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El zoo del siglo XXI

«El parque del siglo XXI deberá ser un amplio centro educativo para la protección de los animales»

El zoo del siglo XXI

Hoy termino la trilogía dedicada a la historia de los zoos del mundo aunque, para mí, realmente, el artículo más importante de todos es el de hoy porque, entre otras cosas, por fin podré compartir con ustedes lo que yo creo que será el futuro de los mismos.

Pero, empecemos donde lo dejamos la semana pasada? Les contaba entonces que el gran cambio en la forma de concebir los parques zoológicos se produjo después de la II Guerra Mundial. Fue a partir de entonces cuando, además de la búsqueda de entretenimiento, cobraron importancia en los mismos la investigación y la educación. Sin duda, dentro de este aspecto, el propulsor máximo fue el naturalista Heini Hedige, siempre atento a las necesidades biológicas y conductuales de los animales acogidos en éstos.

Así, pues, la parte científica comenzó a desarrollarse de forma sustancial a partir de ese momento, pero ¿qué ocurrió mientras tanto con las instalaciones de los zoos? Pues verán, también hubo un gran avance. Todo comenzó en los años setenta, en Seattle, Estados Unidos, cuando el Woodland Park Zoo encargó a la firma Jones & Jones el desarrollo de un programa de diseño para todo el parque. Aquello supuso un antes y un después. Todos los recintos pasaron a ser concebidos de forma que el público que visitara el centro sintiera que se adentraba en el mismo hábitat natural de los animales. El proyecto, por supuesto, fue copiado por cientos de zoos de todo el mundo y, aún hoy en día, constituye la base para el desarrollo de muchos de ellos.

Pero vayamos al fondo de la cuestión? ¿Verdaderamente, además de todo lo anterior, hubo una variación en la forma de funcionar los zoos o fue todo, simplemente, apariencia? Pues la verdad es que la hubo. Para empezar, se produjo un cambio de ley, de concepto y hasta de nombre en todos ellos porque, en realidad, hoy en día, ya ningún centro usa la palabra zoo y, a la hora de rebautizarse, todos prefieren definirse como parques, en todo caso, zoológicos.

Pero, si me lo permiten, para mí uno de las transformaciones más importantes que han sufrido es que éstos ya no se nutren de animales que compran y venden. Parece una tontería pero no lo es. Hasta hace poco la mayoría de los centros adquirían animales a precios, por cierto, en algunos casos, astronómicos. Hoy en día, ese dinero, afortunadamente, va destinado en gran parte a los recintos que acogen a los mismos. Los animales forman parte de intercambios entre parques e, incluso, de programas de conservación de animales, por cierto, dirigidos por organizaciones internacionales que aglutinan a los mayores científicos del mundo.

Y, llegados a este punto, se plantea otra pregunta pero, esta vez, la fundamental? ¿Qué tipo de funciones deben cumplir, hoy en día, estos centros desde el punto de vista de los animales?

Pues, verán, en mi opinión, el parque del siglo XXI deberá, por un lado, ser un amplio centro educativo y de concienciación para la protección de los animales, donde, además, se realicen labores científicas y de investigación sobre comportamientos, necesidades fisiológicas y prevención de enfermedades, todo ello con el fin de ayudar a su conservación en el hábitat natural y solucionar, así, aquellos problemas en su supervivencia que pudieran surgir.

Por otro, habrá de desarrollar programas de conservación de animales salvajes en peligro de extinción -por supuesto, siempre en instalaciones naturales y adecuadas-. Además, estos programas deberán conllevar la colaboración con ONG que trabajen en el lugar de origen de esos animales e, incluso, siempre que sea posible, incluir la reintroducción controlada de ejemplares para que puedan volver a vivir en libertad, lo que, sin duda, será un sueño para los animales y para los animalistas.

Y, por último, además de lo anterior, deberán prestar también un servicio de rescate y recuperación de animales salvajes, tanto exóticos como autóctonos, cuando sea necesario.

Pero, evidentemente, todo lo anterior no es gratis. Los parques necesitan, para poder llevarlo a cabo, dinero. Por otro lado, no olvidemos tampoco de que se trata de empresas que han de obtener unos resultados económicos que les permitan seguir adelante. Entiendo, por tanto, las enormes dificultades que todo ello conlleva pero, aunque les sorprenda, les adelanto que todas esas funciones de protección hacia los animales supondrán, sin duda, un atractivo para el público, que sabrá agradecer la labor realizada y el esfuerzo acometido con un aumento de las visitas, entre otras cosas, porque eso es lo que realmente quiere ver hoy en día y no, simplemente, animales expuestos y encerrados.

En cualquier caso, les adelanto que llevar a cabo todo lo anterior ya no es una opción. O cumplen esas funciones o, a medio plazo, los parques que no lo hagan estarán muertos ¿Y por qué digo esto con tanta rotundidad? Pues porque cada vez es más patente la existencia de un amplio movimiento animalista en la sociedad que sólo llegará a aceptar la existencia de éstos si, realmente, tras los mismos, subyacen razones, sólidas y veraces, de protección animal.

En realidad, los grandes parques de Alemania, Holanda o Inglaterra ya lo hacen y, hoy en día, son auténticas fundaciones para la protección de los animales.

Así que, como ven, no es algo imposible, todo lo contrario; de hecho, es lo único posible. Si los centros españoles se adaptan a estos nuevos conceptos, les auguro no sólo presente sino, también, futuro. Si, por el contrario, no lo hacen, irán, poco a poco, convirtiéndose, simple y llanamente, en pasado.

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda.

Más información en:

www.fundacionraulmerida.es

www.animalesarcadenoe.com

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