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La lista Forbes

Yo no había leído nada parecido, y me ha despertado la curiosidad. Resulta que es la relación de las personas que más dinero tienen en el mundo, los pastosos, creo que los llamáis allí abajo.

La verdad es que me ha sorprendido.

Veréis. Como sabéis yo soy muy rápido calculando, de ma-nera que me he hecho una idea en un plis plas.

Aparecen 1.826 sujetos -alguna sujeta también hay- que juntos totalizan la bonita suma de? ¡tachán!... ¡7 billones de dólares!

Una fruslería.

Y digo yo? En la tierra hay suficiente para todos, de eso nos encargamos hace muchos si-glos. Pero claro, si entre mil y pico individuos se quedan con siete veces la renta de un país como España, que está entre los llamados países desarrollados? algo estamos haciendo mal.

Además, me fijo en la edad de los diez primeros, y echo un cálculo rapidito: 70 años de media. Vamos a ver, ami-guitos: ¿Qué no habéis entendido de que aquí arriba se viene en pelotas? ¿Acaso cree el bueno de Teodoro Obiang que le van a servir alguno de sus 600 mi-llones de dólares para entrar aquí? Mal, mal vamos.

No es que yo sea comunista, ¡válgame yo!, en absoluto, ya sabéis que tengo a Carlos Marx junto a su primo Groucho en el nivel tres de purgatorio, asándose a fuego lento durante 700 años, luego decidiremos. Pero decía que aunque yo no sea sospechoso de rojerío, esto es demasiado. ¿Para qué quiere un tipo acumular 40.000 millones de dólares, si no va a tener tiempo de gastarse ni la milésima parte? Si en el mundo no hubiera necesidad no me parecería mal. Sería como una partida de Monopoly, el que quiera acumula hotelitos y pasta, sin problemas, los demás lo contemplan desde su cómoda posición. Pero no parece ese el caso, ¿verdad?

¿O es que estos señores no se han enterado de que en el pla-neta Tierra hay niños que pasan hambre, que algunas de estas fortunas se levantan sobre injusticias sociales, como pagarle a empleados un dólar al día y utilizar a niños para hacer trabajos penosos y mal pagados?

Algo no funciona, algo hemos de hacer, pues.

Me parece bien la idea de que existan diferencias, de hecho yo os creé así, diferentes. Y de que el que más se prepara, trabaja, innova y emprende tenga más recompensa que el que se pasa el día frente a la Play Station.

Pero hijos, almacenar miles de millones de millones y más mi-llones en sus cuentas -habitualmente en paraísos fiscales, naturalmente- no es solidaridad.

Sé que lo sabéis, pero quería dejarlo claro.

Y no quiero hablar de caridad, porque no es el caso. Se trata de distribuir mejor lo que hay. Que todo el mundo tiene derecho a un mínimo.

Con los siete billones de dólares que tienen 1.800 personas se podrían resolver infinidad de problemas en el mundo. Hasta con la mitad. Imaginadlo por un momento: El señor Slim en vez de atesorar 69.000 millones de dólares se queda con 34.500. Quizá no llegue a fin de mes, pero? ¿y lo contento que iba a estar, dando de comer a millones de niños, resolviendo el problema del agua en África, erradicando la polio, la tuberculosis o el Ébola y haciendo del planeta un lugar más justo y más habitable?

Y para dar ejemplo voy a darle la orden a Paco de desprenderse de la mitad de las riquezas del Vaticano. Que se quede con lo que realmente sea relevante en nuestra historia y útil para el funcionamiento de la Institución y el resto se venda. ¿Para qué queremos tantas bañeras de mármol, si ahora los Papas se duchan, como todo el mundo?

¿No os parece que igual que hay un salario mínimo interprofesional debiera haber una especie de tope de riqueza?

No es que yo quiera convertir a los emprendedores en piojosos, no es eso. Pero una cosa es una cosa y otra que un tipo acumule 60.000 millones de dólares. Eso no es razonable, sencillamente no es razonable.

¿Por qué no hacemos una cosa?

Rezadme, rezadme mucho y pedidme todos que pongamos esa medida en vigor. Yo lo hablo con Obama, con Putin, con Rajoy, con los Castro -al bueno de Fidel se le calculan 900 millones de nada- con Merkel y el chino Xi Jinping, y lo ponemos en marcha. Y a partir de ahora ponemos un encargado de controlar el tope de riqueza.

Precisamente, hablando un día con Mariano, me recomendó a uno de sus hombres, un santo varón, me dijo? sí creo que recuerdo su nombre? Bárcenas, Luis Bárcenas.

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