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Ceramista, agitador cultural y cabaretero

Siempre soñó con ser artista. Parió la llamada cerámica alicantina, se instaló como agitador cultural en el Casco Antiguo de Alicante

Ceramista, agitador cultural y cabaretero PEPE SOTO

Nació en la Plaza del Puente. Hasta los 9 años estudió en la escuela pública de San Roque. Su padre, guardia civil de aduanas, fue trasladado del puerto de Alicante al de Palamós, en la época más dorada de la Costa Brava. Cuatro años más tarde la familia fue a parar a otro cuartelillo de la Benemérita en Dénia, hasta que definitivamente se instalaron en Santa Pola, último destino del progenitor y donde el adolescente Morán Berruti descubrió su «crisol mediterráneo», entre bailes y primeras sensaciones.

Con 16 años se matriculó como bachiller en el instituto Jorge Juan: su mejor experiencia de aquel curso fue el sol naciente que cada mañana aparecía por el Cabo de las Huertas mientras su autobús viajaba por los altos de la vieja carretera que une Alicante y Santa Pola. Siempre tuvo vocación por la escenografía y por la lírica. Recuerda que su abuelo siendo niño lo metía en las zarzuelas y su padrino en las revistas de variedades. Entre Concha Piquer y Celia Gámez.

Morán Berruti decidió abandonar los estudios y se puso a trabajar como aprendiz en un taller de matricería, que nada tenía que ver con sus inquietudes como artista. Resistió tres años y se colocó como dependiente en Domus Artis, comercio dedicado al interiorismo y a la venta de objetos de regalo que estaba situado en la calle Castaños. Ahí aprendió la destreza del diseño de escaparates y pronto los propietarios de la tienda dejaron en sus manos tal labor. Ahí estuvo hasta que la patria requirió su presencia para pillar un fusil y emplazarse en Ceuta como soldado regular. «Catorce meses no son nada» pensó en su partida, pero se le hicieron muy largos y crueles de tanta nostalgia. En la mili comenzó a tener conciencia social al compartir vivencias con jóvenes de otras provincias del país. Pero, sobre todo, se le metió en la cabeza que debía hacer algo artístico, que era lo que realmente le gustaba.

Ya de paisano volvió unas semanas a la tienda y se marchó a Madrid. Se matriculó en las Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, donde coincidió con la cerámica. «Me enamoré de ella», asegura Morán Berruti, tanto que pilló un billete de avión y se trasladó a Barcelona con escasos recursos económicos para estudiar en la Escuela Massana.

En Barcelona vivió posiblemente sus mejores años, viviendo en pisos de mala muerte, en comunas urbanas y siempre en movidas de ambientes marxistas y libertarios. Se atrincheró como pudo si un real. Recurrió a recoger sobras de verduras y frutas que daban por perdidas los comerciantes del mercado de La Boquería.

Aguantó. Trabajó como diseñador de joyas, también en la cocina de un restaurante. De nuevo la nostalgia al mar y a su familia invadió al artista.

Su relación y su amor por Alicante establecieron su camino profesional. Junto a otros artistas crearon el colectivo «Fang d'Art», un taller situado en las laderas del castillo de San Fernando, entre los que se encontraban Cristerio Verdú, su hijo Álvaro, Lola Sánchez, Rita Williams, Luis Cámara y Paz San Cirilo, entre otros.

Empezó a poder vivir de su trabajo. De sus manos salió la cerámica alicantina. Ganó partidas. Se metió a relanzar los carnavales, a mejorar la vida de sus vecinos del Barrio alicantino. Y ahora se ha marcado otra misión, que ocultaba en su sombrero desde hace dos décadas: «No quería morir sin pisar un escenario».

El ceramista y «agitador» pisa las tablas de cualquier cabaret improvisado en tabernas o bares para transmitir sus sentimientos entre melodías, coplas y cuplés, acompañado por un guitarrista y varios disfraces. Ahora busca un director para mejorar sus bolos.

Sigue rodeado de nostalgia.

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