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Algunas lecciones que la vida nos enseña

Sea listo, aprecie y aplique muchas de esas enseñanzas, con actitud de aprender

Seguro que conoce algunas personas que tras un daño cerebral por ictus o traumatismo no pueden hablar, los médicos dicen que tienen «afasia». Pues bien, en la vida es más frecuente otra situación y no se considera ni siquiera una enfermedad. Está presente en muchas personas que son incapaces de dialogar; es así porque no son capaces de oír; o mejor, oyen pero no escuchan. Son constructores de monólogos y circulan por la vida hablando ellos solos, porque lo de los demás no les interesa. No le prestan atención.

Ya le comenté que otros prefieren tener razón a ser felices. Discuten todo y no ceden y se esfuerzan en tener razón, lo que les evita o dificulta ser felices, pero se afanan en ello, discuten sin límite y ello les impide alcanzar la felicidad.

Otros no tienen clara la jerarquía o importancia de los verbos. Priorizan el tener al ser. Se afanan en adquirir más, en acumular lo material, más que esforzarse en ser algo más, y sobre todo mejores, en crecer como personas, en enriquecerse en valores, y le será más fácil transitar por este mundo ligero de equipaje.

Le he referido a que con frecuencia no valoramos lo que tenemos, y especialmente sólo somos conscientes de ello cuando lo perdemos o estamos a punto de perderlo. Por ejemplo la salud. Es un bien muy grande que poseemos y no la valoramos aunque somos nosotros, no los sanitarios, los que debemos cuidarla. Erramos si nos arriesgamos a perderla por falta de sentido común, si nos implicamos en actividades de alto riesgo, ingerimos tóxicos o hacemos malas dietas.

Otras personas deciden hacer de la queja su bandera. Lamentarse y sentirse mal les da protagonismo social y así caminan por la vida, sin entender que a medio plazo pueden ser rechazados porque nublan su entorno, agobian a sus congéneres. Los aburren e incluso les abruman. Podríamos decir que sólo hablan para cantar ruina. O que sólo están bien cuando están mal.

No hemos aprendido que el que más da es el que más recibe. Pregúnteselo si no a los voluntarios; en cualquiera de sus actuaciones uno de ellos le explicará cómo se siente al hacer el bien.

También suele ser negativa nuestra visión del esfuerzo, y no lo vemos como una gran oportunidad. Sigmund Freud decía: «He sido muy afortunado; todo en la vida me ha costado mucho». Sin duda, de no haberse esforzado, su aportación, su legado al mundo, hubiera sido menor.

También nos enseña Descartes que muchas veces sufrimos por cosas que nunca nos sucederán. En lenguaje llano: nos ponemos el parche antes de que salga la herida. Sufrimos con anticipación. Así sucede por ejemplo con los vómitos por recibir quimioterapia; sabemos que algunas quimioterapias los causarán, pero lo curioso es saber que en muchas ocasiones algunas personas que iban a recibir quimio tienen los vómitos antes de iniciar su toma, antes de que se les administre; y eso es lo que llaman vómitos anticipativos y son debidos a que nuestro estado de nervios los provoca.

Importa saber lo costoso de fingir. Le aseguro que no compensa; cuanto más acerque lo que piensa, lo que dice y lo que hace, le será más fácil ser feliz.

También conviene recordar que el tiempo pasa para todos, los minutos, las horas, los días o los años, y al vivir lo vamos consumiendo todos; es un error plantearse ese consumo cuando uno es mayor o anciano. El momento que importa que valore es el ahora. Le he comentado a veces que el pasado fue, nos enseña, pero es irrecuperable, y el futuro es impreciso. Por eso el ahora es clave; hay que vivir todos los momentos con plenitud; como si fueran a ser el último.

También es importante soñar y lo hacemos poco. No digo que no seamos realistas, pero sí que elevemos nuestras miras. Hacerlo embellece el paisaje de la vida por el que debemos transitar. Dicen que los sueños suelen ser caros; yo pienso que es más caro no tener sueños.

Por otra parte le recuerdo que la mentira es un paso erróneo, como una salida en falso, con frecuencia le lleva a un corredor que retorna al mismo camino del que se parte y tendrá que volver a enfrentarse con la situación por la que mentimos. Por otra parte, mantener esa irrealidad cuesta mucho esfuerzo. Yo no se lo aconsejo como vía de tránsito. La verdad abre ventanas, da luz y embellece el camino.

Otros son insensibles a lo que sucede en su entorno. Caminan con cara de póquer. Quizás lo hacen porque no quieren sufrir. Pero se equivocan. Compadecerse de los otros, y no en el sentido de ser dadivosos, sino en el de no querer que sufran, compartir e incluso integrarse con ellos, sin duda puede doler, pero genera humanidad y múltiples satisfacciones.

Sea listo, aprenda y aplique muchas de las lecciones que la vida nos enseña. Cada día que vive asiste a muchas y magnificas clases, pero importa que las aprecie y tenga la actitud de aprender.

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