Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El gran Félix Rodríguez de La Fuente

El gran Félix Rodríguez de La Fuente

Quizás fuera por su enorme influencia o por todo lo que transmitía con su voz y su sentimiento pero, desde luego, Félix marcó un camino a seguir.

Recuerdo perfectamente a Luis Miguel Domínguez, naturalista convencido y director de numerosos documentales de televisión -por cierto, uno de sus mayores discípulos-, hablarme de él emocionado, hace ya algunos años en Madrid? O, por ejemplo, a mi querido Carlos Aguilera, recientemente desaparecido, contándome las miles de aventuras que también compartió a su lado, en aquellos campamentos de verano que juntos montaban los dos.

Estoy convenido de que Félix fue el primero que marcó la senda de la protección de los animales en nuestro país, el primero que alzó la bandera del respeto hacia ellos. Él consiguió que los lobos, hasta entonces enemigos, pasaran a ser amigos del hombre o que las águilas, consideradas peligrosas alimañas, se convirtieran en animales libres que había que proteger.

Quizás por todo eso, cuando mi vida profesional, muchos años después de su muerte, me permitió participar en la realización y producción de mis primeros documentales sobre animales, su recuerdo pesaba tanto en mí que, desde el primer momento, entendí que, acercarse al mundo de los animales con una cámara o un micrófono, sí, era un auténtico lujo pero, por encima de todo, era y es una gran responsabilidad. Y lo es porque no puedes simplemente ponerte delante y grabarlos sin más. Necesitas comprenderles, entenderles y saber que cualquier acción que realice un animal no es fruto de la casualidad o de la equivocación. Ellos no se comportan por capricho. Siguen la senda de su instinto, el camino de la naturaleza y la necesidad de la supervivencia.

Aquellos primeros años tuve que aprender a pensar como lo haría cualquiera de ellos. Así, por ejemplo, comprendí que, si nos acercábamos a un nido de águilas, buitres o azores en libertad,no podíamos hacerlo sin más. Por encima de todo, había que proteger a esos animales, a los padres y a las crías, para que, bajo ningún concepto, pudiera pasarles jamás nada malo a ninguno de ellos. Por eso, antes de iniciar cualquier grabación frente a su nido, en aquellos años aún muy analógicos, era imprescindible, por ejemplo, esconder los cables que conectaban el micrófono de ambiente con la cámara. El motivo era claro: lo que para nosotros era un simple cable, ellos podían confundirlo con una serpiente, enemigo natural de sus crías.

También, si pretendíamos, por ejemplo, grabar a unos jabalíes o a unos ciervos, era necesario comportarse casi como lo haría uno de ellos, nada de olores fuertes ni perfumados, nada de móviles ni tecnología. Debíamos olvidar que éramos humanos para volver de nuevo a nuestros orígenes y oler a hierba, a madrugada o a tierra mojada.

Reconozco que aprendimos rápido todo aquello y creo que los animales nos lo agradecieron con planos imposibles, pero impresionantes, que demostraban lo majestuosos que pueden llegar a ser el vuelo de un águila o la carrera de un grupo de ciervos en mitad de la noche.

Tras aquellos primeros documentales llegaron muchos más. Unas veces fueron productoras extranjeras y otras nacionales y, cuando por fin tuve la oportunidad de comenzar a dirigir los primeros, siempre me prometí a mí mismo que nunca olvidaría todo lo que Félix nos había enseñado.

Igual ocurrió cuando años más tarde el cine llegó a mi vida y conocí a algunos de los más grandes con los que pude trabajar codo con codo pero, claro está, cada uno en su universo. Ellos en el de la interpretación y nosotros en el de la protección y cuidado de los animales. Tuve la suerte, entonces, por ejemplo, que actores como Gérard Depardieu o Alain Delon me confesaran personalmente su profundo respeto y amor hacia los animales. Recuerdo perfectamente, por cierto, cómo en una de esas conversaciones, entre rodaje y rodaje, mientras comíamos, un día les hablé de Félix y les expliqué cómo, él solo, con sus documentales, su voz y su cuaderno de dibujo, consiguió despertar en un país entero el amor hacia los animales?

Ya ven, han pasado nada más y nada menos que 36 años desde su muerte. Quizás parezcan muchos, pero los que entonces éramos unos simples y pequeños niños no hemos podido olvidar cómo aquella mañana de marzo, al conocer la noticia de su muerte, todos lloramos y sentimos que el frío polar de Alaska atravesaba miles de kilómetros y llegaba directo a nuestro corazón, como una bocanada de aire que nos helaba el alma para siempre. En fin.

Descanse en paz el mejor amigo de los animales, Don Félix Rodríguez de la Fuente.

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda.

Más información en:

www.fundacionraulmerida.es

www.animalesarcadenoe.com

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats