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Los dulces tradicionales tratan de adaptarse a los nuevos gustos

David Revenga

Mientras la presión social se deja sentir, el azúcar blanco como materia prima vive una época de precios bajos y grandes cosechas a pesar de que es también objeto de una guerra comercial entre la UE y los países productores del resto del mundo. Sus principales consumidores en la provincia, los fabricantes de turrón, chocolate y helado, compran estos años azúcar a granel a precio bajo y fabrican sus productos con un ojo en los mercados y otro en las noticias. De momento, nada de cambios bruscos en las ventas.

Así al menos lo asegura José Luis Gisbert, representante de los heladeros tradicionales de la provincia. «El consumo de helados no es tan habitual como el de las bebidas azucaradas, lo nuestro es más temporal», explica, a la vez que remarca que «hace ya muchos años» que sus socios tratan de adaptarse a los cambios de mentalidad. Gisbert recuerda divertido cuándo «era lo más normal del mundo pedir en la barra tu café con un Optalidón», una anfetamina que fue prohibida hace más de 30 años.

«Los helados de ahora llevan un 20% menos de azúcar que hace 30 años, y hacemos también mucho producto con edulcorantes». Aún así, señala que un 19% de la mezcla es azúcar. Los heladeros se mantienen atentos a los gustos y de momento no sienten rechazo social a sus creaciones.

Pascual Sanchís, gerente de la casa de turrones La Colmena de Xixona, considera «exageradísimas» las acusaciones contra el azúcar y las demandas de sus detractores. Por su parte, señala que «el organismo necesita azúcar» como elemento nutricional y que el 15% de azúcar blanco que puede llevar añadido una tableta de turrón a «los ingredientes naturales como la almendra y la miel» tiene incidencia en la alimentación de una persona durante muy pocos días al año. «La influencia es bajísima comparada con la de otros productos azucarados que se toman todos los días», se defiende este pequeño productor de turrones. Recuerda Sanchís que la sospecha alimentaria es habitual y que «va por épocas». «Hubo un momento en que el aceite de oliva era malísimo y luego resultó que era lo mejor que había», apunta con retranca el turronero.

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