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¿Son enfermedades del ego?

Si a nivel orgánico, de nuestro cuerpo, tenemos un sistema inmunológico que nos reconoce, en la esfera de lo psíquico tenemos el ego, que también nos identifica, nos consciencia de nuestra propia identidad. Sugiero que ambos pueden alterarse, poco o mucho, y producir enfermedades. Las alergias surgen si la respuesta inmune es excesiva, y si ese sistema falla en dar una respuesta adecuada a las agresiones, aparecen infecciones o tumores. Como la alergia, existe el superego, referido a la imagen que se tiene de uno mismo. Nos vemos a nosotros mismos como seres ideales, alejados de la realidad. Se ha dicho que pasamos más de cuarenta años construyendo nuestro ego, y los restantes hasta acabar, corrigiéndolo.

El superego sería el narcisismo. El mito de Narciso cuenta que era un joven bello. Se sentía tan hermoso que rechazaba a todas las ninfas y por ello fue castigado por Némesis, la diosa de la venganza. Estaba tan absorto contemplando y disfrutando de ver su belleza en el agua de una fuente, que se despistó, cayó en ella y se ahogó. Después allí brotaría la flor que conocemos como el narciso. Narcisistas son personas que tienen un aprecio excesivo por sí mismas, idealizan su propia imagen. Es un ególatra el que pasa su vida rindiendo culto a su ego. Algunas alteraciones del ego se podrían considerar enfermedades. Probablemente recuerde que el austriaco Sigmund Freud abrió este camino y avanzó por él.

Lo mismo que hay enfermos con sordera, bien por una lesión en la membrana que tenemos en el oído y que vibra con las ondas sonoras (sonidos) que le llegan, o en los nervios que recogen la energía de esa vibración, hay personas que oyen pero no saben escuchar. Puedes intentar dialogar con ellos, pero se limitan a hablar ellos y generalmente de ellos. Parece importarles sólo lo suyo. A veces son nimiedades pero parece que lo que les es propio es lo único trascendente, lo clave y definitivo. Lo de los demás no cuenta. Tienen el ego enfermo. Dudo si algunas de las patologías o enfermedades del ego caerían en lo que nos enseñaron que eran los pecados capitales. En este caso serían la soberbia, el orgullo o la avaricia.

Algunos otros ejemplos: muchas enfermedades orgánicas, desde la gripe a un tumor o la desnutrición, causan cansancio, o si quiere, fatiga o astenia. Supongo que conoce que algunas personas, sobre todo mujeres, padecen de astenia crónica. Están cansados siempre, a pesar de pasarse los días sentados o echados. En el terreno psíquico podríamos hablar de acidia. ¿Que sería la acidia? Una especie de pereza espiritual. Cerca de ella estaría la apatía, es decir, falta de ganas para iniciar nuevas tareas. Y quizás también la procastinación, que podríamos definir como dejar para mañana, para más adelante, retrasar, lo que deberíamos hacer hoy o ahora. Todas ellas serían formas de expresar otro pecado capital, la pereza.

Algunas personas circulan por la vida con grandes corazas. No saben expresar sus sentimientos. Sería esplendido que aprendieran lo magnifico de expresar amor, o al menos cariño o compasión (esta no en su acepción de sentir lastima, sino de querer compartir, acompañar, de sufrir con el otro). Ello les empobrece. Son ocultadores del ego, justo lo contrario de lo que les pasa a otros que se pasan la vida fingiendo, exhibiendo imagen, que es lo que suelen hacer los narcisistas.

Los hay mentirosos compulsivos. En castellano se decía de algunos: mienten más que hablan. Otros viven en el secreto. Les encanta ocultar algo. Yo estimo que vivir con mentiras o secretos exige mucho esfuerzo. No merece la pena. Me atrevería a decir que cuanto menor es la distancia existente entre lo que se piensa, se dice y se hace, más cerca se está de la felicidad.

Otros viven su vida con mucho temor. El miedo les supera. Usted sabe que el miedo es la mayor fuerza que mueve el mundo. Mucho más que el dinero o el amor. Aproximándose están los temerosos, y más abajo los indecisos, los inseguros y aún más los cobardes. Le recuerdo que los valientes no son los que no tienen miedo, sino los que a pesar de tenerlo actúan y son capaces de superarlo.

También tendrían trastornos de ego los prepotentes, que creen estar en posesión de la verdad, o los fanfarrones que alardean de lo que creen ser, en especial valientes. Igualmente los que en lenguaje coloquial serian «lameculos, pelotas o trepas», que sería una forma de avaricia en egoístas.

La irritabilidad o agresividad de algunos, que sería la ira, abunda en nuestra sociedad. Y este trastorno repercute muy directamente en los otros. Recordemos que algunos la expresan matando. Y Ud. me dirá, ¿qué puedo hacer yo? Le digo: si la reconoce en Ud., buscar ayuda; si en su casa la luz no funciona, acude a un electricista. Esto es más importante, ya que puede arruinar su vida y la de otros. Busque un psicólogo o psiquiatra que valore lo que le pasa y le ayude.

Llevo un tiempo viendo mucha televisión. En ella disecan la vida de nuestros políticos. Y he jugado a ver en ellos estos egos alterados. Seguro que coincide conmigo que si Dios creó el mundo en siete días, algunos lo ven muy imperfecto y se creen capaces de arreglarlo y tienen fórmulas para hacerlo en menos tiempo. Su ego es infinito. Son grandes ególatras. Otros muchos parecen no vivir, sólo actúan. La imagen es lo que de verdad les preocupa, son grandes fingidores. Besan a niños o ancianos pero su imagen nos revela una naturalidad inexistente. Se diría que son grandes vendedores, sobre todo de humo.

Acabo con una maldad, una frase de Bertrand Russell. Decía: los científicos, en la vida tratan de hacer posible lo imposible. Los políticos, de hacer imposible lo posible. Acepto mis excesos, mucho de lo que digo es una exageración. De hecho estas alteraciones también están muy presentes en los contertulios o los periodistas. Nos sería muy útil que nos viéramos en el espejo, pues igual que les hablaba que algunos no saben escuchar, otros muchos, y me refiero a los humanos en general, no sabemos vernos. Vemos una mota en el ojo ajeno y no vemos una viga en el propio.

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