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Hay cosas que nunca fallan

«... por lo que os sugiero que desde Marruecos avancen los tercios de caballeros legionarios hacia la península y junto con las unidades leales a la Patria nos hagamos con el control del gobierno y desterremos, como hicimos en el glorioso alzamiento del 36, a los enemigos de nuestra patria allende nuestras fronteras, donde no puedan inocular su ponzoñoso veneno».

-Pa, ¿estás oyendo al anciano del bigotillo y la voz de flauta?

-Sí JC. Lleva ya rato así, delante de un espejo. Subiendo y bajando la mano derecha, con ese uniforme lleno de condecoraciones, las gafas de sol y una caña de pescar. Escucha tú, porque yo no entiendo nada.

-Creo que está delirando. Desde que llegó aquí, hace ya 41 años, había pasado bastante desapercibido. La verdad es que no se había metido con nadie y tampoco levantaba mucho la voz. Se le vio un poco cabreado hace poco, cuando apareció un tal Suárez, al que trataba de traidor, pero salvo eso? El hombre juega sus partiditas de do-minó por las tarde con sus amigos.

-¿Sus amigos?

-Un tipo que va vestido de almirante pero muy chamuscado. Otro lleno de correajes, José Antonio, creo que me dijo que se llamaba. Y uno muy triste con orejas grandes que se pasa el día llorando, Carlos Arias, me parece.

-Pues yo cada mañana le escucho cantar una canción muy rara.

-Sí, es cierto. Se levanta al amanecer y entona a voz en grito una cosa desfasadísima que llama «Cara al sol». Que habla de camisas nuevas y banderas y renaceres y qué sé yo?

-Bueno... al menos no hace daño a nadie.

-Ahora. Porque se pasó una buena temporada llamando allá abajo.

-¿Sí?

-Sí. Parece que tenía amiguetes aún en España. Un tal Tejero, al que aún estamos esperando, que un día se lió la manta a la cabeza y le dio por entrar pistola en mano en el parlamento.

-Bueno, al menos despertaría a la panda de vagos que hay allí.

-No seas malo, Pa. Que algunos trabajan.

-Sabes que no me gusta que generalices, JC. Desde el antiguo testamento te he enseñado a ser concreto. Veamos.

-Bueno? algunos diputados presentan, de vez en cuando, alguna iniciativa legislativa.

-JC?

-Vale. Algunos diputados aprietan el botón de votaciones.

-¡JC!

-De acuerdo, Pa.

-¡Algún diputado va de vez en cuando por el Congreso!

-Mucho mejor. Parece que sí? ha habido alguno que incluso, entre solitario y solitario, promulgó alguna ley para recalificar el suelo? en fin?

-Pero a lo que íbamos, Pa. El tal Franquito, el del uniforme y la voz de flauta, está negro. Dice que le están destrozando lo que él hizo y no sé qué de que vuelve el frente popular, así lo ha llamado. Mira, por aquí viene. Quiere hablar contigo.

-Déjeme bajar Yahvy. Solo un par de meses. Yo organizo un levantamiento con legionarios y tropas africanas que meto en vereda a esos rojos en un abrir y cerrar de ojos.

-Verá usted, general Franco?

-Generalísimo, si no le importa. Por la gracia de usted.

-No sé yo? pero en fin? Súper General.

-Generalísimo, ¡rediez!

-Vale. ¡Generalísimo! No está previsto que los que han venido hasta aquí arriba pueden retornar allá abajo.

-Lo sé, oh glorioso padre celestial, oh hacedor de cielos y tierras, oh?

-Yahvy será suficiente.

-Es que mi querida patria está en un gravísimo peligro. Yo la había convertido en la reserva espiritual de Occidente y ahora me la han transformado en una casa de lenocinio. No le digo más que los hombres se pueden casar y que pitan al glorioso himno patrio en las finales de Copa.

-No será para tanto, gene... Generalísimo.

-Para tanto no. Para más. Los catalanes, esos pintorescos personajes que llevan barretinas y comen fuet, se quieren independizar de la madre patria. Y como tras las elecciones se ha montado un carajal de padre y muy señor mío, me temo que todas las fuerzas antiespañolas aprovechen la debilidad de la patria para despedazarla a dentelladas.

-Comprendo.

-¿Me deja bajar entonces? ¿Solo un mes?

-Me temo que no. Sería un agravio comparativo. Luego vendría Napoleón, y Hitler, y Walt Disney, que aún lo tenemos por aquí congelado.

-Al menos déjeme que pacifique a mi país con la más vieja de las tácticas, con el proce-dimiento que a mí me resultó infalible durante los cuarenta años de gobierno. Ya que los pobres españoles han sido castigados con esta clase política, compensémosles con lo que verdaderamente les hace felices.

-Usted dirá, que me he perdido.

-Haga que la liga de futbol se apriete arriba, que el Barça deje de ganar y que la final de la Champions sea de dos equipos españoles.

-Uf? ¡qué susto me había dado! Concedido, Generalísimo. Y un par de entradas para el día de la final. Yo voy con usted. ¡Y que piten el himno, si tienen narices!

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