Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Y sigue la increíble historia de los zoos

La semana pasada comenzábamos a acercarnos al origen de los zoos, hoy empezaremos donde lo dejamos

Y sigue la increíble historia de los zoos

¿Y cuándo ocurrió ésta? En mi opinión cuando éstos se dieron cuenta de que debían dejar de ser meras exhibiciones de animales para pasar a tener un carácter mucho más científico y conservacionista.

Evidentemente, como siempre pasa, no todos evolucionaron igual. De hecho, es más que probable que, aún hoy en día, queden algunos anclados en el pasado más primitivo, pero las nuevas leyes, el sentido común y el movimiento, cada vez más extendido, de protección hacia los animales han ido abriendo poco a poco unas posibilidades infinitas para que los zoos, si quieren, puedan convertirse en auténticas ONG donde, realmente, se proteja a los animales, se rescate a aquellos que lo necesiten y, finalmente, se trabaje duramente, tanto en la conservación de las especies como en el desarrollo de proyectos para la suelta y reintroducción de los mismos en libertad cuando ésta, claro está, sea posible.

Pero volvamos a la historia. Verán, fue a principios del siglo XIX cuando vio la luz una institución hasta ese momento inédita. Se trataba de la Sociedad Zoológica de Londres. Ellos fueron los primeros creadores del término zoo y los primeros que unieron la existencia de un centro de este tipo con la ciencia. De hecho, todo se gestó en 1828, cuando fue inaugurado el Regent's Park y, por primera vez, se incluyó entre los fines del centro la investigación y estudio de cuestiones entonces tan novedosas como el comportamiento animal. Por cierto que, aún hoy en día, se mantiene dicha institución.

Probablemente el zoo de Londres fue el primero que dotó de ese sentido científico a su existencia. Otra cosa distinta es el tema de las instalaciones. No fue Londres la avanzadilla en este aspecto. El primer parque que aportó tematización a las instalaciones de animales fue el de Berlín en 1880, cuando se creó el Jardín Zoológico en dicha ciudad.

Claro que aquella tematización era muy distinta a la actual. Verán, hoy en día los parques zoológicos más afamados del mundo tienden a la decoración de sus instalaciones empezando, principalmente, por el lugar que ocupa el animal, es decir, por el recinto en el que vive. Sin embargo, en el zoo de Berlín la tematización arquitectónica -por cierto, cuentan que impresionante- sólo alcanzó a aquellos lugares por los que paseaba el visitante mientras que, en la práctica, las instalaciones de los animales, por simples, pequeñas e inoperativas, no eran adecuadas para los mismos.

¿Y qué ocurría mientras tanto en América? Pues en Estados Unidos, concretamente en Nueva York, era inaugurado en 1864 un zoo en pleno Central Park, al que, por cierto, siguió la apertura de otros en Chicago, Washington y Filadelfia.

La cuestión seguía siendo a esas alturas si, realmente, al otro lado del océano comenzaba también a haber o no criterios a nivel científico en el espíritu de los parques. Y, en este sentido, hay que reconocer que comenzaron a darse pasos hacia adelante. Probablemente el primero en hacerlo fue el Zoo del Bronx, que basó su funcionamiento, principalmente, en el desarrollo de programas de conservación. Evidentemente, aquellos primeros programas nada tienen que ver con los actuales, ni por los animales a los que se dirigían ni por los medios con los que se contaba, pero es verdad que, con los mismos, se inició una senda a seguir.

Claro que no todo fue evolución, también, en algunos casos, hubo involución. Por ejemplo, en el Zoo del Bronx, aún hoy milagrosamente abierto, se produjo uno de los hechos, sin duda, más negros y oscuros de la historia reciente de los zoos. Me refiero, claro está, a la historia de Ota Benga.

¿Y quién fue Ota?, se preguntarán ustedes. Pues un hombre perteneciente a la población de los pigmeos que, esclavizado en África, fue trasladado hasta dicho zoo y exhibido cada tarde en una de sus jaulas. Pero, si no les importa, para esta historia reservo otro artículo íntegro por las tremendas y dramáticas características del caso.

Así, pues, sigamos nuestro camino zoológico? La realidad es que, con el comienzo del siglo XX, todos los parques comenzaron a evolucionar presentando, sobre todo, una mejora en cuanto a sus instalaciones.

Pero, llegados a este punto, no me resisto a citar a alguien que marcó un antes y un después en esa mejora; me refiero a Carl Hägenbach. Él fue la primera persona que transformó totalmente la forma de ver a los animales en los parques, el primero que retiró barrotes y muros, el primero que diseñó instalaciones sin barreras visibles

¿Y cómo lo hizo? Pues para ello usó zanjas, canales de agua, creó desniveles e inventó un sinfín más de efectos ópticos que conseguían disimular las medidas de seguridad y armonizaban el ambiente. Pero no quedó ahí la cosa. En 1907, Carl, en el Zoo de Hamburgo, además de todo lo anterior, fue el primero que desechó cualquier tipo de decoración artificial en los recintos de los animales y buscó, única y exclusivamente, elementos naturales para los mismos.

No sabemos si todo eso lo hizo para que la visita resultara más agradable para los humanos o, realmente, para mejorar las condiciones de bienestar de los animales pero, fuera por una cosa u otra, la realidad es que consiguió ambas.

Claro que no querría terminar este relato sin referirme a los grandes zoos que se crearon durante el siglo XX en Estados Unidos. Me refiero, por ejemplo, al Zoo de San Diego, creado en 1916 y que, aún hoy, sigue siendo uno de los más grandes del mundo? O a los creados en Europa, sobre todo en Francia, Alemania y Holanda, que aún siguen abiertos pero, eso sí, adaptados totalmente a los nuevos conceptos de parques zoológicos.

¿Y cuáles son esos conceptos? Pues, si me lo permiten, la semana que viene les hablaré de éstos en otro artículo con el que intentaré terminar esta trilogía dedicada a los zoos y en el que intentaré, desde luego, explicar lo que dice la ley al respecto, lo que aconseja el sentido común y, sobre todo, la idea que tengo cada vez más clara de lo que será el futuro de los mismos.

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda.

www.fundacionraulmerida.es

www.animalesarcadenoe.com

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats