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Cuba, las bombas y el fútbol

Cuba, las bombas y el fútbol as

Lunes

BOLERO

No ha repetido el «Ich bin ein Berliner» como contraseña desafiante del hombre libre que Kennedy pronunció a unos metros del muro hace cincuenta años junto al alcalde Willy Brandt. Más prosaico, Obama ha aterrizado en la guarida del leviatán caribeño con la sonrisa benévola de todos los presidentes que ya no aspiran a ganar las elecciones, porque no pueden volver a presentarse, sino a sembrar hitos inolvidables. Atrás quedan Bahía Cochinos, los balseros, la mafia desalojada de sus casinos y la veintena de intentonas de asesinato de Fidel organizadas por la CIA, desde el veneno en el vaso de batido al francotirador que extravió su fusil en un camerino mulato, cuentas pendientes con un nonagenario sustituido por su hermano octogenario. Rehenes de la coreografía rancia de un régimen tan desconchado como el pretil del malecón, es comprensible la falta de sintonía escénica: Obama ha escuchado los himnos flanqueado por los gigantescos retratos de Jomeini y «El Ché» dibujados en dos edificios. Poco después, un debutante Raúl Castro intentaba superar impertinencias en la rueda de prensa alegando que ningún país respeta todos los derechos humanos, la reglamentaria excusa de quien suele violarlos.

Martes

LA GUERRA DE GILA

Bruselas es el único campamento militar en que el enemigo ocupa uno de sus barracones y el toque de queda sólo rige para la Policía, que no puede efectuar registros nocturnos. El barracón de los quintacolumnistas es Molenbeek, un barrio devenido en enclave intramuros de los terroristas que cambian sus turbantes sirios de entrenamiento por sudaderas vistosas para mimetizarse con la multitud en la plaza fuerte del europeísmo institucional. Cabe descontar que una guerra pueda ganarse en estas circunstancias y tanto da que algún sagaz reportero exija responsabilidades póstumas a las autoridades por no haber sospechado de dos individuos con la mano izquierda cubierta por un guante negro que ocultaba el detonador. El terrorista del metro no llevaba ningún guante y el resultado ha sido idéntico. Bélgica, y sus socios por solidaridad interesada, tendrán que plantearse tarde o temprano que «esto» es una guerra con los parámetros del siglo XXI y que las guerras conviene ganarlas si se conserva cierta autoestima.

Miércoles

SILENCIO ESTRUENDOSO

En España, «noche de pasión» puede significar varias cosas. Los estudiosos bíblicos coinciden en que Jesús y los apóstoles cenaron por última vez alrededor de las seis, se retiraron al Huerto de Getsemaní sobre las ocho, Judas cobró sus treinta monedas de plata una hora más tarde y Pedro negó tres veces antes de la medianoche. Ignorando estos precedentes saludables, las cofradías españolas practican un cristianismo noctámbulo amenizado con tambores y saetas que invariablemente concluye con «La madrugá», una bellísima marcha cuando es interpretada en horario civilizado e incuestionablemente enojosa si la agotada banda de música presenta el aspecto del conde Drácula. Es maravilloso que haya tantos tambores en un país con tan pocos católicos y que todos procesionen al mismo tiempo como en un circuito de Fórmula Uno: nunca se sabe cuándo termina la vuelta de reconocimiento y cuándo comienza la carrera. Anoche estaba contando nazarenos para conciliar el sueño cuando oí risas poco piadosas procedentes de la calle. Era una cofradía que regresaba con su trono. Con la experiencia que brindan años de insomnio confesional, intuí el desenlace. Efectivamente, otra saeta.

Jueves

«CUL DE SAC»

Los alcaldes de Zaragoza y Valencia han señalado que los atentados de Bruselas son una «respuesta a la violencia sembrada por Occidente». Estos análisis presuntamente densos bordean la perogrullada: no hace falta ganar unas elecciones municipales para saber que, desde la desaparición del Imperio Otomano, Occidente ha exprimido desvergonzadamente los recursos de la zona mediante una panoplia de tiranías medievales, golpes de Estado y fronteras ficticias a mayor comodidad de los intereses occidentales. Es irrelevante que la guerra con Estado Islámico tenga raíces económicas (controlar recursos energéticos) o ideológicas (la globalización de la «guerra santa»). Lo incontrovertible es que habrá nuevos atentados y en este punto puede ser útil la clarividencia de nuestros dos alcaldes: ¿Nos resignamos a purgar un pasado turbio enterrando a transeúntes, viajeros y espectadores de un partido de fútbol? Si un terrorista es localizado en la Basílica de El Pilar o en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, ¿es legítimo disparar primero y preguntar después? ¿Los alcaldes de Zaragoza y Valencia creen posible dialogar con un califa que colecciona cabezas?

Viernes

EL PANTEÓN

No es completamente cierto que Cruyff fuera el pionero de una revolución, aunque sí su rostro. Ese papel correspondió a la llamada «escuela holandesa», singularmente al Ajax, que a principios de los setenta del siglo pasado introdujo nuevos conceptos tácticos ejecutados por jugadores también distintos. Hasta entonces, el canon futbolístico era una disposición rígida con jugadores especializados; a partir de la irrupción holandesa, la movilidad colectiva y la versatilidad individual se impusieron y el fútbol contemporáneo es deudo de esa revuelta a la que todos los rivales finalmente tuvieron que adaptarse. Cruyff fue el portaestandarte indiscutible de aquel modelo que asoló Europa durante un lustro y posteriormente su ideólogo más afortunado como entrenador. El Barcelona actual es heredero del de Cruyff y éste del Ajax, en el que los solistas jugaban mucho más sin balón que con él y por lo tanto parecían estar en todas partes. Si a uno le gusta el fútbol, equivalió a la invención de la rueda o el descubrimiento de la penicilina.

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