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Legionario, guerrillero, general y fotógrafo

Vicente Bataller tiene una docena de distinciones militares y de otras tres civiles

Legionario, guerrillero, general y fotógrafo PEPE SOTO

Un militar con temple. Un teniente de carrera que fue a parar con sus dos estrellas en la Legión. Paracaidista, submarinista, escalador, jefe de los «boinas verdes», general y fotógrafo por vocación. Vicente Bataller Alventosa aún no se explica por qué acabó en la Academia Militar. Pero le encanta todo lo que ha ocurrido en su vida.

Hijo de una familia agricultora de la localidad valenciana de Canals, a los 9 años emigró a Xàtiva donde su padre instaló un pequeño comercio de venta de piensos y aperos de labranza.

Buen estudiante, tras finalizar el Bachillerato y el PREU se alistó al curso preparatorio para acceder a la Academia Militar de Zaragoza. El muchacho, aplicado y deportista, ingresó en la carrera militar y a los 21 años ya lucía las dos estrellas de teniente de Infantería. Con el petate y los galones al hombro llegó al centro de reclutamiento de Rabasa, su primer destino.

Poca historia entre reclutas, fusiles y cantinas. Se marchó pronto. Encontró acomodo en la Legión, en el Tercio Duque de Alba, en Ceuta. «La Legión era muy dura, pero me gustaba; ahí hay gente dispuesta a todo. Fue una magnífica experiencia». Con los soldaditos de las mangas arremangadas mucho disfrutó: «Son valientes y muy preparados para el combate».

No se enteró «in situ» de la intentona del golpe de estado del 23-F, porque se encontraba en el centro de formación de la Academia Militar de Toledo.

Entre formaciones y otras gaitas, Vicente se apuntó a un curso de los «boinas verdes» (COEs) en Jaca para escalar y perderse en altas rocas nevadas; y otro de paracaidista en Jabalí Nuevo, cerquita de Murcia.

Fortachón, dispuesto y preparado tanto de forma física, como de técnica y práctica, ascendió a capitán: tres estrellas entre pecho y espalda. Regresó con los chavalotes que tienen una cabra como mascota.

A los 29 años ya se lió con las operaciones especiales, posiblemente para no aburrirse. Empezó con los guerrilleros en el GOE de San Fernando, en Alicante, que asumió a los «boinas verdes» pertenecientes a los estadillos de Paterna y del cuartelillo del Vizcaya 21 de Alcoy que operaba en el campamento del Molí de Payà, a las faldas de la sierra de Mariola.

Mucha mili: teniente coronel y jefe del GOE III y coronel al mando del MOE. Diplomado en operaciones especiales, paracaidismo, carros de combate y alta gestión de recursos humanos. Es licenciado en Educación Física por el INEF de Cataluña.

Sus «boinas verdes» cumplieron misiones de paz en la Guerra de los Balcanes, en Bosnia, enrolados en los «cascos azules». Y en el desaguisado de la isla de Perejil cuando Federico Trillo portaba la cartera de ministro de Defensa.

Tras ascender a general de brigada su siguiente albergue fue la Dirección de Enseñanza del Ejército en Granada. Pero Bataller regresó en un par de años a la Legión, donde quería, en el tercio de Viator (Almería).

Nunca se aburrió tanto como en su último destino de su carrera en activo en el Cuartel General de Ejército, en Madrid, entre momias laureadas. Residía en unas casitas militares en Alcalá de Henares. Viajaba cada día en trenes de cercanías, incluido el 11 de marzo de 2004, en aquella salvaje y fría mañana terrorista que acabó con las vidas de 193 personas, y en las que otras 1.858 resultaron heridas. Vicente salió ileso del estallido que a su vagón hirió en la estación del Pozo del Tío Raimundo.

En esta genealogía militar, al general Bataller le gustaba contar cosas: en las revistas Ejército y Defensa Internacional. Escribía artículos, pero los editores necesitaban imágenes para confeccionar las páginas.

Ha publicado cinco libros de guerra: sobre los tiradores del Ifni, de los «boinas verdes», la supervivencia y de los tercios legionarios que aún viven.

Entró en la fotografía y ha aportado a la parroquia imágenes interesantes de soldados, primero, y, más tarde, de momentos de la vida cotidiana de gente sin uniforme, de tradiciones, de paisajes y de lo que le ha dado la gana. Es presidente del Club Fotográfico Alicante.

Dispuesto para retratar.

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