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Berlanga y el «mestizaje ideológico»

Área de descanso. Semana y media

Berlanga y el «mestizaje ideológico» Javier Lizón / efe

Lunes

Versión española

Estoy tan absorbido por la ficción nacional que no caí en la cuenta de que anoche se celebraba la gala de los Oscars, siempre tan políticamente correctos que logran convertir nuestros Goya en una ceremonia aséptica. Coincidiendo con la segunda campaña presidencial de Obama, fue premiada una película eufórica sobre la muerte de Bin Laden que a la vez criticaba las torturas en la administración Bush ¡gracias a las cuales fue posible localizarlo! Las triunfadoras han sido «Spotlight», una crónica periodística del abuso a menores en la archidiócesis de Boston, y «El renacido» (en la tradición del «western» de textura intimista y soledades amenazantes cuyo icono es «Las aventuras de Jeremías Johnson»), que es la versión ecologista de «El hombre en una tierra salvaje», una película de los años setenta protagonizada por Richard Harris en la que sospecho que la epopeya del trampero Hugo Glass tenía más importancia que el calentamiento global, sin duda porque hace cuarenta años todo el mundo hubiese creído que «calentamiento global» era el título de una película porno. Nada que ver en todo caso con el maratón cinematográfico de mañana en la Carrera de San Jerónimo, un homenaje póstumo a Berlanga.

Martes

La escopeta nacional

Decía Patxi López que el formato del debate tenía el precedente de una de las investiduras de González y supongo que es el único parecido razonable entre Pedro Sánchez y Felipe González (también entre Patxi López y Peces Barba). Por lo demás, el discurso del candidato Sánchez ha sido una pieza maestra de denso parlamentarismo. Si los devotos del general Primo de Rivera llamaron «intuicionismo» a las ocurrencias achispadas del general para disculparlas, Sánchez ha aportado dos innovaciones, el «mestizaje ideológico» y la «transversalidad», para embozar la evidencia de que PSOE y Ciudadanos sólo comparten ambiciones. Desde luego, es fraudulento que el candidato se postule como el paladín de un «yo o el caos» en lugar de exponer su programa de gobierno, aunque hubiese resultado una tarea milagrosa articular en un «corpus» coherente el batiburrillo de vaguedades con que venía pertrechado. Esto no es «intuicionismo», sino lo que Canalejas describió memorablemente hace cien años: «La agilidad es una excelente cualidad para subir a los árboles, pero no para gobernar».

Miércoles

Moros y Cristianos

Liberado del corsé institucional y con evidente apetito de sangre, Rajoy ha desplegado una sobredosis de retranca gallega en su intervención de esta mañana. Las sonrisas de Rivera y Sánchez, que pretendían ser despectivas pero apenas disimulaban la irritación, han confirmado que el sarcasmo sigue siendo un método infalible para ridiculizar. Sin embargo, Rajoy ha pronunciado una frase críptica que tiendo a interpretar con malicia. Cuando ha acusado a Sánchez de haber engañado al rey, a la cámara y a la gente, he percibido una amonestación tácita al monarca por su gestión del proceso de investidura, lo cual casa con la tesis del PP de que había alternativas a proponer la candidatura de quien con toda certeza iba a carecer de apoyos suficientes. Sea como fuere, la intervención de Rajoy y el mitin de barricada preconstitucional de Iglesias han permitido desnudar los auténticos objetivos de la pantomima organizada por Sánchez y Rivera. En realidad, el primero defendía una cuestión de confianza ante su propio partido y el segundo una moción de censura a Rajoy.

Jueves

Los jueves, milagro

Es curioso que de los cuatro grandes protagonistas del debate, sólo Rivera merezca elogios a pesar de que se ha prestado a una operación fantasmagórica cuyo éxito depende de que el PP acceda a suicidarse o, como mal menor, de que el propio Rivera elija al sustituto de Rajoy. Es la pirueta inmemorial de los políticos que saltan al vacío y quedan suspendidos en el aire durante un instante de gloria. Pero yo no soy menos que un laboratorio demoscópico con triquiñuelas y también he realizado un trabajo de campo. Mi familia es lo suficientemente amplia como para encarnar una reproducción en miniatura del mapa electoral. Hay votantes de los cuatro partidos e incluso un adolescente que se pasa el día tumbado en el sofá intercambiando «wassaps» del tipo «dabuten tronco» (aunque él dice que es un nihilista, yo creo que es idiota). Ciudadanos cuenta con un par de votos y soy incapaz de describir la expresión patidifusa de estos dos familiares cuyo líder ha pasado de ser en cuestión de semanas una joven promesa a un joven con promesas.

Viernes

La vaquilla

No fue la última película de Berlanga, pero sí la más sombría de su última etapa y desde luego la que más se aproximó a un diagnóstico colectivo que simbolizaban los ojos agonizantes de la vaquilla como último plano. Existe una saludable diferencia entre una guerra civil y un parlamento ingobernable, pero dentro de unas horas se rodará en el Congreso el último plano también descorazonador de un sainete «berlanguiano» con su reparto de paisanos cerriles, pícaros o codiciosos, pero siempre rimbombantes: progreso, reforma, recuperación, estabilidad, el argot del estadista arrabalero. A partir del lunes, esta cofradía regresará a la Zarzuela con idéntico propósito constructivo y considerable amplitud de miras y el rey tendrá que hacerles un hueco en sus tribulaciones fraternales. Lo más probable es que acuda a Jorge Manrique cuando despache con Rajoy, «ni contigo ni sin ti mis males tienen remedio», y a nuestro chispeante refranero cuando reciba a Sánchez: «Una y no más Santo Tomás».

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