Nuestro horario es un error «histórico-político que a base de repetirlo se ha convertido en norma», asegura la socióloga de la UA Malena Fabregat, quien reseña que los grupos humanos integran «hábitos como si fueran irreversibles y aunque sean dañinos». La investigadora cree recomendable replantearse nuestro uso del tiempo ante la evidencia de que resta descanso y afecta en las dinámicas de convivencia, salud y rendimiento escolar.
Adaptar la hora a los ritmos biológicos es una demanda muy razonable también para Paula Giménez, directora de la unidad multidisciplinar de Medicina del Sueño de la Clínica Vistahermosa de Alicante. Los ritmos fisiológicos de los niños y sobretodo de los adolescentes están retrasados, lo que les lleva a dormirse más tarde y a perder atención durante las mañanas. Al igual que muchos otros especialistas en sueño, cree que «obtendrían mejores resultados académicos si el horario escolar comenzara a las 10 horas».
Atrasar los institutos, pero adelantar las oficinas, comidas, la hora de salir del trabajo y adelantar el prime time televisivo son ideas propuestas por ARHOE que suscribe la doctora. «Tendría consecuencias positivas para la conciliación familiar y para el descanso nocturno, pues ganaríamos horas de sueño, fundamentales para poder afrontar adecuadamente el día siguiente», declara.
Además es partidaria de regresar a GMT 0. «Volver al huso horario que nos corresponde por nuestra situación geográfica supondría sincronizar nuestros ritmos biológicos con las condiciones externas de luz y oscuridad, lo que favorecería que conciliáramos el sueño más pronto: la hormona del sueño, la melatonina, se sintetiza en condiciones de oscuridad y su producción se inhibe por la luz», afirma Giménez.
Y respecto a la siesta, desaconseja descansos largos pero defiende las siestas cortas de 15 o 20 minutos -bautizadas «power naps» en inglés-, ya que se ha demostrado que «mejoran la capacidad de atención y el rendimiento».
