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Entrevista

«El mundo digital es estupendo pero no me interesa, a mí me gusta mancharme las manos»

El «padre» de Manolito Gafotas y Premio Nacional de Ilustración analiza la crisis del papel, la necesidad de la cultura

«El mundo digital es estupendo pero no me interesa, a mí me gusta mancharme las manos» fotos de Isabel Ramón

¿Es la infancia un lugar al que durante todo la vida intentamos regresar?

No sé los demás, pero desde luego yo sí. Existe una frase que dice que «no hay más patria que la infancia». No sé si volver, pero sí volver a ser. Volver no tiene sentido, pero volver a ser sí porque la infancia es la arcadia. No tienes preocupaciones, sólo piensas en jugar a saltar el burro, dónde ir a correr al día siguiente? La sensación de ligereza que tienes cuando eres niño no la vuelves a tener en la vida. Cuando eres niño crees que puedes volar cuando vas corriendo, eso no regresa?

¿Y vamos buscando esa sensación a lo largo de toda la vida?

No, buscando no, porque sé que es irrecuperable. Puedo dar saltos pero la sensación de que el mundo es para ti no se vuelve a tener.

No obstante, ha dicho que la ilustración le permite una libertad que no esperaba.

Sí es verdad. Pero era comparándola con el ámbito de la pintura. La ilustración en el ámbito infantil te permite una gran libertad de técnicas, que no de contenidos, que es más relativa. Pero de técnicas sí, de enfocar cualquier giro plástico, utilizar acrílico, lápiz... En cuanto a técnica te permite una libertad muy grande que es de agradecer.

Y de temas, ¿por qué no?

Porque hay determinados temas que nos puedes tratar, no porque los niños sean tontos, sino por los referentes que tenemos los demás. El que se dedica a trabajar para los adultos se dirige a un mundo que tienen un «background» muy cercano al suyo. Si haces guiños literarios o de cualquier tipo, sabes que lo van a entender. Cuando te diriges a un ser humano de cuatro años no ha llegado a ello, puedo meter un guiño a Malévich que un niño no va a comprender, aunque pasados los años, cuando ese pequeño vaya a un museo diga: «Esto me suena, ya lo he visto en un libro que hizo el tonto este». Por eso, tengo la sensación de que ciertos adultos se equivocan cuando se dirigen a los niños; primero que los tratan como si fuesen tontos con el diminutivo, que es una cosa que odio, y luego porque estos adultos se llevan chascos al ver que no les entienden. ¡Pero cómo lo van a entender, si son muy jovencitos!

¿Qué tipo de temas le gustaría tratar en sus ilustraciones y no puede?

Yo no me censuro. A veces hay imágenes iconográficas que todos tenemos en nuestra mente que ya no puedes utilizar. Cuando antes dibujabas un marinero en alta mar era casi inevitable ponerle una pipa en la boca, algo que no te dejarían seguramente ahora, lo que me parece absurdo. Una cosa es hacer apología de algún tipo de vicio o servidumbre y otra cosa es esconderlo todo, nos cargaríamos así toda la literatura.

En alguna entrevista ha mencionado que existen tres tipos de lectores y, entre ellos, los que no tienen imaginación, que son quienes agradecen las ilustraciones...

He dicho en alguna ocasión que hay varias formas de entender o de leer las imágenes. Hay personas a las que la imagen le molesta. Potencialmente todos somos ilustrados porque cuando tú lees un libro te lo imaginas, aunque no todos tenemos la habilidad de llevar eso que piensas al papel, eso ya es un oficio. Existen otras personas que tienen una gran capacidad para saber disfrutar del texto y al mismo tiempo de la imagen, independientemente de que ésta no case con su imaginación, pero saben admirar el trabajo del ilustrador o la ilustradora. Y hay un tercer grupo -siempre tenemos que circunscribirlo al ámbito de los niños porque nuestros libros son para prelectores-, a quienes las imágenes les ayudan a comprender la historia.

¿El estar bombardeados de imágenes a través de las redes sociales e internet nos ha robado esa imaginación?

La imaginación no, lo que ha quitado es el tiempo de reflexión. Todas las generaciones tienden a pensar que lo que les toca vivir cuando son adultos es horrible. Es verdad que objetivamente hay muchas cosas horribles, pero lo que falta es eso, reflexión, y reflexión en los libros y más en soporte papel. El hecho de tener el libro en papel te da un tiempo mayor para reflexionar. Todo es tan inmediato, tan rápido... pasamos de leer una noticia en la red a que alguien nos habla en Facebook y queremos saber lo que nos dice o tenemos el WhatsApp abierto y debemos coger el móvil, no hay tiempo. Pero eso también puede obedecer a muchas otras cosas, como al terror que el ser humano tiene a la soledad. En el fondo esto se sustancia en el miedo, la gente tiene miedo, necesita tener una especie de cordón umbilical que le una con algo. Sirve para tener esa sensación de que no estás solo en ningún momento y, además, el hecho de ir por la calle con un móvil te ayuda a no enterarte de lo que te rodea, con lo cual te inhibes de interactuar.

El director de El País ha sentenciado la muerte del papel, ¿usted cree que esto será así?

El papel no va a desaparecer. En prensa seguramente desaparecerá porque hablamos de cuestiones puramente económicas. Si puedo acceder a toda la prensa a través de la red no voy a comprar un periódico en papel.

Pero con los libros pasa lo mismo.

Sí, pero el libro tiene más calado, porque el periódico es inmediato y muere. El papel, al menos en los libros, no va a desaparecer. El libro te permite esa reflexión, al repasarlo, al volver a leerlo?

¿Y eso no se puede hacer en una tablet?

Es más difícil, porque tienes que poner más sentidos en ello. Es como analizar un libro mientas ves una película.

¿Cómo se vive este cambio hacia la digitalización en el sector de la ilustración infantil?

A mi me da igual, sea en soporte papel, en una plancha de plástico, un trozo de cristal, todo esto habrá que dotarlo de contenido. Este tema no me angustia. En pocos años veremos niños en la bañera con libros basados en esas realidades virtuales que puedes arrugar, se podrá mojar los libros. No obstante, siempre habrá alguien que querrá el papel. Aunque no será el papel el que marque la tendencia, será la realidad virtual. Yo no he entrado en el mundo digital porque no me interesa, y no porque crea que sea malo o no me guste, me parece estupendo, pero a mí me gusta mancharme las manos, me gusta disfrutar, pelearme con las ilustraciones. No practico deportes de riesgo pero por lo menos me enfrento al papel en blanco que me encanta. Yo trabajo en papel, luego que lo impriman en lo que quieran. Yo trabajo como trabajo porque fundamentalmente me lo paso bien y si no me lo voy a pasar bien no me interesa. La gente se piensa que como no tengo móvil estoy en contra de la tecnología. No, yo tomo decisiones, yo quiero hacer esto, es una decisión personal, decido que no quiero que me localicen si no quiero.

¿No ha influido entonces esta transformación digital en su trabajo?

No, soy un poco misántropo. (Risas). Cuando estoy trabajando me preocupo de que no haya determinadas cosas que puedan inducir a error o que puedan confundir pero nada más, me dedico a mi trabajo.

Dejando de lado el mundo digital, ¿qué ha aportado el personaje de Monolito Gafotas a la literatura infantil?

Creo que Manolito es un héroe doméstico, está con los pies en la tierra, es muy cercano y lo adoro.

Parte de sus últimos trabajos son adaptaciones infantiles del Quijote, una obra que se impone en los colegios. ¿Cómo se puede lograr que los niños se interesen por la lectura?

Oí hace muchos años una frase que se me quedó grabada: «La lectura no se enseña, se contagia». Leer es muy complicado, descifrar el código de la lectura es muy difícil. Les decía a los chavales: esto no es el Quijote, pero os garantizo que si cogéis el Quijote original y conseguís pasar de las primeras 40 o 50 páginas no vais a poder soltarlo. Pero eso es duro, meterte en otra realidad, con la cantidad de estímulos que tienes desde fuera es complicado. Hay que transmitirles que con la lectura ganas tiempo, te formas como ser humano y tomas decisiones, que es lo más importante en esta vida. Pero estamos abocados a estar en el sofá sentados sin movernos.

Su trabajo tiene más proyección en países como Japón, ¿Cuál es su diagnóstico para la ilustración infantil en España?

Bueno, esto se lo han inventado. Es verdad que hace unos años los japoneses me compraron obras para el Chihiro Art Museum de Tokio y soy el único ilustrador español en ese museo, pero eso es puro azar.

Pero sí es cierto que hay más interés por la ilustración en este país que en España.

De eso no hay duda. En Corea del Sur, que debe ser como España, no sé la cantidad de libros publicados que tengo, compran a espuertas y en Japón también.

¿Es una cuestión cultural el hecho de que la ilustración tenga más difusión en estos países?

Cultura, dinero e interés. En España hay poco interés por la cultura, es una realidad. En Buenos Aires los teatros están llenos y es un país que no tiene un duro ahora mismo, pero la gente sigue yendo al teatro, y duran las obras. ¿Cuánto duran las obras de teatro en España?? Eso te da una idea de cómo va este país.

¿Se debe a la falta de apoyo institucional o la implicación de la ciudadanía?

Los ciudadanos deben implicarse pero eso hay que propiciarlo y se hace en la escuela, donde te tienen que decir que al mundo no lo mueven los políticos, lo mueven los poetas. El arte te ayuda a sobrellevar la vida. Tiene que haber un interés y tienes que inculcarlo, porque harás mejores seres humanos. No es lo mismo ser pobre y no tener cultura que sí tenerla, no es igual. Los buenos, genuinos y más grandiosos placeres de la vida son gratis, que una persona se coja a Alejandro Dumas o a quien sea y disfrute aunque no tenga dinero no tiene precio. Eso es lo que hay que inculcar, la importancia que tiene la cultura para salvar al ser humano. Es un problema de desidia, no creo que haya maldad.

¿Por parte de quién?

De todos un poco, pero alguien tiene la responsabilidad política, alguien tiene que empezar y favorecer. Un país como este no se cuántos planes de Educación ha tenido en los últimos 40 años, pues cuéntame la milonga.

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