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El sueco roñoso

-¡Es verdad! Casi no me acordaba de lo divertido que resulta fisgar en la vida de los humanos. ¿Sabes? Casi todos sus actos tienen explicación si se contemplan a la luz de los acontecimientos que conforman sus vidas.

-¡Caramba! Te veo hoy profundo. Y comprensivo.

-¿Comprensivo? Si estos gaznápiros son hijos míos. ¿Ya no te acuerdas de aquello de "a mi imagen y semejanza"?

-Claro, claro, Pa. ¿Cómo olvidarlo?

-Pues el caso de este santo varón, el fundador de una fábrica de muebles sueca, es muy interesante.

-Cuenta.

-Es el cuarto tipo más rico del mundo, y se compra la ropa en mercadillos.

-¡Bien por él!

-Y compra los yogures que están a punto de caducar. Y no se corta el pelo en una peluquería porque le parece un atraco pagar 22 euros.

-¡Ele sus lereles!

-Además conduce un Volvo del año 93 y usa papel usado por una cara. ¡Y viaja en avión en clase turista!

-Sensacional. ¡Un santo varón! ¿Cuanto ha ahorrado nuestro héroe con esa sensatez y austeridad?

-Pues se le calcula una fortuna de 64.000 millones de euros.

-¿Perdón?

-Un seis y un cuatro, la cara de tu retrato. Y nueve ceros detrás.

-Por el amor de Deu, que dicen en Alicante. O sea de ti, Pa.

-Ya, ya? un poco excesivo, ¿no?

-Pues sí, francamente. Precisamente estoy yo revisando la llegada de inmigrantes a Europa. No te puedes imaginar la cantidad de gente que huye del hambre y la guerra y se enlatan en unos barcos que hasta a mí me dan miedo.

-Lo sé, lo sé?

-¿Y no podríamos hacer nada por esto, Pa?

-¡Vaya! Es curioso que tú me preguntes eso. Tú, que fuiste el primero en apoyar la capacidad de decisión autónoma de los humanos. Tú, que me echaste el broncazo de la historia cuando les arrojé cuatro gotitas de nada en tiempos de Noé. Y cuando les trabé la lengua en Babel. O cuando arrasé Gomorra. Recuerdo tus palabras, como si fuera ayer: "Pa, has de dejar que los humanos tomen sus decisiones y gestionen sus asuntos solos. Que ya se nos han hecho mayores".

-Sí. Lo recuerdo, sí.

-Pues esto es una de las consecuencias de aquello. Como muchas otras, me temo. Pero estoy atado de pies y manos por mi promesa.

-Si lo comprendo muy bien, Pa. Lo que sucede es que, de vez en cuando, estos humanos se comportan peor que los primates.

-¿De vez en cuando, JC?

-Vale. Frecuentemente.

-Acepto frecuentemente como "todos los santos días y en todas las ocasiones posibles".

-No seas injusto con ellos, Pa.

-¿Injusto? ¿Soy yo quien acumula la pasta que no me puedo gastar, como si pudiera llevarla a la otra vida, mientras mis congéneres se mueren de hambre?

-No, si no te culpo. Solo te pido un esfuerzo, imaginativo, como antes?

-Mira que eres zalamero, y sabes tocarme mi punto flaco. Verás. Voy a aparecerme en sueños al sueco este roñoso.

? La noche se había cernido sobre el cabo norte. Y en una cabañuela lúgubre, sin calefacción, con plásticos en vez de cristales, envuelto en papel de periódicos, dormía un individuo de casi noventa años.

De repente, una luz sobrenatural se concentró en el centro de la pequeña estancia y apareció, como por arte de magia, una imagen espectral: Un hombre de edad media ataviado con una chupa de cuero, peinado con rastas y un triángulo sobre el cráneo. De nada habían servido las quejas de JC:

-Hola Inmarg.

El hombre se despertó y se dirigió con naturalidad a la aparición:

-Me llamo Ingvar.

-Pues como te llames, ¡Demontre! Vengo a hacerte una proposición.

-Si es de dinero ya puedes volverte a Jamaica, Bob Marley.

-Jod? Escucha, que es gratis. Dentro de seis meses vamos a pasar a recogerte. Y vas a hacer un largo viaje.

-Pues iré sacando los billetes con antelación, salen muy bien de precio.

-Para este viaje no hacen falta billetes. Solo mi llamada. Y adonde vas a ir no puedes llevar el dinero que has acumulado durante toda tu vida.

-Pues entonces me quedo aquí.

-Eso no es negociable, Inmarg.

-¡Me llamo Ingvar!

-Pues Ingvar, ¡Reyo! Que vas a subir en bolas, a ver si lo entiendes. De modo que ya puedes comenzar a repartir tu dinero si quieres entrar en la sala VIP de ahí arriba.

-¿Sala VIP? ¡Ni de coña! Yo voy en tercera, me como los cacahuetes y, si acaso, bebo un poco de agua del aseo. Con eso me apaño y me sale gratis.

-No comprendes nada, Inmmarg

-¡Me llamo Ing..

-Ya, ya lo sé. ¡No ves que soy Dios!

-¿Dios? No me estarás facturando el desplazamiento por esta visita, porque tú vives lejos, ¡y el kilometraje debe salir por una pasta!

? Al día siguiente, en el cielo:

-¿Qué tal te fue con Inmarg, Pa?

-¡Por el amor de mí! ¡Se llama Ingvar! Imagínate cómo me ha ido que he decidido dejarle allá abajo diez años más.

-¿Una prórroga, Pa? Eso es muy raro.

-Sí. Últimamente solo se la hemos dado a pesados cum laude, de esos que nos amargan la existencia.

-¿Como Fidel Castro?

-Por ejemplo. Pero es que el sueco éste ha amenazado con montarnos aquí arriba una multinacional del bricolaje y a partir de ahora nos tendríamos nosotros que montar? ¡hasta las nubes! Eso sí, no pierdo la ilusión de que reparta algo de lo mucho que tiene entre los más desfavorecidos.

-La semana que viene voy a bajar yo a hablar con él, Pa.

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