra destino

Alicantina y socialista; foguerera con mando en la plaza de la Santísima Faz y siempre pegada al núcleo de la ciudad junto a su marido, Pedro García, y con su hija, Victoria, desde su estancia de la calle Miguel Soler. Preside una singular foguera a espaldas del Ayuntamiento: Monges-Santa Faz, a la que arribó en 2008, cuando su chiquilla fue nombrada belleza infantil, gracias al lio en los que a la pareja metió su amigo Tomás Sánchez. Ahí sigue y ejerce como jefa multifunción: organización a sus espaldas, sirve viandas a invitados y se pone a barre r suelos callejeros con destreza y muchísima alma. Ya es necesaria.

Hija de un directivo de Correos, Mari Ángeles Navarro Calabuig creció en la Casa de Borja, noble edificio situado en la alicantina Plaza de España, que presidía desde su parte más baja el desaparecido «Bar Cucú».

De niña a bachiller estudió en el colegio Sagrada Familia de las Josefinas, las siervas de San José. Ahí aprendió, creció y se enamoró de Pedro. El COU lo liquidó con templanza en el instituto Miguel Hernández.

A Pedro lo conoció en la discoteca «il Paradiso», ya enterrada, en una tarde de sábado de música «hit» de finales de los años setenta del siglo pasado. Mari Ángeles salió a tomar un poco aire a la intemperie. Un chaval algo mayor que ella que de pintor operaba en aquellos días se le acercó a cambio de unas celestiales calabazas. Nada más. Ella, con trece primaveras en su cantimplora, regresó a casa con sus amigas, contenta, como siempre.

Casualmente, el siguiente sábado, se reencontró, con el hombre de su vida. Aquel chaval esperaba a su madre y a sus cestas sentado en una de las barandillas del Mercado CentralMercado Central, cuando en plena calle Calderón de la Barca apareció Mari Ángeles. Él, sin dudarlo, saltó al asfalto para saludarla y cortejara.

Quedaron para salir por la tarde, con escobas pegadas: una amiga de la chica y un colega de Pedro. Tarde de solsticio de verano en la discoteca «Sonidos»: no cantaron las sirenas.

Un 17 de junio de 1979, ya instalada la democracia en ayuntamientos y diputaciones, nació su amor que se disparó en les Fogueres de Sant Joan. Se amaban, se hicieron novios.

Pedro se buscaba la vida entre pinturas y misiones comerciales; ella entre libros. Quería estudiar Magisterio pero no pudo. Se matriculó en la Facultad de Geografía e Historia junto a una de sus mejores amigas: Mariemi Bermejo, la mejor compañía que ha podido encontrar el ahora catedrático Roque Moreno, que en aquellos años ejercía de estirado licenciado becario para evitar chuletas en los exámenes. A los mandos de una Seat 850, de mañana trabajaba como cartera, pese a que su padre intentó impedírselo; tardes de facultad y noches impartiendo clases particulares. Así es.

Ya licenciada, opositó para ser cartera. Sacó plaza pero eligió una plaza de reparto en moto en El Campello. Jamás había conducido un trasto de dos ruedas. Logró el carné. Pocos años como cartera para asumir otras tareas en un oficio que ha dejado de repartir nobles cartas de correspondencia, pero un negocio todavía que sostienen notificaciones judiciales, burofax cargados de embargos y demás miserias. Pocos funcionarios y la historia de Correos en el aire, en manos de la aún próspera paquetería.

Mari Ángeles pidió el traslado desde El Campello a Alicante cuando se rehabilitó el bello y noble edificio de la plaza de Gabriel Miró, en 2010. Ahora es responsable de distribución de una de las áreas de la ciudad de Alicante. Es una cartera que siempre encuentra el destino. Tradición familiar. Vive en buena compañía.

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