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Panamá

-¿Panamá? Un bello país centroamericano de 75.000 kilóme- tros cuadrados y cuatro millones de habitantes, con el primer puesto de Centro América de desarrollo humano y gobernado en la actualidad por Juan Carlos Varela, al que por cierto le ayudamos desde aquí arriba para hacerse ingeniero porque tenía menos luces que un barco pirata en su juventud y estudiaba menos que Mario Conde en Carabanchel y?

-Pa.

-Dime, JC.

-Que la he metido.

-¿Qué, cuál de tus extremidades?

-Todas, Pa.

-Por mí. Me temo lo peor.

-Más.

-Cuenta.

-¿Te acuerdas de que hace algunos años te dije que teníamos unos ahorrillos que no sabía muy bien qué hacer con ellos?

-Sí, lo recuerdo. Deberías saber que yo lo recuerdo todo.

-Perdona Pa. Es verdad.

-¿Y recuerdas que al poco tiempo te dije que ya lo había resuelto?

-¡JC!

-Sí, sí? perdona.

-Pues resulta que unas navidades me pasé por España, con-cretamente por Cataluña. Entonces gobernaba un santo varón, un tal Pujol.

-¡Santo varón!

-Ese. Y parecía un estadista, una especie de combinación entre Ben Hur y Jeremías, porque se pasaba la vida llorando por los catalanes, el pobre. Pero de perricas entendía.

-Sí, eso parecía.

-Pues estuve unos días por allí, con su familia. Y me hice amiguete de los hijos. No te ima-ginas, son una troupe, ni siquiera ellos saben cuántos. Y los hay muy graciosos, y muy ingeniosos.

-¿Si?

-Hay uno especialmente listo, que encuentra unos chollos de coches que no te imaginas.

-¿De verdad? Pues a mí me vendría bien cambiar el Diosmóvil, que ya tiene dos mil bi-llones de kilómetros y hay que cambiarle las alas del cigüeñal, y no sé si merece la pena? Podrías hablar con él y tal vez, un kilómetro cero?

-No sé si sería buena idea. Verás. Hablé con ellos y les pregunté por opciones para nuestros ahorrillos. No es que sean gran cosa, les dije, solo unos cuantos trillones de sextercios, calderilla de esta parte de la Vía Láctea?

-Sí, es que las recaudaciones de los cepillos ya no son lo que eran.

-Pues se mostraron interesados, la verdad. Y me recomendaron abrir una cosa que yo entonces no controlaba mucho, la verdad.

-¿Tú sin controlar asuntos te-rrícolas? ¡Qué raro! ¿Y qué era esa cosa extraña?

-Una sociedad "off shore", la llamaron.

-Vale. Tocado. A mí me sacas de la zarza ardiendo y de los panes y los peces y, la verdad, como que no me encuentro.

-Pues a mí me sonó a Sheldoniano, ese planeta que le cediste a la competencia, Pa.

-Comprendo, hijo. ¿Y qué pasó?

-Pues que me dejé engatusar, Pa. Y al poco vinieron unos tipos con unos papeles.

-¿Papeles?

-Sí, me dijeron que eran las escrituras de tal sociedad, una cosa muy ventajosa, insistieron, «cualquiera que es alguien en la Tierra tiene una».

-Y claro, tú no te resististe. Si cualquier mindundi allá abajo tiene una, nosotros deberíamos tener la madre de todas las "off shore" esas, debiste pensar.

-Me lees el pensamiento, Pa. Así que me reuní con los dos tipos.

-¿Quiénes eras aquellos hombres, JC? ¿Banqueros famosos, res- petables hombres de negocios, quizá ministros de finanzas?

-Pues no sé qué decirte, Pa. Uno creo que es futbolista, muy bueno, me han dicho, el mejor, vamos. Y el otro es un sujeto que tiene el pelo blanco, más o menos como tú, es español y se dedica a hacer películas. Yo he visto algunas y, francamente, me resultan más chabacanas que el programa ese de Tómbola.

-Ahora ya no echan Tómbola. Ponen otro que es peor y se llama algo así como ampárame, o acógeme? o algo así?

-Lo cierto es que entre estos dos y el genio de Pujol junior me convencieron. Que si esto no tiene más que ventajas, que no hay que pagar impuestos para que los dilapiden los políticos, que de esto no se entera ni la Tierra. Que aquí la pasta está a resguardo de corra-litos y de tipos como el tal Iglesias? ¡Que me convencieron, Pa!

-Bueno, hijo. A lo hecho, evangelios.

-Pues sí, Pa. Pero es que ahora se ha formado allá abajo un descalzaperros de mucho cuidado.

-¿Y eso?

-Porque se han filtrado los titulares de las famosas "off shores".

-¡Vaya por mí! ¿Y hemos salido nosotros?

-No, Pa. Pero es cuestión de tiempo. Por eso acudo a ti. Para pedirte permiso.

-¡JC!

-Sí, lo sé. Pero no hay más remedio. Hemos de resolver esto como sea. Nuestra credibilidad está en juego. ¿Qué dirían Alá y Buda? Por no hablar de Krisna, nos pondría a caer de un burro.

-Cierto. ¿Qué has pensado?

-Pues lo que se ha hecho siempre. Buscar a alguien a quien endosarle el muerto, con perdón.

-¿Ya tienes a ese alguien? Tiene que ser un fulano relevante pero no muy listo, alguien que caiga realmente mal y la gente incluso se alegre de que se le descubran maldades. ¡Ya lo tengo! Es perfecto: ¡Poncio Pilatos!

-Pa, don Poncio palmó hace veinte siglos.

-Vaya. Con lo bien que nos vendría? ¿No habrá ahora en la Tierra alguien tan odiado como él, que caiga tan mal y al que podamos endosarle este ma-rroncete?

-Lo hay, Pa.

-Vaya. Pues a cambio le otorgaremos una amnistía de seiscientos años de purgatorio. ¿Quién es ese pobre inocente que va a caer sepultado por culpas ajenas?

-Pues se llama Jordi, Pa. Y es catalán.-Vale, JC. No hace falta decir más.

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