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Lo agradable de escribir en un periódico

¿Por qué? Sin duda puede ser la suma o una mezcla de muchas sensaciones. Supongo que no es igual para todos los que lo hacemos. Unos lo hacen por obligación, están en nómina porque es su oficio. Pero yo ya le he dicho a Ud. en el pasado que el que trabaja en lo que le gusta no trabaja ni un solo día. Y también lo que decía el gran León Tolstoi: que algunos son tan inteligentes que hacen que les guste todo, incluso lo que deben hacer. Eso suele ser su trabajo. Otros se ven impelidos a hacerlo porque escribiendo en un periódico pueden contribuir a difundir sus ideas: sean políticas, sindicales, de defensa de la mujer, etc.. El papel se convierte en un altavoz para publicitarlas, defenderlas o justificarlas. A su manera luchan por difundirlas. Y también engorda el ego. En otros casos el ego debe jugar un papel. Ver su nombre impreso es para muchos como vitaminas, se sienten «famosillos» y les engorda el ego.

He reflexionado cuáles serían las razones que hacen que a mí me agrade, y se las cuento. Si me miro yo les digo que disfruto porque me permite hacer volar mi imaginación, pensar en una sociedad o en un mundo distinto del que tenemos. También porque creo que los lectores buscan entretenerse o incluso divertirse leyendo. Yo les confieso que pretendo lo primero, entretener, lo de divertir le veo más difícil. Sin embargo informar me interesa mucho, y hago de mis líneas otra de las metas que un periódico tiene, informar. Yo hace poco en uno de estos artículos le envié un mensaje: el cine, además de entretener, puede informar o educar. Bueno, pues creo que el periódico es también una magnifica herramienta para alcanzar ese fin.

¿Informar sobre qué? Los contenidos son infinitos y se orientan tanto a la sociedad en conjunto, buscando crear estados de opinión, como a las personas. El riesgo es que puede servir para manipular. Ello sucede en el campo de lo político, religioso, etc... Me he orientado en el campo de lo sanitario, apoyándome en mi experiencia de casi cincuenta años como médico, y ahí he encontrado un espacio, porque abundan mucho más otros colaboradores volcados en los temas políticos, deportivos, artísticos o sindicales. Me siento bien cuando creo que he sido capaz de explicar un tema sanitario complejo de forma clara, sencilla, de manera que muchos lectores lo han podido entender; es decir, sentir que cubro una necesidad de los lectores, darles más información, y hacerlo en un tema importante porque estimo que el binomio salud-enfermedad es clave en sus vidas.

Resulta agradable escribir porque creo que aporto mi visión a las de otros, así en el día a día hay más visiones, más posibilidades. En este campo le confieso que también agrada interactuar con el lector. Siento que participo en una especie de discusión dialéctica, que realmente sólo se produce en mi cabeza, pero en la que yo busco la complicidad del lector. Es como si abrieras una ventana a través de la cual los demás pueden ver algo distinto, pero que no es un paisaje, sino una idea o una reflexión. Y siento que la comparto. Aunque no suelo tener respuesta. Sin duda mi ego engorda cuando alguien me para y discute la idea y más si me dice que me lee porque le interesa lo que digo. Algo parecido sucede otras a veces cuando se te ocurren soluciones a problemas del momento, las escribes y aunque ese día no, tiempo después la realidad te recompensa señalando que tenías razón. Ello también insufla el ego.

También disfruto pensando que contribuyo a la pluralidad. No me creo poseedor de la verdad, pero sí me siento capaz de ofrecer una visión más, que se suma a las otras muchas de una sociedad libre, plural. Y creo que eso la hace más rica, más diversa. Se lo digo tras haber vivido en alguna sociedad de las de pensamiento único, con fuertes censuras y ver lo que allí sucede, y también me agrada huir de los eslóganes, o de los que sólo pretenden impresionar, de hacer creer que lo que es de verdad importante, por ser más impactante, es que sea el niño el que muerde al perro, y no al revés, como suele ser lo habitual. Por el contrario intento aportar argumentos a «lo que vendo». Es como si pudiera abrir una ventana que permite al lector ver una realidad más variada. De alguna manera siento que comparto lo mío con el lector, interactúo con él de una forma peculiar. Por ejemplo dando una visión positiva de la vida, ilusionar e intentar contagiar las ideas.

A todo ello se añade el desafío frecuente de encontrar o bucear y encontrar temas de interés. Que aporten algo, que atraigan a su lectura. Es también satisfactorio que cuando he plasmado en papel mi idea, la escribo y luego la releo y asumo que he sido capaz de pasar al papel esa idea. El máximo es cuando conversando con alguien, puedo discutir con él mi visión. Y no niego que me gusta que ese lector me diga que el artículo le gustó.

Confieso que mi ego engorda también cuando he planteado una solución a determinados problemas o conflictos y meses o años después la realidad me refuerza en la idea de que mi planteamiento era válido.

Es agradable, como me sucede, gozar de libertad plena para escribir, nadie me indica tema, contenido u orientación. Más cuando sé que en otros sitios no es así. Me gusta además creer que en el periódico confían en mí, y me permiten seguir. En resumen: que me agrada mucho poder participar en este proyecto común. Mis sinceras gracias a todos: lectores, compañeros y directivos o responsables. Su complicidad me ha permitido disfrutar hasta aquí en esta actuación. Ud. sabe que firmo como médico, profesor y mil cosas más. Hoy le aclaro una de ellas: ser colaborador del periódico Información, y bien que me gusta.

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