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Javier Robles, la voz de swing

Empezó componiendo música pop a los 16 años con un sintetizador

Javier Robles, la voz de swing PEPE SOTO

Este hombre dejó hace unos meses la abogacía y la empresa familiar para dedicarse de pleno a la música: Javier Peláez Robles, «la voz del swing». Hijo mediano del empresario Manuel Peláez Castillo, fallecido en marzo de 2014, pronto sintió su atracción por la música. A los 15 años, cuando estudiaba BUP en los hermanos Maristas, consiguió, con cierta sorpresa, que su padre le comprara un sintetizador.

Al finalizar el Bachillerato viajó a Madrid para estudiar Derecho en ICADE con los Jesuitas junto a su organillo para componer sus primeros temas una vez recibidas algunas lecciones de música y de canto. Pronto Javier inició una gira entre colegios mayores para cantarles a los estudiantes acompañado por su sintonizador y de una caja de música como acompañamiento que se trajo de América. También ensayó en bandas de diversos distritos de Madrid y fundó un grupo de funki, sin pena ni gloria, pero con muchas risas.

Durante su estancia en la facultad y en otros garitos madrileños conoció a su mujer, Mónica Nombela, también abogada. «La voz del swing» siguió formándose como pianista y, sobre todo, como cantante: estudió canto ligero en Madrid y clásico en el London College of Music de Londres. En 1995 la pareja se instaló definitivamente en Alicante. Abrieron su propio despacho de letrados durante una década. Javier trabajó durante ocho años como abogado, primero, y como directivo más tarde en Ecisa, la empresa familiar de los Peláez Robles.

Demasiado tiempo alejado de la música. En 2012 regresó al canto clásico de nuevo como alumno de la soprano uruguaya Jovita Gómez Couto, afincada en Sant Vicent del Raspeig. También viajó a Madrid para perfeccionar la técnica con la ópera junto al experto tenor Raúl Giménez.

Lo suyo era la música. Necesitaba componer y compartir sus temas con los demás: swing, baladas, soul, entre Sinatra, Tony Bennet y Sammy Davis Junior. La música americana de los años 50 creó una época dorada de un tiempo que reflejó la inocencia, los nuevos horizontes y el progreso de una sociedad que había vivido sus peores pesadillas, explica el cantante.

Un cambio radical en su vida: decidió abandonar la empresa familiar y adentrarse en la escena musical como un chaval. Ninguno de sus antepasados había experimentado sus sensaciones. Espera jubilarse entre el piano y las tablas. Su mujer aún es escéptica sobre su futuro musical. Sus hermanos Manuel y Enrique siguen en la empresa constructora.

Su circo ya funciona. Tiene su propia banda formada por cinco músicos y tres coristas. Y preside la Fundación Manuel Peláez Castillo parida por su padre para echar un cable a personas afectadas por diversos problemas sociales.

Pasa los días pegado al piano en espera de llamadas para actuar en cualquier parte. Necesita transmitir sus sensaciones en forma de melodías, como su último trabajo, el videoclip de su primer single: «Aprendí a vivir», tema compuesto por Alberto Guzmán, que ya está colgado en Internet.

Mientras, Javier Robles ameniza la ruta de los Food Trucks por la provincia de Alicante a golpe de swing. Canciones de los 50, banda, coro, bailarines de lindy hop acompañan a su voz con un original espectáculo entre chefs, gastronomía y bailes donde todos los asistentes son invitados a participar.

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