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Osos, perros, cocodrilos y otros animales viajeros

De todos los casos de animales viajeros que he conocido en mi vida, hay algunos que, sin duda, por su singularidad, nunca podré olvidar

Osos, perros, cocodrilos y otros animales viajeros

Por empezar por uno cualquiera, lo haré con el de aquel perro que, un buen día, recogimos vagabundeando en las inmediaciones de la cárcel de Fontcalent. Afortunadamente, el mismo estaba identificado con chip, lo que, por cierto, nos llevó a nuestra primera sorpresa. ¿Saben dónde vivía su propietario? Nada más y nada menos que en Valencia.

-¡Qué raro! -pensé. Nos pusimos inmediatamente en contacto con él y, realmente, lo sorprendente vino entonces... Afirmaba tajantemente el mismo que hacía escasamente dos horas que lo había estado paseando personalmente por la calle.

-¿Y entonces, dónde vive usted? -le pregunté pensando que quizás la dirección estuviera incorrecta... Reconozco que al oír su respuesta me quedé, prácticamente, sin respiración. El perro era vecino y residente en la localidad de Picassent pero, no en cualquier barrio, qué va, vivía en el mismo centro penitenciario ubicado en dicha localidad; bueno, en realidad, para ser más exacto, en las viviendas donde residen los funcionarios que trabajan en ella. ¿Qué les parece? ¿Cómo pudo llegar de una cárcel a otra en tan poco tiempo? ¿Quién lo recogió? Nunca lo sabremos. Lo que parece evidente es que aquel pobre animal, de una forma u otra, estaba condenando a la vida carcelaria.

Claro que, para viajero, aquel cocodrilo que una mañana de primavera recogimos del centro de Alicante. El animal paseaba tranquilamente por la acera cuando un policía lo confundió con un lagarto. En realidad, no crean, fue una auténtica suerte que aquel animal no hiciera nada por demostrar las inmensas diferencias que existen entre uno y otro. Sólo les contaré que, cuando metías un palito en el interior de la jaula en la que estaba, oías cómo lo rompía, veías cómo caían las dos mitades del mismo pero, jamás, jamás conseguías ver cómo lo mordía. La velocidad de su ataque era superior a la capacidad del ojo humano.

Pero, sigamos... Otro clásico en el mundo de los animales viajeros es el que forman aquellos que deciden usar los márgenes o los propios viales de las autovías para emprender sus particulares peregrinajes. Me refiero, en este caso, a burros como Españita, al que, imagínense, encontramos el mismo día en que España ganaba el mundial de futbol -de ahí el nombre que elegimos para llamarla-... O, por ejemplo, al caso de una llama de frondoso pelaje y cuatro patas como robles, a la que, reiteradamente, rescatábamos de la autovía cada vez que se les escapaba a sus dueños; por cierto, con el único y noble fin de encontrar galletas que saciaran su infinita hambre. En fin.

Y no piensen que los anteriores son casos excepcionales, todo lo contrario. Existen otros muchos animales que, bien porque fueron abandonados, o bien porque recibieron la llamada de la aventura y escaparon de sus encierros, fueron recogidos en los más variados lugares de nuestros alrededores... Mapaches, coatíes, lemures, emús, etc, etc, han sido algunos de esos «desgraciados viajeros» que emprendieron camino a ninguna parte.

Pero, sin duda, existe un caso que no me resisto a compartir con ustedes por lo estrambótico y surrealista que, en el mismo, resulta todo... No sé si recordarán las imágenes que, por cierto, aún andan por internet, en las que se ve a un oso atado a una farola oso atado a una farolaen un pueblecito de Valencia. Al parecer, habían contratado a una persona para que desfilara durante las fiestas patronales con un oso.

Sin embargo, quiso la naturaleza que la lluvia cayera con tanta fuerza ese día que, finalmente, se suspendiera la famosa cabalgata. Cuando eso ocurrió, todos corrieron a protegerse a sus casas, claro, todos menos el domador del oso, al que no se le ocurrió otra cosa que dejar atado al mismo a una farola y meterse en el bar de enfrente.

Cuando, finalmente, escampó, ya era demasiado tarde. El hombre había alcanzado tal estado de embriaguez que, a lo máximo que aspiraba, era a recoger el oso y, como mucho, a emprender el camino de vuelta a casa.

Reconozco que, cuando tuve conocimiento de aquello, recordé inmediatamente aquel otro caso sucedido en la Vega Baja, en el que la Policía descubrió cómo un hombre trasladaba en un vehículo un oso también para un desfile -seguramente sería el mismo-, pero ¿cómo se imaginan que lo llevaba? ¿En un remolque, no? Nada de eso. El animal iba sentado en el asiento de al lado del conductor... Eso sí, para ser honesto a la verdad, al parecer iba con el cinturón de seguridad puesto. ¡Ver para creer!

El caso es que, volviendo al oso atado a la farola del principio y, por contarles cómo acabó el asunto? Al conocerse los hechos, se produjo una intervención de las autoridades que, entre otras cosas, descubrieron que, en realidad, se trataban de dos osos y no sólo de uno. Los animales, finalmente, fueron decomisados y se nos pidió que encontráramos un lugar donde, a partir de ese momento, pudieran vivir en paz. No era fácil pero, tras varias gestiones, encontramos una amplia reserva dispuesta a acogerlos. A partir de ese momento ya no volvimos a saber nada más de aquellos osos, convencidos de que todo había quedado ya resuelto? Pero, un día, al preguntar por ellos, me comentaron que todo había ido bien salvo que, al principio, habían existido algunos problemillas para el traslado de los mismos pero que, en realidad, éstos habían quedado solventados, rápidamente, al ofrecerse el propietario, personalmente, para llevarlos hasta allí. Reconozco que, cuando escuché aquello, se me pusieron los pelos como escarpias. Llamé, entonces, a la reserva y me confirmaron que los animales habían llegado sanos y salvos. -¡Menos mal! -pensé.

¿Y cómo viajaron?, se preguntaran ustedes? Pues nadie supo decírmelo. Pero, sinceramente, a estas alturas y, visto lo visto, supongo que uno lo haría sentado al lado del conductor, y el otro oso, cómodamente tumbado en el asiento de atrás. En fin, «lo normal» en estos casos y en un país como éste, claro está... Ya se sabe, «Spain is different».

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda.

Más información en:

www.fundacionraulmerida.es

www.animalesarcadenoe.com

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