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Financiar entre todos

El crowdfunding se hace mayor

El crowdfunding se consolida en la provincia de Alicante como lanzadera de proyectos singulares

JANDRO MARTÍNEZ

Convencer a un banquero con traje que sólo ve números siempre ha sido más difícil que lograr el apoyo de un compañero, de un amigo o de un familiar. La pasión, esa emoción que se puede contagiar, muere aplastada por el desinfectante con que se protegen los analistas de riesgo de las entidades de crédito y los directivos de industrias culturales y organismos públicos. Creer en un proyecto está bien, pero comprenderlo es mejor. Y el gestor que tienes delante de ti no comprende por qué debería prestarte dinero para que hagas un documental sobre un maldito como Ovidi Montllor, para que te vayas con tu amiga a recoger historias de refugiados en los Balcanes o para que fabriques zapatos biodegradables destinados a boutiques nórdicas. Hasta hace poco, el emprendedor que no encajaba en los baremos de rentabilidad, solvencia o confianza del prestamista volvía a casa sepultado por la paradoja de que sólo creen en su idea quienes no pueden ayudarle a ponerla en marcha.

Pero eso era antes. Desde hace cinco años, y especialmente desde hace tres, la utilización de las plataformas de financiación colectiva se ha extendido en todo el país y por la provincia hasta convertirse en un recurso natural para quienes emprenden proyectos con más talento que patrimonio. Basado en la mecánica simple de que muchos granitos de arena hacen playa y con la ayuda de internet, el crowdfunding -de «crowd», multitud, y «funding», financiación-, permite que decenas, cientos e incluso miles de personas reciban información sobre un proyecto, elijan involucrarse en él y lo apoyen con pequeñas aportaciones que van desde dos euros hasta 3.000 a cambio de una contraprestación.

Cuando la plataforma más importante de microfinanciación del país, Verkami, ya ha movido con éxito 125 proyectos culturales en la provincia, unos 3.700 en España y Latinoamérica y un volumen de 18 millones de euros, analizamos cómo está creciendo esta herramienta cuya actividad, en algunos casos, ya está supervisada por el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Desde que se aprobó la primera regulación española de microinversión en marzo de 2015, el crowdfunding se consolida para lanzar desde documentales hasta empresas.

Las posibilidades de la financiación en masa han ido diversificándose hasta tomar cuatro formas muy diferenciadas. La más extendida de ellas es la financiación colectiva de preventa o de recompensa, utilizado especialmente en el mundo de la cultura. Permite a un artista vender su proyecto -su producto, en forma de copias de discos, libros, fotografías o películas- por adelantado, por lo que han sido ellos los usuarios más activos de esta novedosa forma de capitalización bautizada de innumerables maneras. La demolición de las discográficas, el viraje hacia lo comercialmente seguro de las editoriales y la precarización general de la industria cultural ha convertido a los creadores en perfectos comerciales de sí mismos, acostumbrados a manejar una identidad digital y a aprovechar cualquier contacto como oportunidad de vender su obra. Esta dinámica, sumada a las relativamente pequeñas cantidades que manejan para trabajar, les ha convertido en los primeros investigadores del también llamado micromecenazgo o financiación compartida o en masa.

Y a juzgar por los resultados económicos, funciona. Verkami, especializada en mecenazgo de preventa, ha logrado una tasa de éxito en sus campañas del 70%, lo que implica que la inmensa mayoría de las propuestas que difunde consiguen recaudar los fondos. Desde que se activó en 2010 y se disparó en 2013, ha canalizado la inyección de 285.000 euros al sector cultural provincial.

Uno de los 125 proyectos se ha convertido en el mayor hito del crowdfunding alicantino en esta plataforma. Se trata de Ovidi Montllor: El making off de la película que nunca se hizo, un falso documental ideado por Aire de Cinema que nunca se hubiese producido de no existir esta herramienta, a juzgar por lo que cuentan sus creadores.

En 2010, cuando el productor delegado Sergi Miralles y su equipo se sentaron ante el señor con corbata encargado de comprar producciones externas en un Canal 9 «interesado en principio en comprar biopics de personajes locales», recibieron un rotundo «no» a su idea de hacer una película sobre el cantante y escritor alcoyano. «Nos dijeron que eso no interesaba nadie» recuerda ahora, cuando su película ya se ha emitido en TV3 con una audiencia de «150.000 espectadores« y está por exhibirse en salas.

Con la puerta del organismo audiovisual cerrada a cal y canto -«Ovidi fue un personaje muy negado políticamente en los 80 y 90», recuerda Miralles haciendo un paralelismo entre el rechazo al artista y al proyecto que buscaba redescubrirlo- olvidaron el documental. Pero «en 2014 lo retomamos para lanzar una campaña». Necesitaban 33.000 euros para pagar cámaras, desplazamientos y unos 15.000 euros que pedía RTVE para ceder una grabación de 5 minutos casi desconocida de Monllor, como explica el productor.

Descrita la forma y el fondo de su documental en la web, lograron que 700 personas aportaran desde 10 euros a cambio de una mención en los créditos y un visionado antes del estreno, hasta los 3.000 que sumó el mecenas más generoso de la campaña, a cambio de aparecer en la película, ver de la versión final antes del estreno, un cartel firmado, una camiseta, un DVD firmado y la invitación al estreno en Barcelona, Valencia o Alcoy. Sin embargo, y aunque hoy sonríe al recordar aquella conversación con el directivo, Miralles tiene claro después de un año de trabajo y de tres días empaquetando «580 envíos de recompensas» a todo el arco mediterráneo que el crowdfunding «no es el modelo ideal» y desde luego tampoco la solución «que nos interesa como creadores». «De esto no se puede vivir, te cuesta sangre sudor y lágrimas sacar 2.000 euros», confiesa Miralles.

Como este documental, decenas de iniciativas tanto de artistas emergentes como de creadores con recorrido logran salir adelante cada año. Una de ellas, B, la reconstrucción teatral del sumario del caso Bárcenas, ha llegado a os cines y estar nominada en los Goya con apenas 55.000 euros captados vía crowdfunding.

El crowdfunding de recompensa o preventa está rodeado, para Jonás Sala, uno de los fundadores de Verkami, de gratificaciones «intangibles» que hacen que la experiencia de dar y recibir sea muy distinta a la de recibir crédito bancario. «Se genera un vínculo entre las partes, da visibilidad, permite llegar a público que normalmente está fuera de tu alcance y permite hacer contactos», resume Salas sobre el valor añadido de esta herramienta. Es la pasión contagiosa que impulsa ideas poco atractivas para inversores más racionales, normalmente más interesados en el retorno que en la épica del proyecto.

Pese al dominio del crowdfunding de preventa, existen otras tres categorías que se afianzan y ya ofrecen algunos ejemplos en la provincia. Son el crowdfunding de inversión, el de préstamo y el de donaciones, que completan un grupo de «cuatro deportes que son totalmente distintos», como explica Ángel González, responsable de Universo Crowdfunding, un portal especializado en micromecenazgo.

La mayor diferencia entre ellos estriba en que sólo dos de las cuatro modalidades están reguladas por el primer régimen jurídico que tiene la financiación colectiva en España: un articulado específico para ellas dentro de la Ley 5/2015, de 27 de abril, de fomento de la financiación empresarial. Se trata del equity crowdfunding , o de inversión, y del denominado «crowdlending», o crowdfunding de préstamo. En la primera modalidad, el emprendedor busca financiación a cambio de participaciones en la empresa que trata de impulsar. En el segundo caso, lo que pide es una cantidad que puede ser cubierta por un grupo de pequeños prestamistas que reciben a cambio una devolución con intereses.

Al tratarse de figuras en las que prima el «componente financiero», como explica el preámbulo de la ley, el Gobierno trata con su regulación de evitar «que resulte sencillo utilizarlas para el blanqueo de capitales» y «que alguien se gaste más de lo que realmente quiere», considera González. Las campañas de recaudación más sencillas, que pueden alcanzar hasta 2 millones de euros, se realizan en páginas web accesibles a inversores sin experiencia que pueden no terminar de comprender el riesgo que asumen.

Así, se zanjó este problema creando dos tipos de inversores en nube; el acreditado, aquel que dispone de un patrimonio de al menos 100.000 euros o ingresos anuales de más de 50.000 euros en el caso de las personas físicas -las empresas tiene límites distintos-; y el no acreditado, donde se enmarcan el resto de particulares que buscan participar en nuevas empresas o «start-ups». Este tipo no puede invertir más de 3.000 euros por cada proyecto empresarial, ni más de 12.000 euros al año. Para el experto se trata de una ley «buena, aunque se queda a medias».

Así fue posible que Petrucha, una marca eldense de calzado artesanal y elaborado con exquisitez, pudiese lograr su meta de estar en boutiques y multimarcas selectas del país y de Europa. Josep Vidal, su impulsor, necesitaba una cantidad importante para completar la financiación inicial que había logrado con fondos propios y aportaciones de amigos y familiares. Encontró el empujón que le hacía falta a través de la web Sociosinversores.com, la plataforma líder en España en este tipo de crowdfunding o «cloud investment», como lo denomina su presidente, Javier Villaseca.

Los cuotapartícipes que se interesaron por Petrucha hicieron aportaciones medias de 10.000 euros cada uno. En muy poco tiempo, Vidal había reunido el dinero que necesitaba para impulsar su marca, sumando recursos propias, nuevos socios y ayudas públicas al emprendedurismo.

De todos quienes han creído en su idea, a quien Vidal tiene más presente es a los desconocidos que han arriesgado con él conociendo su proyecto a través de una web. «Moralmente, la responsabilidad y el compromiso con ellos es mucho mayor que si hubiese recibido el dinero de un banco», asegura el consejero delegado de Petrucha. En el crowdfunding de inversión operan las mismas dinámicas emocionales que en el de preventa. Al final, como explica Vidal, «se trata de hacer cosas con pasión».

Esta plataforma de equity crowdfunding también se creó en 2010. Ha insuflado capital a un centenar de empresas, entre las que se encuentran nueve empresas de la Comunidad dedicadas al textil, la tecnología y la agroalimentación. De esos 100 proyectos, cree que sólo un 5% de ellas «hubiesen salido adelante hace cinco años», cuando no existía esta posibilidad de lograr respaldo económico. «Antes sólo podías financiarte con dinero o con patrimonio», cuenta este impulsor del equity crowdfunding en España. Él mismo buscó socios en su plataforma: «Necesitábamos 200.000 euros para lanzarla, y el banco nos pedía un aval por un patrimonio de esa misma cantidad. Así que pensamos que para eso mejor buscarlos directamente en crowdfunding», cuenta sin esconder cierto orgullo.

Algunos entusiastas han querido ver en el crecimiento de estas herramientas y en la atención recibida por los reguladores del mercado financiero en España un signo de que el rol de los bancos y los prestamistas tradicionales puede cambiar drásticamente.

El cofundador de Universo Crowdfunding cree más bien que la financiación compartida es algo «complementario» a los operadores de toda la vida, quienes empiezan a cooperar con las nuevas plataformas. «Para el analista de riesgos de un banco no es lo mismo prestar 15.000 euros a alguien que empieza de cero que a alguien que ha vendido ya 250 unidades de su producto y sólo necesita otra mitad para seguir adelante. Esto le cambia la cara», apunta González. Asegura que un banco «ya ha aceptado el resultado de una campaña de crowdfunding como único aval para aprobar un préstamo a un comercio». ¿Acabará el crowdfunding sirviendo para convencer a los tipos que dan crédito?

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