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En busca del llop marí

"Nuestras costas mediterráneas están repletas de cuevas que llevan este mismo nombre"

En busca del llop marí

Durante mucho tiempo la historia se llenó de leyendas que hablaban de animales monstruosos cuyo principal alimento lo constituían los pescadores del lugar. Según estos relatos, eran animales que gritaban como lobos y aullaban como fieras.

Todo lo anterior, por supuesto, tiene mucho de mentira y sólo algo de verdad. Para empezar, sí, eran animales de gran tamaño y, sí, emitían sonidos de gran potencia -muy parecidos, por cierto, a los aullidos de los lobos ibéricos-. Por lo demás, se alimentaban, por supuesto, sólo de peces y huían siempre de cualquier contacto con el humano. Pero ¿de qué animales realmente se trataba? Pues de focas y, más concretamente, de «focas monjes» o «frailes», conocidas también como «focas mediterráneas» e incluso, en algunos sitios, como «vacas del mar». La explicación de cada uno de estos nombres está bastante clara... Mediterráneas, porque viven en nuestro mar; vacas, por su enorme tamaño -en algunos casos por encima de los tres metros de largo- Y, monjes o frailes, -como pueden imaginarse- no por su religiosidad, sino porque son animales solitarios que, aunque algunos viven en grandes colonias, no tienen problema alguno en llevar vidas apartadas y solitarias.

Pero ¿vivieron, realmente, tan cerca de nosotros estos animales? Por supuesto que sí, de hecho, vivieron y, desgraciadamente, murieron también entre nosotros. A finales del siglo XIX debieron existir numerosas colonias por todo el Mediterráneo. En aquellas épocas la lucha por la supervivencia era de tal magnitud que los propios pescadores fueron los que, progresivamente, debieron acabar matando a éstos animales que, en el fondo, no dejaban de ser competidores directos suyos por la pesca en el mar.

La realidad es que, a principios del siglo XX, la presencia de estos animales debió llegar a ser tan mínima en nuestras costas que, cuando a mediados del mismo, de nuevo aparecieron en distintos puntos del litoral mediterráneo, su sola presencia fuera noticia de portada.

Una pareja de estas focas -por cierto con la hembra esperando crías- apareció en Tabarca. Pero ¿Por qué después de tantos años desaparecidas volvieron de nuevo? Evidentemente, todo son hipótesis. Según algunos expertos, lo más probable es que existieran corrientes marinas en el norte de África -motivadas probablemente por terremotos o, incluso volcanes marinos- que produjeran la huida de estos animales -por cierto, son muy asustadizos- en busca de sitios más seguros. Esa huida los conduciría hasta zonas como Mallorca o todo el litoral de nuestra provincia que les ofreció cobijo en cuevas apartadas o acantilados que, al fin y al cabo, no dejan de ser sus hogares preferidos.

En el caso de nuestras focas tabarquinas, éstas vivieron en la famosa Coba del Llop Marí -según unos, a finales del siglo XIX y, según otros mucho más creíbles, a mediados del siglo XX- imagínense las diferentes versiones existentes al respecto. En lo que sí que todos coinciden es en que aparecieron, de pronto, una noche y que sus gritos y aullidos llamaron la atención de todos los habitantes humanos de la isla.

Se trataba de un macho y una hembra que, como era fácil de imaginar, no iban a acabar muy bien. Tras algún tiempo en la misma, una noche los pescadores decidieron apresar con redes a ambos para llevárselos de allí pero, del disgusto, la hembra parió las crías que llevaba, que nacieron muertas y, hasta ella misma, de la propia angustia, también falleció. Según esta versión, tres días más tarde, el macho, de la tristeza, también murió.

Cuentan que durante esos tres días, sin cesar, día y noche, gritó y lloró y se lamentó y aulló, con tanta intensidad que inundó las calles de la isla del sonido más enloquecedor y triste que jamás se había escuchado en la misma.

El caso es que, recientemente, me entrevisté con un ilustre tabarquino -nieto, por cierto, de la persona que trabajó directamente la piel de aquella foca muerta- que me contó otra versión, totalmente distinta a la anterior, pero de gran credibilidad por venir de quien viene? Resulta que, en este caso, al macho lo mataron una noche -seguramente algún pescador harto de ver como disminuían sus capturas-. Sin embargo, la hembra sí sobrevivió y tuvo dos crías que, junto a ella, fueron apresadas y trasladadas hasta el mismo puerto de Alicante. Allí, pásmense, colocaron unas redes para que no escaparan y las depositaron, nada más y nada menos, que a la altura de donde hoy se encuentra el centro comercial Panoramis.

Las autoridades de la época parece ser que hicieron de aquello una atracción y permitieron -previo pago de la correspondiente entrada- acudir a verlas a todo aquel que quisiera hasta que finalmente fueron falleciendo las mismas. La verdad es que, desde el punto de vista de aquellos pobres animales, no sé cuál de las dos versiones es peor. En fin.

¿Y qué ocurrió en el resto de España con estos animales? Pues, más o menos, lo mismo. Todas las focas monjes que existían fueron, una tras otra, apareciendo muertas por toda la costa -unas a machetazos y otras hasta a balazos-.

Hoy se intentan imponer programas de reintroducción pero, por un lado, como siempre la constante falta de recursos económicos y, por otro, la situación de extinción inminente de la especie, impiden la buena marcha de los mismos.

Pese a ello, milagrosamente, quedan aún algunas colonias importantes en África, en la zona de Mauritania y algunas también en Grecia pero, nuestro litoral que antaño fue su casa, hoy ya no lo es. Una pena porque, en estos días en los que se busca un turismo sostenible y ecológico e ideas para atraer a personas que buscan valores medioambientales, poner en marcha programas de este tipo -como, por ejemplo, en la isla de Tabarca, evidentemente con todos los permisos, controles y medidas de seguridad necesarias- supondría un atractivo único, diferente, gratuito y constante, además de la realización de un gran labor en defensa de una especie con la que, sin duda, tenemos, entre otras, una deuda de sangre o, si lo prefieren, una deuda de vida.

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda.

Más información en:

www.fundacionraulmerida.es

www.animalesarcadenoe.com

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