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Padrecitos, padres y padrazos

Los animales llegan ya enseñadoy y licenciados en ser padres

Padrecitos, padres y padrazos

Pero, puestos a comenzar, hagámoslo por lo positivo, es decir, por aquellos padres que destacan en el reino animal por ser, precisamente, eso, unos auténticos padrazos y no, simplemente, unos sementales que, una vez fecundada la hembra, buscan resguardo donde descansar y, si es posible, otra hembra con la que aparear.

Por ese motivo, iniciemos nuestra andadura por algunos de esos de padres abnegados que cuidan hasta sus últimas consecuencias de la prole. Por ejemplo, con las águilas que, de principio a fin, se encargan de todo con tesón y esmero... Comienzan por la preparación del nido, acomodando durante días lo que será la cuna que acogerá a sus crías. Por cierto que, en este sentido, su comportamiento, curiosamente, es muy parecido al del humano. Es sabido que las mamás humanas embarazadas sienten una necesidad imperiosa de reformar la casa en la que viven, meses antes de que nazcan sus bebés. Debe ser éste uno de los pocos comportamientos innatos con los que aún no ha podido acabar la evolución del ser humano.

Pero prosigamos con nuestras águilas... No acaba la labor del macho en la edificación del nido; muy al contrario, tras nidificar, el macho protegerá tanto los huevos como a la madre... Y cuando por fin las crías salgan del cascarÓn, él seguirá atareado con la alimentación de éstas e, incluso, semanas más tarde, asumirá la tarea más difícil de todas, iniciarlas en el arte de volar.

¿Y cómo consiguen esto último? Se preguntarán ustedes... Pues, muy sencillo, utilizando el hambre como motor de su aprendizaje.

Verán, durante el proceso de cría, las águilas -padre y madre- irán alimentando a los polluelos con la comida que cacen pero, eso sí, siempre previamente desmenuzada a jirones. Así, poco a poco, irán comiendo y creciendo pero, según lo hagan, sus padres también irán, progresivamente y a la vez, alejando el alimento de éstos. Primero lo harán tan sólo unos centímetros, luego unos metros y así hasta que, finalmente, el polluelo habrá de volar necesariamente hasta donde se encuentren sus padres si quiere comer? En fin, son las cosas de la naturaleza.

Claro que, realmente, en la escala de padres, perdón, de padrazos, arriba del todo se encuentran los espectaculares lobos. Sin duda éstos son buenos. ¡Qué digo buenos! ¡Buenísimos padres!... Los mejores.

Se preocupan de la hembra durante todo el proceso de gestación. Luego se encargan de ayudarle a criar a sus bebés, de alimentarlos a todos según vayan creciendo y, sobre todo, durante las veinticuatro horas del día, de proteger y vigilar a la prole para que ésta no sufra daño alguno.

Y ¡atención! Todo eso está dentro de ellos al nacer, lo traen de serie. Saben perfectamente qué han de hacer en cada momento y, lo que es más importante, cómo hacerlo.

Asisten a la loba en el parto como auténticos comadrones, ayudan en la lactancia materna asistiendo en todo momento a ésta y cubriendo todas sus necesidades? Y, hasta cuando tienen que introducirles la alimentación a los lobeznos, sin que nadie les enseñe, también saben cómo hacerlo.

Por cierto que este último proceso es de lo más curioso porque ¿se imaginan cómo consiguen introducir los padres la carne en la alimentación de las crías, una vez terminada la época de lactancia? Pues, fíjense, cuando el lobo caza a un animal, no se lo comen, lo entierran previamente durante días para que la carne se macere pero no se pudra.

Posteriormente, cuando ésta ya está blanda, la desentierran y van, poco a poco, dando a cada una de sus crías trocitos de carne para que éstas, a su vez, vayan alimentándose y puedan crecer. ¿Qué les parece?

Por supuesto, además de todo lo anterior, los lobos machos juegan con sus crías, las educan y, literalmente, dan su vida por ellas si es necesario.

Claro que, llegado a este punto, creo que es hora de abordar el ranking más negativo. ¿Quién creen ustedes que son los peores padres del reino animal? Pues, ya ven, por un lado y, de forma general, los grandes y pequeños felinos que son capaces de matar a sus crías para que las hembras entren de nuevo en celo. Por otro, los elefantes, que hasta han de ser expulsados por las hembras de las manadas para que no atenten contra la vida de sus propios hijos? Y, por último y, sin ir más lejos, pásmense, los perros y, por cierto, también las perras.

¿Y por qué? Pues porque han descargado totalmente la paternidad en manos de sus propietarios humanos ¿Se imaginan? Si ellos supieran que muchos de esos humanos en los que confían ciegamente se dedican cada año a arrojar a cientos de sus cachorros, literalmente, en el interior de los contenedores de basura de toda España, seguramente, cuanto menos, se echarían al monte y correrían desesperadamente en busca de la ayuda de sus hermanos lobos. ¡Pobres animales!

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda.

Más información en:

www.fundacionraulmerida.es

www.animalesarcadenoe.com

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