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Premiar o castigar; felicitar o penalizar

No debería sobresaltarme pues llevamos un periodo en que cada día hay varias personas supuestamente importantes imputadas

Necesitamos normas. Debemos saber que los humanos para vivir en sociedad necesitamos de normas o leyes y que si esa sociedad es democrática ellas deben fluir de la decisión colectiva. Las leyes definen y delimitan nuestros derechos y deberes. Sin duda nos orientan como vivir; nos facilitan la vida, aunque a la vez nos la limiten pues no hay derechos sin tener obligaciones¸ entre otras cosas porque lo que nos beneficia a unos puede perjudicar a otros y sus límites deben estar claros. Mis derechos, si son distintos, acaban donde empiezan los suyos. La hegemonía de la ley es tan evidente que se señala que su desconocimiento no exime de que se cumpla.

Importa acordar metas. Pero hoy quería interesarme más, sobre cómo conseguir esos objetivos y así construir entre todos una sociedad mejor. Nuestra sociedad se ha afanado en marcar, con elasticidad, los límites tolerables de nuestras acciones, y para lograrlo, se insta a su cumplimentación a través de penalizar o castigar a los incumplidores y lo hace mucho más que felicitar o aplaudir a los que respetan la norma. Tal vez porque posiblemente sea más fácil detectar a los infractores, que deben ser menos, que reconocer a los cumplidores.

Nuestro modelo nos hunde. Yo estimo que nuestro modelo social es mejorable. Es negativo porque, entre otras cosas, nos enfada y nos baja la autoestima. En nuestro medio se dice que nacemos con un pecado de origen, que vivimos en un valle de lágrimas, que la falta, el pecado, nos acecha y que el riesgo de ir al infierno es grande. Debemos penar por ello. Esa visión es aplastante y nada estimuladora... Una coach, Inma Capó, nos alerta de que hemos elegido ese camino cuando teníamos disponible el otro: en el mismo libro que se nos explica lo anterior, la Biblia, se señala que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Si nos viéramos como dioses pequeñitos, abordaríamos mejor nuestro día a día con más ilusión, más alegría y mejores deseos.

Un efecto curioso: No sé si tiempo atrás le comenté la historia de aquel profesor de Estados Unidos (Rosenthal) que tras examinar a dos alumnos, pero sin corregirles la prueba, los califico con la categoría de los mejores. Cuando evaluó el examen comprobó que no era así, eran de lo que podíamos llamar la media. Pero resultó que al curso siguiente esos alumnos sí que resultaron los primeros del curso, ello después de creerse los mejores, y que sus compañeros y sus profesores del siguiente curso también lo creyeran. Creerse los mejores les había estimulado y favorecido su desarrollo.

Pero resulta que este principio también funciona a la inversa: así, nunca etiquetes a un hijo en negativo, señalándole como malo, vago o perezoso, si lo haces favorecerás que siga ese camino. Creerse uno algo negativo nos hace crecer con esa idea.

Felicitar cura: He tenido recientemente la ocasión de convivir con enfermos con mucho daño cerebral. ¿Sabe qué cosas contribuyen más a su recuperación precoz? Las palabras de felicitación por sus logros y las de aplauso por su esfuerzo. Tan es así que los terapeutas se las ofrecen sin cesar.

Pero, ese no es nuestro modelo. ¿A que le sorprendería que la policía le parara en la carretera para decirle que le llevan controlando un tiempo y quieren felicitarle por su buena conducción¿ ¿O estando en casa recibir una carta de Hacienda diciéndole que verificadas sus declaraciones de renta en los últimos años han comprobado que en relación de sus pagos usted es un buen ciudadano?

¿Qué sería de nuestra sociedad si en vez de penalizar usara más el premio, la felicitación o el aplauso?

Ese modelo no suele ser frecuente en nuestra sociedad los jefes, gestores, directivos, no felicitan, no aplauden. En el sector público apenas hay estímulos, los llamados incentivos, que caen en la esfera de lo material, no incentivan a nadie. Les pongo un ejemplo de una realidad que debería cambiarse: un médico se pasa como adjunto, el nivel contractual más bajo desde que termina la carrera hasta casi al finalizar, cuando se jubila, más de cuarenta años después, es así ya que la mayoría de adjuntos no pueden ser jefe de servicio; en otros países por ejemplo, Estados Unidos cada pocos años se puede ir consiguiendo un nuevo nivel, van añadiendo un galón, que aunque incrementa algo el sueldo eso es realmente muy poco, lo importante es que él se te ve crecer, progresa y ello le sienta bien, favorece que actúe y crezca. Las sociedades inteligentes han incorporado, y usan mucho el premio en el mundo laboral, consiguen trabajadores más motivados, más felices y que consiguen mejores resultados.

Si lo piensa lo mismo sucede en el deporte o en las artes: los aplausos del público, los infinitos trofeos ayudan a conseguir mayores éxitos; la felicitación estimula a los deportistas o los actores y hace que se impliquen más, les estimula. El aplauso es la gran energía impulsora. Una sociedad que vive en negativo, que solo ofrece penalizar está frenando su crecimiento, desmotivando.

Premiar mucho más que por los logros. Pero aún así, siendo pocos los premios o felicitaciones en nuestra sociedad, yo pido aún más, y creo que debería aplaudirse, felicitar o premiar solo por intentar algo, por el esfuerzo o interés demostrado. No solo por el éxito resultado positivo logrado.

Si te felicitan es más fácil que actúes bien, ya que ello hace que te sientas bien, te anima.

Si se decide a felicitar o aplaudir más, le animo a que lo haga¸ pero por favor debe hacerlo en el momento preciso, no un mes después, y ese aplauso o felicitación debe ser proporcionado al esfuerzo hecho, más que a lo que se ha conseguido o logrado. Si es Ud. es jefe o directivo yo le animo a que se marque un número, por ejemplo siete, y sea por lo menos ese el número de felicitaciones que ofrezca cada día a los que trabajan con Ud. Si lo intenta yo le felicito. Ya me dirá si sirvió de algo.

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