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A cuatro patas

El varano Mariano

Quien captura a un animal libre, lo roba y le roba la vida

El varano Mariano

Tampoco lo fue el hecho de que se llamara «Mariano», que, desde luego, tenía su aquel.

Ni que me avisarán acerca de la cantidad de bacterias que viven en la boca de éstos. Desgraciadamente, sé que si un varano saca su genio y, por una de esas te muerde, la infección puede llevarte a perder la mano, la pierna o, incluso, el brazo, según la parte de tu anatomía que alcance el mismo.

También podría haberme impactado el hecho de que alguien, una persona normal y corriente, pudiera tener en su piso a un animal de ese tamaño y envergadura, pero reconozco que comienzo a estar acostumbrado a todos los disparates que algunos son capaces de hacer por llamar la atención. He conocido, por ejemplo, a personas que tenían como «animal de compañía» a «fieles» murciélagos, «cariñosas» tarántulas y «amigables» serpientes venenosas... Y, eso sin contar a aquellos otros que tenían entre sus mascotas a coatís, mapaches, camellos, llamas, caimanes, leones, tigres, pumas, osos, jirafas y, hasta delfines, en sus mansiones a orillas del mar. En fin.

Por otro lado, en el caso de los varanos, además, encima, se da una curiosa circunstancia que en su día disparó la venta de éstos. Les cuento... Hace algunos años emitían en televisión -aún está en la programación de Disney Chanel- una serie americana de máxima audiencia en la que el animal protagonista de la misma no era otro que una enorme varano llamada Mrs Kipling que vivía feliz entre niños, lujos y una vida rosa repleta de purpurina ¿Se dan cuenta? Ya se sabe, quien siembra vientos recoge tempestades.

El caso es que, quizás por todo eso, nada de lo anterior fue lo que más me impactó.

Lo que, realmente, me puso los pelos de punta es saber, conocer, tener la certeza de que muchos de esos varanos que se venden y compraban como si fueran cachorros de perros o gatos, proceden, en realidad, de capturas ilegales realizadas en su lugar de origen ¿Cómo puede alguien atrapar a un animal que vive libre y condenarlo al cautiverio de por vida? No lo entiendo. Creo que no puede existir mayor maltrato para un animal salvaje.

Pero, para que entiendan mejor lo que les quiero transmitir, les contaré cómo fue el primer día de aquel primer varano llamado Mariano, rescatado en el Arca.

Verán, era verano. Me había llamado una familia unos días antes para decirme que me iban a entregar un varano. Habíamos quedado por la mañana en una céntrica calle de Alicante.

Llegué pronto pero, en realidad, ellos ya me estaban esperando. Los vi enseguida recogidos en un portal. Estaba la madre, dos hijos y, alargado y tumbado sobre los brazos de los dos, Mariano.

Tras los saludos, sin mediar muchas más palabras, los dos alargaron sus brazos y depositaron sobre los míos a Mariano, que, la verdad, no hizo ademán alguno por atacarme, es más, apenas se movía.

Me despedí de ellos y, como pude, con Mariano en brazos, me encaminé hasta el coche y, de ahí, rumbo al Arca.

Por el camino pensaba dónde pondríamos a un animal tan grande pero pronto caí en la cuenta de que, en realidad, durante el invierno los varanos necesitan mucho calor, sí, pero en verano se pueden dejar al aire libre. Así que, como era agosto, no lo pensé más. Lo introduje en un recinto vacío pero muy natural -con tierra, árboles, plantas y rocas-.

Recuerdo que al dejarlo en el suelo, Mariano quedó inmóvil sobre la tierra. Parecía que estuviera ausente o dormido, así que, aproveché su tranquilidad, y me marché unos segundos en busca de comida y agua para él.

Fueron solo unos pequeños instantes pero, para Mariano, más que suficientes.

El varano, al volver a sentir de nuevo la hierba, la tierra y el aire en su piel, despertó rápidamente de su letargo e, inmediatamente, comenzó a moverse por todo el recinto. Yo le seguía con la mirada, atónito, pero él era mucho más rápido que yo. Así que, de pronto, al pasar tras una de las rocas, despareció de mi vista. No lo podía creer. Me pareció estar ante uno de esos trucos de magia imposibles.

Recorrí visualmente todo el recinto una y otra vez pero, nada, no estaba? Hasta que, de pronto, alcé mi vista hasta lo más alto de la valla y, sí, allí estaba el bueno de Mariano, a más de tres metros de altura, mirándome fijamente como si se tratara de una pequeña lagartija de nada más y nada menos que cuarenta kilos de peso y más de un metro de largo. Fue entonces cuando, realmente, comprendí el gran drama que había sufrido aquel animal. En fin.

El caso es que, tras Mariano, llegaron otros varanos. Al fin y al cabo, las capturas y las ventas ilegales de los mismos no paran. Pero, muchas veces, cuando pienso en todos ellos, siempre me pregunto: ¿por qué trataran así algunas personas a los animales? ¿Por qué no les respetarán como se merecen? Y, sobre todo, ¿cuándo dejaremos los humanos de ser una pesadilla para los animales del mundo?

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda.

Más información en:

www.fundacionraulmerida.es

o www.animalesarcadenoe.com

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