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«Vivimos en una burbuja en la que creemos que tenemos que hacer niños perfectos»

Noelia López-Cheda. Autora del libro «No seas la agenda de tus hijos»

«Vivimos en una burbuja en la que creemos que tenemos que hacer niños perfectos»

¿Cómo empezó todo?

Primero empecé a escribir sobre educación en un blog personal. Se trata de un blog de marca personal, ya que en aquel entonces no trabajaba tanto como ahora, y monté un blog para que la gente conociera mi trabajo mediante una exposición pública. Al principio me daba mucha pereza tener que escribir todas las semanas, pero me lancé. Empecé a escribir sobre habilidades, ya que mi trabajo consiste en ir a las empresas y trabajar el desarrollo de personas, consultoría... Pero cuando empecé a relacionar las habilidades en las empresas con la educación, con los niños, los artículos tenían mejor acogida. En medio de todo esto seguía relacionando mi trabajo con los niños, y empecé a tener muchos seguidores del ámbito educativo, padres y educadores. Y llegó el famoso whatsapp.

¿Cómo surgió?

Colgué la frase «Me niego a ser la agenda de mi hija por Whatsapp, y tengo argumentos educativos» en Facebook, y tuvo tal repercusión que la gente me pidió que escribiese sobre el tema. Y dije: «ok, perfecto, el próximo post va a ser sobre este tema». Empecé, lo escribí todo seguido, y le dije a mi marido: «creo que este artículo va a gustar». En mi opinión no es de mis mejores artículos, porque era una reflexión de «hasta aquí hemos llegado, qué estamos haciendo». Lo publiqué un jueves, y ese día por la noche el teléfono no paraba de pitar con avisos de visitas. Tenía 10.000 visitas, cuando mi máximo eran unas 200. Ese fin de semana llegó a las 700.000, se hizó viral y a la semana llegó al millón de visitas. Justo en ese momento empezaron a llamarme todos los medios de comunicación, hasta los internacionales como la BBC, The Guardian... Fue todo muy surrealista y me pregunté qué está pasando con la educación en España.

¿Y qué está pasando?

Pues fue una pregunta que al final derivó en el libro, ya que en ese momento se pusieron en contacto conmigo tres editoriales, una de ellas la Esfera de los Libros, por la que me decanté. Mi reflexión a lo largo del libro es qué está pasando y qué estamos haciendo los padres y educadores en esta nueva hornada de niños. Esta época no es mejor o peor que otra, mi infancia fue una y no es comparable a la que tienen mis hijos por muchas cosas, porque el mundo ha cambiado, porque los medios han cambiado. Nos movemos en entornos distintos, el cambio es más rápido, la tecnología nos está comiendo... Entonces todo esto influye en que todo vaya más rápido y que haya más miedo por parte de los padres, porque no sabemos qué mundo nos vamos a encontrar. Y ante esto, un compañero me decía que tenemos que competir, y yo le respondí que para qué. Estamos en un momento en el que tienes que ser el mejor, y eso se traslada a la educación. Tienes que ser el mejor, comerte al que tienes enfrente, cuando en realidad debemos apostar por la cooperación entre personas, la confección de equipos, el que se trabaje con colaboración y acuerdos...

¿Y qué les pasa a los padres?

Los padres nos encontramos en un momento en el que no sabemos qué va a pasar en un futuro. Antes, cuando terminábamos de estudiar en el colegio y el bachillerato íbamos a la Universidad. Y de la Universidad a trabajar, si habías estudiando algo con salida, que es lo que se decía en aquella época, «estudia algo con salida». Hoy eso ha dejado de existir, ya no hay carreras con salida, no hay trabajos estables. Y el que no haya trabajos estables, que no haya carreras con salidas, el que todo vaya tan rápido... a los padres nos ha metido en una burbuja en la que o hacemos niños perfectos o se van a morir. No es cuestión de que hagamos niños perfectos, yo no quiero que mis hijos aprendan chino, lo que quiero es que sean felices, que no tiene que ver tanto con lo que consigues sino en cómo te vas desenvolviendo tú a lo largo de la vida y el cómo vas consiguiendo cosas. Y en esa manera de desenvolverse influyen las capacidades de las que hablo en el libro.

¿A qué capacidades se refiere?

No está demostrado que las personas con tres o cuatro carreras y con un supertrabajo sean felices. Ya no hay una relación directa. Ni siquiera el tener muchos idiomas o carreras da opciones a un trabajo directo, te da más, pero opciones directas no. Ahora las cosas están muy difíciles. Yo cuando estudié ingeniería no había paro, los ingenieros no tenían paro. Y hace unos años coincidí con un compañero y al preguntarle cómo estaba el tema en Madrid, me dijo que no fue consciente del problema que teníamos hasta que empezó a ver a compañeros en el paro. Eso era impensable antes, un médico en el paro, un arquitecto en el paro, un ingeniero en el paro... eran estudios que tenían salidas, ahora no. Los estudios están muy bien, pero hay que hacer más cosas. Necesitamos experiencias, que esos niños sepan desenvolverse en cualquier parte del mundo. Tendrán que saber idiomas, pero necesitan también capacidades para saber afrontar problemas. Necesitamos innovación y resolver problemas de maneras distintas, y esto las escuelas no lo favorecen. Aunque hay colegios que están haciendo cambios, en Elche hay algunos ejemplos, todavía queda mucho. En el libro hago una reflexión con varios retos.

¿Qué retos?

En el libro hablo de autonomía, proactividad, confianza, comunicación, de cómo influyen las etiquetas, de los roles de las personas desde el punto de vista de la familia, de los padres, ver qué roles tienen y cómo se organizan cuando tienen hijos. También hago referencia al talento y a la tecnología.

¿Ha recibido opiniones en contra de su manera de ver lo que está pasando?

En general, el 90% ha sido muy positivo, pero también ha habido personas que no estaban de acuerdo y lo argumentaban, y otras personas que empezaron a atacarme. Internet abre la puerta a hacer cosas que no se harían a la cara, y ese es uno de los problemas que abordo en el libro, que tenemos que educar a los niños, que no son mundos distintos, son herramientas, por lo que aquello que no harías a la cara no lo puedes hacer por internet. No puedes acosar, ni comunicar mal, ni atacar... No. La comunicación con una pantalla de por medio hay que saber manejarla. No vale todo. A mí me llegaron a decir «ojalá te metan en un asilo por no ayudar a tu hija con los deberes». Así que lo que pasa es que no habían entendido lo que quería decir, porque lo que quiero es ayudarla. No quiero solucionarle la vida, mi vida ya la vivo yo, y ella tendrá que vivir la suya. O ella tiene recursos y herramientas o va a tener problemas.

¿Y cómo se debe guiar a los hijos?

Aconsejo que seamos orientadores y guías, pero no podemos vivir la vida de ellos. Y es que nadie puede vivir la vida de otra persona. Son personas que tendrán que vivir su vida y tendrán aspiraciones distintas. No podemos ser clones de ellos. Lo que pasa es que estamos planificando su vida, hacerles el camino para que no se encuentren ninguna piedra.

¿Se sobrepasan los padres?

Los padres son los que hacen los trabajos de sus hijos. Pasa en el colegio y también en la Universidad. Una de las anécdotas que recojo en el libro es el relato de una profesora que me dijo que las tesis de fin de grado las presentan los padres, y también van a las tutorías de la Universidad a preguntar dudas, esto me lo contó un profesor de una universidad de Madrid. Y hasta padres que se presentan a entrevistas de trabajo de los hijos. No puedes vivir su vida, tiene que pegarse tortas y buscarse las castañas, como estamos haciendo todos. Empezamos por los trabajos del colegio y terminamos con las entrevistas de trabajo, les hacemos un flaco favor. Yo recuerdo que en tercero de Primaria mi hija tenía que hacer el sistema solar. Y en el grupo de Whatsapp empezaron a mandar fotos de sistemas chulísimas, y había una foto que se notaba que lo había hecho el padre, que es arquitecto. Había hecho una maqueta, y mi hija estaba haciendo bolitas de plastilina. ¿¡Qué pretendemos con esto!? ¿¡Que tu hija presente el mejor trabajo de clase, o que aprenda a hacer un sistema solar!?

¿Usted se sienta a hacer los deberes con sus hijos?

Yo no me pongo a hacer los deberes con mis hijos. Primero porque, por trabajo, no estoy, pero cuando estoy no me siento con ellos a la mesa. Mi madre y mi padre no lo hacían, si tenía dudas les consultaba. No es mi tarea, es la suya.

¿Qué le dicen los profesores?

La gran mayoría de profesores me apoyan, apoyan esta filosofía. Ellos están en una situación muy complicada. La sociedad tiende a machacar a los profesores. Que si tienen muchas vacaciones, que si qué bien viven, que si ya me gustaría tener su trabajo, que trabajen, que no motiva a mi hijo. Lo que les pasa es que se están encontrando unas generaciones más complicadas, pero ellos tienen treinta. Me decían al principio del curso que cada año lo niños están más alterados. Además encuentran padres que van en su contra, y encima se comenta en el grupo de Whatsapp de los padres, y además machacamos al profesor. No tiene sentido, es un error, y los niños se dan cuenta de que no nos ponemos de acuerdo. Yo les llamo los «padres drones», que van sobrevolando y mirando. Por lo que los maestros se sienten incomprendidos. Yo estoy de acuerdo con muchas cosas que dice José Antonio Marina sobre Educación, que es una profesión que hay que revisarla, que hay que seguir formándose. Pero de ahí, a machacarlos, hay un término medio. Tienen que seguir formándose, como todos, pero doy fe de que están en ello, yo voy a los colegios a dar clases. Hay una generación de profesores muy interesados en mejorar. En Elche hay centros que están haciendo un gran esfuerzo, pero no se oyen.

¿A qué conclusión llega después de su análisis?

Tenemos que pensar que la educación no es dárselo todo, sino ayudarles a que lo adquieran ellos, ayudándoles a tener las habilidades que necesitan para la vida. Mis hijos van a tener una vida totalmente distinta a la mía, y lo que a mí me ha valido a lo mejor a ellos no, pero hay unos recursos básicos, que es tener resiliencia (poder recuperarte de los golpes con facilidad), tener una inteligencia emocional alta (que seas capaz de gestionar tus propios estados de ánimo y emociones), capacidad de aprendizaje y habilidades interpersonales. Y todo lo demás va llegando.

¿Habla de educar a los hijos, pero qué pasa con los padres?

Sí. De hecho hay un montón de escuelas de padres, en las que yo doy charlas. A ser padre nadie te enseña, traes un hijo al mundo y ahí está, apáñate. Necesitamos menos manuales y más sentido común, dejarse llevar por lo que te dice el cuerpo. Lo que nace por instinto no es malo.

¿Y sus hijos? ¿Cómo ven todo esto?

Son conscientes de que su madre es la que sale en televisión y los periódicos. El pequeño no se ha dado cuenta, la mayor sí, ya que, además, era la protagonista del artículo. Suelo pedirles permiso para escribir sobre ellos. Cuando pasó esto mi hija dejó de preguntar por los deberes, y si se le han olvidado se ha tenido que buscar la vida. Yo considero que el suspenso o el aprobado no es mío, es de ella. A mí sí me preocupa que ella no haya trabajado, pero si se ha trabajado y ha suspendido, me importa lo que ha pasado en medio.

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