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Pactos y más pactos

Y además estáis asistiendo a una especie de ceremonia incomprensible en la que parece que no haya prisa, que esto de tener un gobierno es algo accesorio: veamos si tengo un hueco en mi agenda? yo no le llamo porque no me cae bien, nosotros hablamos con todos menos con ese, al que no ajuntamos? ahora no, que llega la Semana Santa -para la inefable Carmena semana festiva, que el diablo la acoja, porque lo que soy yo, ¡se va a enterar!- y tenemos que irnos los políticos tres semanitas a rascarla por ahí?

En fin, hijos míos, un desiderátum digno de una república bananera.

-Sí, pase. Pero resulta que en una república bananera no nos quitan casi la mitad de lo que ganamos algunos, ni tienen un iva del 21 por ciento, que pagamos todos.

-De manera que aquí somos bananeros para unas cosas y nórdicos para pagar.

Vale, vale, hijos míos. Ya veo cómo está el ambiente por Hispania, me hago cargo?

Es que quizá no conozcáis toda la historia. Claro, no tenéis por qué, ya que no estabais por aquí entonces.

Esto fue hace muchos siglos. Entonces era yo joven, ah? qué recuerdos? mi barba era pelirroja, sí, aunque no lo creáis, yo he sido durante tres- cientos eones pelirrojo. Pero los disgustos? ya sabéis lo que son los disgustos de un padre de familia numerosa, pues multiplicad por unos? dos bi-llones y medio de planetas? no sé si os hacéis idea?

Pero, como decía, uno es padre, y tiene sus preferencias. Y os confieso que cuando hicimos la Tierra yo me lo tomé muy a pecho. Entonces era pequeña y solo estaba Europa en realidad, porque China y el Oriente se los dejé a unos colegas, que tenían mucho interés. Y Colón no había nacido, por lo que América es de la ventanilla de «Mundos Modernos». Por eso, digo, me centré en Europa.

La verdad es que al principio me salieron unos tipos muy serios y responsables. Eran altos y rubios, con ojos azules y muy aficionados a tirarse por las cumbres nevadas con una especie de patinetes. Buena gente, pero? no sé? un poco tristones. Además, enseguida comenzaron a beber a lo bruto, los fines de semana eran un infierno. Así que hicimos a los alemanes. Menos altos, menos rubios y menos bebedores. Bien, responsables y trabajadores, pero aburridos? ¡aburridos como un año en Plutón! Después a JC se le ocurrió colocar a un pueblo pintoresco en una isla que se llama Gran Bretaña y aque-llos sujetos enseguida se expandieron, algunos se pusieron faldas e inventaron el jarabe de Escocia. Buena gente también, pero muy especiales. Les dio por el tema del Imperio y por creerse que solo ellos habitaban el planeta. Por eso tuvimos que hacerles unos vecinos también un punto petulantes, los franchutes, creo que les llamáis en España, con buen criterio. Son un pelín orgullosos y arrogantes, con eso de la grandeur, pero ¿qué pueblo que no se quiera así mismo merece la pena?

Por fin nos reunimos, un buen día de hace muchos siglos:

-Pa, hemos de contrapesar tanto orgullo, tanta respon-sabilidad y tanta arrogancia.

-¿Y cómo lo hacemos, chato, que se te ha ido la mano con los ingleses y los francesitos?

-No queda otra, Pa. Hemos de crear un pueblo alegre, con poco orgullo, divertido, emprendedor, que no se quiera mucho a sí mismo y que considere a sus tradiciones poco menos que chismes. Unos tipos que se tomen la vida con alegría, y discutan sus asuntos relevantes en la barra de un bar. Que haya sujetos capaces de pitar su himno, hacer chistes con sus dirigentes y ciscarse en su bandera.

-Caramba, JC. No sé yo si un país así sobreviviría entre los que ya existen. Me parece que los vecinos se los merendarán en la primera guerrita.

-No lo creas Pa. Porque los haremos individualistas pero perseverantes, ingeniosos, ocurrentes, capaces de tomarse la vida con humor y de reírse hasta de ellos mismos, de ma-nera que su imaginación será capaz de vencer la rigidez de sus vecinos nórdicos.

-Vaya, parece una combinación que, si les dejaran, podría conquistar el mundo.

-Si les dejaran, Pa. Por eso hemos de poner mecanismos de control.

-Y ¿has pensado en alguno?

-Sí. Dos en concreto. El primero es tremendo: dirigentes mediocres e ineptos. Únicamente pendientes de su propio interés.

-Interesante tara.

-Y el segundo, definitivo: absolutamente incapaces de po-nerse de acuerdo en casi nada.

-Caramba, JC. Eso es crueldad.

-Tienes razón, Pa. Hagamos una excepción.

-Tu bondad es infinita, hijo. ¿Cuál será tal excepcionalidad? ¿Quizá el ámbito religioso? ¿Los asuntos referentes a la educación nacional? ¿La política de relación con sus aliados internacionales?

-No, Pa. Solo se pondrán de acuerdo para apoyar a la selección nacional de fútbol. Ah? pero solo cuando gane? ¡solo cuando gane!

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