Fue el hijo de Antonio Guillem quien se encargó de organizar a los alicantinos mientras que Helio Fernández habría de convocar a sus paisanos. Del tipo «uno de los nuestros», el artesano era un hombre «optimista por naturalkeza» según Federico García -había sobrevivido a la guerra, la cárcel y a dos días perdido en el mar- que se volcó en la fabricación de dulce refrescanmte. Convenció a los suyos de que era mejor idea integrar el proyecto que los compañeros de Alicante habían empezado que arriesgarse a montar de cero una cooperativa. Esta familia de fabricantes sigue unida desde los años 70.