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Las especulaciones

Andrés Castaño nos trae su particular visión de la semana

Las especulaciones

Lunes

El buen gobierno

Aunque España no padece la ambigua maldición de Argentina, un país tan rico que se recupera por la noche de lo que su gobierno ha hecho durante el día, tampoco logra parecerse satisfactoriamente a Bélgica, donde los gobiernos en funciones son una peculiaridad tan rutinaria como la mantelería y el chocolate. Esto es así porque en Bélgica el gobierno central gestiona únicamente las finanzas, los asuntos exteriores, la jurisdicción penal y la defensa, departamentos que en las democracias añejas funcionan casi por inercia institucional. Y si bien los belgas son tratados comúnmente con desdén por considerárseles un híbrido mal cuajado de franceses y holandeses, lo cierto es que su renta per cápita desmiente que la opulencia y cierto grado de anarquía sean incompatibles. Pero los españoles no nos sentimos cómodos en la provisionalidad y tendemos a desesperarnos ante los vacíos de poder a pesar de que las mejores noticias macroeconómicas de los últimos cuatro años se han conocido cuando Rajoy ejerce de casero en Moncloa. Aunque se refieran al trimestre anterior y el dato de cotizantes a la Seguridad Social sea sombrío, admitirán que hay algo de mestizaje belga-argentino en todo este tema.

Martes

Vidas paralelas

Como el constituyente no previó la posibilidad de que ningún candidato pudiera garantizar su investidura y en consecuencia no arbitró una fórmula para activar la disolución automática de las cámaras, Rajoy ha podido declinar una derrota segura y Sánchez asumir la tarea de facilitar nuevas elecciones desoyendo el consejo de sus mayores. Vaya por delante lo obvio: o gobierna con la izquierda y el PNV o con el apoyo de Ciudadanos y la abstención del PP. En cuanto a lo primero, existe unanimidad entre Iglesias y los barones aunque por razones distintas: la coalición de progreso sólo es un eslogan; en cuanto a lo segundo, Sánchez ha dedicado la primera mitad de la intervención de esta noche a insultar al PP e incluso alguien poco perspicaz sospecharía que esa no es la mejor forma de seducir a un cooperador necesario. La conclusión es que resta otro mes de comedia con un único epílogo del que se culpará inevitablemente a Rajoy. Ahora bien, ¿por qué el «no, no y no» de Rajoy a Sánchez es menos respetable que el de Sánchez a Rajoy?

Miércoles

El progreso

Esta noche he preferido ver el partido entre el Barcelona y el Valencia a mortificarme con el penúltimo versículo del penúltimo capítulo del apocalipsis electoral. Soy consciente de mi escasa profesionalidad, pero ocurre que he rebasado el umbral de tolerancia a ruedas de prensa, tertulias, editoriales y marujeo parlamentario y últimamente había comenzado a temblarme el párpado cuando alguien pronunciaba palabras como «reforma» y «estabilidad». Francamente, la masacre del Nou Camp es un espectáculo más tonificante para un valenciano sólo a efectos administrativos que detesta las fallas y la paella. Mientras los goles iban cayendo como si fueran billetes contados por Rus y Neymar bailaba la samba alrededor de un defensa del Valencia que comenzaba a humear por la nariz, era inevitable pensar en la benéfica globalización. No me refiero a que Paterna y Castellón hayan amañado un partido para satisfacer a los apostantes asiáticos, sino a que el insufrible «amunt Valencia» del extinto Canal 9 tiene ahora un presidente chino, un asesor portugués, un entrenador inglés y un portero australiano que imagino habrá decidido regresar a las antípodas tras lo de anoche.

Jueves

Los indecisos

Faltaba una encuesta del CIS para rematar el suflé y hoy ha aparecido una particularmente inútil, realizada antes del mutis de Rajoy y de la carga del samurái de Sánchez, que certifica el asombroso dato de que los españoles habrían votado a principios de enero esencialmente lo mismo que quince días antes. Por una vez nadie ha dado importancia a estas bobadas salvo quienes las usufructúan fingiendo gravedad, aproximadamente un millón de gacetilleros residentes en Madrid. Esta tarde he captado parte de la conversación de un matrimonio en el vestíbulo del centro de salud. El marido temía no cobrar la pensión mientras no hubiera gobierno y lo confiaba todo a Sánchez después de que Rajoy se hubiera «rajado». Me he maliciado que, si cala esta certeza en el inconsciente colectivo, la próxima encuesta del CIS sí será traumática. Pero la mujer, menos concienciada políticamente, me ha devuelto a lo cotidiano gracias al tradicional desapego femenino por las especulaciones: «La cocina de Bertín es más grande que toda nuestra casa».

Viernes

Agenda oculta

Las relajadas sonrisas de Sánchez e Iglesias antes de su encuentro de hoy recuerdan el jovial aspecto que presentaban el presidente Johnson y el gobernador Wallace cuando se reunieron en el salón oval de la Casa Blanca para discutir el derecho al voto de los negros en Alabama. Una hora más tarde y ya a puerta cerrada, Wallace sufrió un desvanecimiento provocado por el colérico ultimátum del presidente. Aunque Iglesias y Sánchez también suspiren por la aniquilación del otro, ninguno posee la legendaria brutalidad de Johnson y por lo tanto cabe descartar complicaciones coronarias. Todo es más profano en nuestra pantomima. Iglesias quiere nuevas elecciones, mientras que Sánchez sabe que no puede formar gobierno y aspira a salvar su carrera presentándose en el comité federal como víctima de la intransigencia del PP y no de sus paupérrimos resultados electorales. Traducido al argot interno, «sin novedad, señora baronesa».

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